Las plantas se comunican por el aroma y, como los humanos, algunas interaccionan mejor que otras con sus congéneres. Así lo constata Xoaquín Moreira, investigador de la Misión Biológica de Galicia (CSIC, Consejo Superior de Investigaciones Científicas) en varios artículos que ha publicado recientemente en las revistas Ecology y New Phytologist, contando con la colaboración de las Universidades de California (EE UU) y Neuchâtel (Suiza).
«Los primeros trabajos orientados a demostrar la existencia de la comunicación entre plantas mediante la emisión de compuestos orgánicos volátiles, en respuesta al ataque de insectos, generaron una gran controversia en la comunidad científica, especialmente debido a problemas metodológicos», explica el científico. «Pero en los últimos años, en todo el planeta, se han llevado a cabo estudios sobre este misterioso idioma en 30 vegetales pertenecientes a 16 familias distintas. Son, de momento, trabajos específicos para cada especie, por lo general muy centrados en las de mayor interés agrícola y forestal. Es decir, se ensaya con el tomate, con el maíz o con la judía para encontrar en este lenguaje de las plantas una posible alternativa a los plaguicidas y, de hecho, nuestro equipo planea hacerlo con la patata si consigue una subvención pública a la que ha presentado su proyecto», explica Moreira.
Además, para Silvia Pontevedra, especialista en el tema, «la investigación ha demostrado que, ante el ataque de los insectos, las plantas macho del arbusto Baccharis salicifolia transmiten señales de alerta que pueden ser detectadas tanto por los arbustos masculinos como femeninos. No obstante, las hembras demuestran una marcada solidaridad con las de su propio sexo porque solo avisan a las otras féminas y no se comunican con los machos».
«Con esta especie de ninguneo a la masculinidad, solo las Baccharis salicifolia femeninas comprenderán que hay que preparar la defensa ante la especie herbívora que ya ataca a la emisora. Igualmente, ante el peligro que se cierne, casi se podría decir que las plantas hembras que sufren la plaga vociferan a las otras lo que está por venir: emiten hasta cinco veces más que el macho un compuesto llamado pinocarvone y así las plantas sanas que reciben esta señal de sus semejantes atacadas preparan su sistema de defensa (pero no lo activan) para cuando llegue la plaga», determina la misma especialista.
Más concretamente, Moreira sostiene al respecto que «cuando una planta no dañada reconoce la señal de alerta dispersada por su vecina atacada, responde activando un estado de prealerta o priming para responder defensivamente de forma más rápida y eficaz al daño una vez que éste se produce. En este sentido, se ha observado que la comunicación mediante compuestos orgánicos volátiles es más efectiva cuando las plantas emisoras y receptoras están emparentadas genéticamente y cuando son atacadas por la misma especie de herbívoro».
«Existen varias teorías ecológicas que explican por qué las plantas podrían ayudar a aquellas especies con las que estén emparentadas genéticamente [el sexo es un carácter determinado genéticamente]. Y la tesis más aceptada es la de que la comunicación entre plantas no emparentadas supone un coste muy elevado para las emisoras, ya que estarían proporcionando de forma altruista un beneficio a otras plantas con las que compiten por los mismos recursos», continúa declarando el investigador.
Por otro lado, la segunda vía de investigación, publicada en New Phytologist, confirma que las plantas se comunican entre ellas pero que el lenguaje con el que lo hacen a través de la emisión de compuestos volátiles es muy específico de los herbívoros que las atacan. «Las plantas son capaces de identificar a los herbívoros que están atacando a vecinas a través de los compuestos volátiles que estas últimas emiten; de este modo podrán preparar una respuesta más eficaz», resume el especialista.
«La comunicación entre plantas constituye una línea de investigación muy incipiente a nivel internacional. Su relevancia es tal que en Norteamérica ya se ha propuesto el uso de la comunicación química entre plantas, mediante la aplicación exógena de compuestos volátiles, como una herramienta del control de plagas que sustituya a los insecticidas en cultivos como el maíz o el frijol. De todas formas, esta comunicación química entre las plantas no es un fenómeno generalizable y depende en gran medida de las condiciones ambientales», concluye Moreira.