¿Qué es la historia? Pregunta y respuesta: todos, todos los hechos que suceden, mientras vivimos y que influencian nuestras decisiones y en cierta medida nuestro destino. Dejé mi país después de un golpe de Estado y a pesar de ser joven en ese entonces, puedo decir que a los militares ya los conocía. Había estado detenido un mes antes del 11 de septiembre y vi con mis ojos cómo torturaban a otros militares, porque estos últimos habían declarado abiertamente que estaban con el Gobierno y, lo digo claramente, esas imágenes aún me persiguen.
Sí, fue la historia que atravesó mi vida y partí para Argentina en los momentos en que agonizaba el peronismo. Las tres A atacaban con armas de fuego y allí viví la misma violencia injustificable y, antes de que fuera demasiado tarde, abandoné también ese país, buscando otro destino. Puedo decir que aprendí «a golpes». Detrás de lo cotidiano existen fuerzas que pueden terminar con todo y dejé colgados mis sueños, vistiéndome con los trapos de la realidad.
Nadie ni nada cambia el mundo, si no cambia la lógica del poder y esta lógica obedece a los instintos más negativos y si no existen instituciones fuertes, se impone la necrofilia decadente y putrefacta, que unos pocos llaman necesaria y urgente y que en la práctica no es más que vejaciones, torturas y asesinatos, que tienen como único objetivo el exterminio del otro. Lo vimos en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, la antigua Yugoslavia, Siria y en decenas de otros países. Abandoné las ideologías capaces de justificar la muerte y quedé desnudo ante el mundo.
Puedo afirmar que la humanidad que se opone a la violencia, surge espontánea y de manera imprevisible. Después del golpe en Chile, me protegieron familias y personas, que no compartían mis ideas. Lo hacían como un gesto humano, tendían una mano y se exponían a represiones sin considerarlo un riesgo o ignorándolo. En Argentina tuve una experiencia similar. Muchas personas, que me sabían prófugo, me trataban como hijo o hermano, sin esperar nada a cambio, más allá de esas pequeñas señales, que podían mostrar gratitud y disponibilidad de mi parte. También viví lo contrario, odio y rechazo por representar aparentemente algo que no se podía tolerar. Esta es mi historia hechas de historias y el reflejo directo de mi realidad, vista desde otras realidades y circunstancias, donde todo podía cambiar y cambiaba de un momento a otro.
Mi lema personal es no creer en nada y preguntarme y preguntar siempre: ¿cuáles son los mecanismos y motivaciones que mueven a los protagonistas independientemente de las palabras? Haciéndolo he descubiertos las peores atrocidades y en este juego perverso no se salva ninguno. La retorcida lógica del poder y del dominio se impone y las víctimas son muchas. A veces, pocas debo agregar, encontramos un oasis de democracia, respeto y tolerancia. Pero estos son frágiles excepciones. Los abusos, la corrupción, la encontramos en todas partes y en pocos lugares el sistema y el orden resiste, frena y limita esta autodestrucción omnipresente. En la mayoría de lugares, el sistema es abuso. ¿Qué es la historia? me pregunto. Y la respuesta es: todas esas circunstancias inesperadas que nos obligan a pensar y cambiar, aceptando por encima de sueños e ilusiones, la dura e inexorable realidad.