Hablar de las islas griegas hace que te vengan a la mente imágenes de casitas blancas con tejados azules en la loma de una montaña a cuyos pies se encuentra el mar. Sin embargo, Corfú no presenta esta imagen tan turística y pintoresca, recuerda más a otras ciudades europeas, como Lisboa, con edificios maltratados por el paso del tiempo que se confunden con las ruinas históricas; su aspecto es un poco de abandono y decadencia. Decadencia muy presente en toda la isla, que bien puede recordar la situación económica poco boyante del país.
Es una de las islas más grandes del Jónico, cuya capital responde al mismo nombre, Corfú. En sus calles, estrechas y empedradas, en la arquitectura de sus edificios se observa la influencia de tantos siglos de dominio veneciano, presentes desde el siglo XII hasta la llegada de los británicos tras las guerras napoleónicas.
Se trata de una ciudad portuaria fortificada, con una posición estratégica importante a la entrada del mar Adriático. Durante siglos se ocupó de defender los intereses del comercio marítimo veneciano ante un posible ataque otomano, de ahí sus dos fortalezas, la vieja y la nueva, cuya buena conservación da fe de ello.
La Vieja Fortaleza fue construida en el casco antiguo en el siglo VI y reconstruida por los venecianos en el XV. Treinta años después, estos mismos construyeron la Nueva Fortaleza, esta vez con vistas al puerto; a sus pies, el Templo de Artemisa (580 a.C.), primer edificio dórico construido solo con piedra.
Entre los restos británicos, se encuentra el Palacio de San Miguel y San Jorge, primer edificio neoclásico de la Grecia moderna, situado en la enorme plaza de la Spianada, en el corazón de la cuidad, con algunos de los edificios más bonitos y hermosos jardines. En las instalaciones del palacio se citan exposiciones temporales, además de albergar el Museo de Arte Asiático, un referente en Europa en su categoría, con una colección de casi 11.000 piezas.
Otro interesante museo para visitar, siempre que se disponga de tiempo suficiente, es el Museo Arqueológico. Con una abundantes objetos de la antigua ciudad de Corfú que muestran la evolución de la ciudad entre los siglos VII a.C.-IV d.C, momentos de máximo esplendor en la época arcaica y principios de la clásica, hasta el comienzo de su declive con la guerra del Peloponeso. Además de otros, encontrados elementos pertenecientes a períodos entre el Paleolítico y la Edad de Bronce, así como de la época de la fundación de la ciudad (siglo VIII a.C.).
Muy cerca de la Spianada está el Listón, un barrio de principios del siglo XIX plagado de tiendas, cafés y restaurantes.
El Campiello es el barrio más antiguo de la ciudad. Allí las calles son estrechas y empinadas, la ropa está tendida entre sus casas, pintadas de distintos colores, aunque la pintura ya está descascarillada y las contraventanas desvencijadas.
Las iglesias más importantes son la catedral, la iglesia de San Espiridón, con la tumba del santo patrón de la isla, y la iglesia bizantina de San Jasón y San Sosípatros. Y algo más alejado del centro de la ciudad, las ruinas de la basílica de Paleópolis, de principios del siglo V, con restos de termas romanas.
No se puede dejar de visitar la conocida como Isla del Ratón, Pontikonissi, una pequeña península en la que se encuentra el Monasterio de Vlacherna (siglo XVII), y a la que se accede en ferry.
A tres kilómetros, encontramos el Palacio de Mon Repos, del siglo XIX, lugar de nacimiento de muchos de los príncipes de la familia real griega, hoy museo de la antigua Paleólopis.
No mucho más lejos, a unos diez kilómetros, tras pasar la pequeña localidad de Gastouri topamos con otro palacio, el de Achilleion, llamado así en honor de Aquiles. Levantado a finales del XIX, modelo de idealismo romántico, perteneció a la emperatriz de Austria, Isabel de Baviera, es decir, Sissi, quien lo mandó construir un año después de la muerte de su único hijo, teniendo siempre presente la mitología clásica, pero en especial al héroe griego, cuya figura quiso honrar haciéndole presente de diversas formas, tanto en el interior del palacio como en sus jardines.
A su muerte, otro importante de la historia europea adquirió el palacio, el káiser Guillermo II de Alemania, fijándolo como su residencia de verano.
Con la Gran Guerra, fue utilizado como hospital, y después como casino, hotel, centro administrativo y museo. Hoy está preparado para recibir al público, que puede hacerse una idea de lo magnífico que pudo ser en otro tiempo, así como disfrutar de los pintorescos jardines en los que Aquiles comparte protagonismo con altos cipreses y con otros héroes de la literatura a los que Sissi tanto admiraba.
Saliendo de la ciudad, la isla de Corfú ofrece una amplia variedad de playas, de arena y de piedras, de aguas cristalinas. Algunas de las más reseñables pueden ser el pueblo de Kassiopi, con aguas limpias y atractivas calas, Agios Stefanos, Sidari, muy conocido por las formaciones rocosas y la famosa cueva conocida con el nombre Canal del Amor (se dice que aquellos que entran por un lado, al salir por el otro encontrarán a su alma gemela). O Paleokastritsa, uno de los imprescindibles por la belleza de sus playas y sus calas de color turquesa (importante llevar calzado apropiado para sumergirse en sus aguas). Allí, además, se puede visitar el Monasterio Panagia Paleokastritsa (fundado en 1225): su interior es un ejemplo de lo que era la arquitectura en las abadías griegas; contiene un claustro y un museo de pequeñas dimensiones, y unos estupendos alrededores.
Es interesante también hacer alguna excursión en barco por las distintas islas a las que de otra forma no se puede acceder, como la visita a Paxos y Antipaxos para disfrutar tanto del color de sus aguas como de sus cuevas naturales formadas por el paso del tiempo. Lugares curiosos en los que apenas viven unos pocos vecinos, pero que han de convivir a diario con los cientos de turistas procedentes de los barcos que cada día atracan en su pequeño puerto.
Corfú es una isla pequeña (una longitud de 85 km y un ancho de 18) con muchos rincones variopintos que conocer, por eso es una buena opción alquilar un coche o incluso una moto para poder moverse con libertad por las angostas carreteras que serpentean el paisaje montañoso: un lado, insuperables vistas; al otro, olivos legendarios que, con las mantas a sus pies, esperan pacientes la caída de su fruto.
No se puede dejar de visitar Agios Markos (precioso pueblecito con casitas construidas entre los caminos de piedra que suben la montaña), el Castillo de Angelokastro (de origen bizantino, en la cima de un monte, sobre un acantilado, desde donde se divisa Paleokastritsa), Old Perithia (pequeño pueblo abandonado con mucho encanto y tabernas en las de degustar comida tradicional), Pelekas (conocido por sus puestas de sol y las impresionantes vistas de la isla de Corfú), Krini, Lefkimmi, Chlomos...
Corfú es encanto Mediterráneo. Es mezcla de pueblos. Es miel y aceitunas. Mar, acantilados, aguas cristalinas. Kumquat, Dolmades, Spanakopita, Kalamari. Es Ulises, tradición clásica, mitología. Es cerámica y vino.
Hay que conocerlo.