En el Parque Nacional Canaima, estado Bolívar, Venezuela, encontramos el Auyántepui. Los primeros mapas de la región lo llamaban Cerro Auyán. Epíteto proveniente de la palabra Audanes, espíritus mawaritones que moran en su cumbre, temidos por los pemón, habitantes de las sabanas circundantes. Ellos jamás se adentraron al hoy conocido Cañón del Diablo, por donde emerge el río Churún, luego de unírsele el río Auyán. Éste, originado por una gran cascada que brota en chorros desde el tope de un acantilado.
Es la cascada más alta del mundo, vista por vez primera desde el aire el 18 de noviembre de 1933 por el aviador y explorador Jimmie Angel (1899-1956) (erróneamente deletreado Jimmy por muchos). Basado en su altímetro, le calculó «una milla» de altura. Desde ese momento la «adoptó» como suya y cuando volaba cerca, se desviaba para verla y mostrársela a quien estuviera con él. Leonidas Richardson Dennison (1885-1953) narra su impresión en Devil Mountain. The lost world of Venezuela, al verla desde la avioneta de Jimmie.
«How is that for a waterfall? Jimmie demanded.
I could not have answered him if I had tried. My eyes must have been popping right out of my head. I could only stare in amazement. It looked like an immense rope hanging over the canyon wall, and it fell for all 3,000 feet, possibly more, without interruption until it spread out into a billowy cloud of fine, fluffy mist...».
En 1937, los exploradores Gustavo «Cabuya» Heny (1903-1982) y Félix Cardona i Puig (1903-1982) encontrarían un pasaje hacia la cumbre del Auyántepui. Días después, Gustavo, su compañero de expediciones Miguel Angel Delgado, Jimmie y su esposa Marie (1906-1987), volaron desde Guayaraca, en el flanco sur del tepui, hasta una sabanita en la cumbre. Pensaban encontrar oro. Al aterrizar, el avión quedó atorado en el lodo. Sin haber encontrado oro, el grupo, liderado por Gustavo regresó a Guayaraca por el camino encontrado días antes. Desde ese momento, el Salto Ángel y Jimmie quedaron aún más entrelazados.
En 1938 un decreto del general Eleazar López Contreras, presidente de Venezuela, ordena investigar el potencial económico de la Gran Sabana, generando en 1939 el primer mapa detallado de la región al sur del río Orinoco. Se incluía el nombre Salto Ángel en el mismo, nombre oficial desde entonces.
A finales de los años 1940, pocos conocían al enorme salto, salvo algunos mineros de los alrededores de Urimán y el Auyantepui, y aquellos que recordaban las noticias de algún tiempo atrás. Oficialmente, nadie había llegado hasta su base.
Hace 70 años, la noche del 12 de mayo de 1949, desde un campamento cercano a la base del Salto Ángel, el siguiente mensaje de radio se escuchaba en Caracas:
«Hoy mayo 12, la expedición llegó al Salto. Tiempo perfecto. Estamos acampados al pie de la cascada y uno de los miembros del grupo está tomando una ducha».
Varios expedicionarios, liderados por la fotoperiodista estadounidense Ruth Robertson (1905-1998), enviaban saludos a personalidades oficiales y privadas que contribuyeron al éxito de la expedición.
Ruth tuvo una vida poco ordinaria. Nacida en Taylorville, Illinois, su madre, Marcella «Pinkie» Sewall, murió cuando la niña tenía unos 7 años. Fue enviada a vivir con su abuela. Siendo una adolescente, al morir su abuela, conoce a su padre Jack Robertson, mudándose con él a Peoria, Illinois. Éste, fotógrafo ambulante, le enseñaría el uso de cámaras y el revelado de fotografías.
«By the time I was in my teens I was a popular girl with the kids who would come over to my house with their pockets full of Verichrome rolls for me to develop—gratis of course. … in Peoria, Ill, I … began the initiation into the secrets of coating, … I remember a shoe box of miscellaneous lenses which offered fascinating possibilities».
Obtendría trabajo en el Peoria Evening Star. Su determinación la lleva a crear la columna Peoria and her people, que sería un éxito. Luego de un tiempo, la contrata el Peoria Journal-Transcript. Cuando Peoria le quedó pequeña, viaja a Chicago, aceptando trabajar con Acme News Pictures (hoy United Press International) y la Newspaper Enterprise Association. Elaboraría trabajos fotográficos a nivel nacional y escribiría artículos con frecuencia. Fue la primera mujer en tomar fotos desde el campo en el Wrigley Field en 1943. Donde hubiera un evento relevante en el país, allí estaba Ruth:
«Every day was different—a wheat harvest in Texas, a disaster in Minnesota, a football game at South Bend, a Democratic or Republican convention, a presidential train, the Dionne quintuplets, Nazi spy trials, ship launchings; everyday had its full quota of personalities – Madame Shiang Kai Shek, the Roosevelt’s, the Truman’s, Joe Louis, generals, war heroes, a complete cross-section of front-page coverage».
La Segunda Guerra Mundial motivaría a muchos periodistas y fotógrafos a enlistarse. Poco a poco, también las mujeres serían enviadas como corresponsales de guerra y Robertson no fue excepción, asignándosele las Islas Aleutianas, en Alaska.
Su amigo de juventud George Reith la recuerda como una mujer singular:
«Ruth had many exploits in her 50-years career. But one of her main accomplishments was to prove that women are capable of doing what men can do. She had a drive that went beyond money, and even common sense, sometimes».
Luego de la guerra, consiguió un trabajo que consideraba insignificante con el extinto New York Herald Tribune. Se sentía aburrida. Una noche, coincide con su amigo Clayton Knight (1891-1969), aviador, escritor e ilustrador, para tomar unos tragos y reunirse con un grupo de venezolanos en un bar de la tercera avenida,
«...they are pilots of the government airline in Venezuela with big plans to open up an international division to New York and Europe. They need English-speaking pilots, hopefully some who know a little Spanish, too».
Su líder, al conocer del oficio y experiencias de Ruth, le preguntó si quisiera ir a Venezuela y elaborar algunos artículos sobre los pilotos recientemente contratados y otras actividades de relaciones públicas para la empresa. Le ofrecía un sueldo tres veces mayor que el devengado al momento. Sin conocer el idioma, ni saber dónde quedaba Venezuela, aceptó inmediatamente.
Su amigo Holst Fisher de Grace Line, le comentaría que había escuchado que una de las numerosas cataratas en dicho país «medía una milla de altura». Semanas después se encontraba en Caracas. Era diciembre de 1946.
Dificultades financieras de la empresa y otros sucesos, la dejaron cesante a semanas de haber llegado a Venezuela. Esto no amedrentó a Robertson quien inmediatamente negoció un acuerdo que le permitiría volar gratis entre Caracas y Nueva York por un año. Contactó revistas y diarios estadounidenses, sugiriendo enviarles fotografías e historias desde este país tropical poco conocido.
«Here was a whole chunk of the northern part of this continent to be explored and articles to be written and photographs to be taken and marketed in U.S. magazines. I felt confident that the frontier countries were where the good stories were to be found».
Contactaría empresas petroleras venezolanas, para prepararles almanaques, reportes, historias, recorriendo el país y trabajando a su propio ritmo. Se relacionó con varios pilotos y a principios de 1947, decidida a conocer el enorme salto que su amigo le había comentado en Nueva York, llegó a Ciudad Bolívar. Volaría hasta el Auyantepui para verlo.
Conversando con Art Jones, en cuya experticia confiaba, le pidió volar su C-47 cerca del dosel del bosque dentro del cañón, para poder apreciar mejor a la catarata. Art invitó a Charlie Baughan en su DC-3. Este serviría como punto de comparación en un set de fotografías que pensaba realizar.
De esta experiencia ella tomó cuatro fotografías similares, reproduciría una buena cantidad para venderlas en Caracas. A su regreso ya pensaba en llegar al pie del salto. Solo desde su base, se podría apreciar la majestad de esta maravilla natural.
En el Club Americano de Caracas, Ruth conocería a Jimmie Angel. Le comentaría su idea. Además de fotografiarlo, pretendía medirlo. Jimmie, con quien entablaría una buena amistad, le contestaría:
«I already told you, it’s more than a mile high! The only way you’ll ever measure is from a plane, and I already did that. It’s 6,010 ft high … but the altimeter fluctuates a little … maybe three to six feet».
Luego de 18 meses en Venezuela, Ruth viaja a Nueva York. Conversa con Clayton Knight, quien le comenta acerca de unas fotografías que ella tomó durante una visita a la Sierra de Perijá con imágenes de indígenas Bari, conocidos comúnmente como «Motilones». Los editores de National Geographic estaban interesados en usarlas y Clayton sugirió entrevistarse con ellos. Podría también plantearles su idea de realizar una expedición al Salto Angel. Contactó a la revista y Kip Ross, creativo de la revista, la invitó a Washington D.C. Allí, ella mostraría otras fotos de los Motilones y del Salto Ángel. Le presentaría a los directores su idea de una expedición hasta la catarata, para la cual no mostraron mayor entusiasmo. Uno de los oficiales comentó, sin embargo, que, de tener éxito, estarían interesados en darle una primera mirada a la historia y las fotografías obtenidas.
De vuelta a Caracas, Ruth comenzó a planificar su expedición. Un día de noviembre de 1948, Art Jones llegó a su casa con un acompañante, Aleksandrs «Alejandro» Laime (1911-1994), expedicionario y minero de origen letón, quien vivía en los alrededores del Auyantepui. Alejandro conocía bien la zona y durante la conversación, ya tenía en mente la ruta a usar para llegar al pie del Salto. En su libro Churún Merú – The Tallest Angel, Ruth comenta,
«Had he [Alejandro] ever been to the Churún Canyon [el cañon del diablo]? No, he said, but he had paddled on the Carrao River past Auyán-tepui … He had not tried to enter the canyon itself, as the Churún River appeared mostly rock-strewn and the jungle on both banks looked almost impassable...».
Es posible que Alejandro no le haya dado mayores detalles, o ella se haya reservado comentarlo en su libro. Sin embargo, hoy sabemos que Alejandro llegó hasta el Salto al menos en una oportunidad en 1946 o 1947. Había pensado establecer un campamento turístico en su cercanía. Ideas que no tuvieron mayor repercusión, aunque las comentó al periodista de un diario de Ciudad Bolívar, meses antes de conocer a Ruth. Curiosamente, Alejandro siempre reconoció a Ruth como la persona que logró realizar la primera expedición exitosa hasta el Salto.
Ruth y Alejandro tuvieron una conexión inmediata y comenzaron a planificar los detalles de campo de la expedición. Ruth ya tenía algunos inversores, contando entre ellos con un ingeniero. Ruth le comentó a Alejandro la imperiosa necesidad de conseguir un segundo ingeniero. El personal de National Geographic le había dicho que necesitaría dos para corroborar y atestiguar la altura del Salto y poder tener valor oficial. Alejandro le comentó que era ingeniero graduado de la Universidad de Riga.
«… I breathed a sigh of relief over this, for it would mean that Laime could not only be the guide for the expedition, but also act as one of the engineers».
Alejandro regresó a Canaima. Ruth se comunicaría con antelación para establecer un claro que sería utilizado como pista de aterrizaje. La expedición comenzaría a fines de mayo de 1949, en época de lluvias. Numerosas personas querían ser incluidas en la expedición. Desde un principio, Ruth pensó que un grupo limitado de personas sería lo ideal. Everett A. Baumann, corresponsal de UPI en Venezuela, le prometió ayuda financiera, pero debía incluir a Burch O’Neal, de la embajada estadounidense. Desafortunadamente, la otra condición para obtener esta «inyección» monetaria implicaba adelantar la salida para mediados de abril. Ruth aceptó a regañadientes. Las lluvias no habrían comenzado y el salto no tendría tanta agua. A última hora, Hamilton Holden, de Princeton University Film prometió aportar una considerable suma, pero debía incluir a Ernest Knee (1907-1982), fotógrafo y cineasta canadiense.
Ruth, sus acompañantes y las provisiones arribarían a Uruyén. Perdido el contacto con Alejandro, dos semanas después esperaban su aparición para comenzar la travesía. Finalmente apareció y decidieron iniciar la expedición desde el Sur, y no por el Norte como pensaron originalmente. Debido a la larga espera, algunos, incluyendo el ingeniero, regresaron a Caracas. Afortunadamente, Shorty Martin ingeniero y aviador estadounidense amigo de Jimmie Angel y Ruth trasladó desde Ciudad Bolívar a un ingeniero civil de la empresa Mobil Oil. Gracias al respeto para con Alejandro y a la oportuna intervención del capitán Alejo Calcaño, varios indígenas Kamarakoto de San Rafael de Acanaan fueron incorporados para apoyar a los expedicionarios.
La expedición quedaría finalmente constituida por Alejandro Laime, guía e ingeniero asistente; Perry Lowrey (1916-1977), ingeniero estadounidense, encargado de cálculos y medición del Salto; Ernest Knee, quien filmaría la expedición, y el joven venezolano Enrique Gómez, radio operador, comisionado por el Ministerio de Comunicaciones de Venezuela. Diez indígenas Kamarakoto, incluyendo una mujer, Juanita, serían pieza clave del éxito. Ruth, planificadora de esta empresa, lideraba al grupo.
Luego de viajar varios días río arriba en curiaras, atravesando la enorme masa verde de bosque, los expedicionarios se encontraban en el Cañón del Diablo. El 11 de mayo, alrededor de las 2:30 p.m. verían el salto a lo lejos. Esto los alegró y estimuló. ¡La meta final estaba a la vista!
El jueves 12 de mayo, se levantaron temprano para iniciar la marcha. Luego de las 11 de la mañana, el grupo arriba a un promontorio sobre una gran roca. Como un enorme mirador, desde aquí se ve no solo el salto, sino todo el valle que forma el río Auyán. A lo lejos, río abajo, notan el campamento en el cual durmieron la noche anterior. En sus notas de campo, aparecidas días después en el Caracas Journal Ruth expresa:
«I’m at the base of Angel Falls, por fin. The roar of the falls is deafening, the spray is taken by the wind every so often and whirled in spirals over the huge rock we’re sitting on and we get drenched. The big bowl cut out of rock at the bottom of the Falls is a tremendous amphitheater providing a spectacle that we know greets our eyes for the first time. And we feel like a small select audience, sitting here on this rock on a high promontory, just opposite».
Al día siguiente, viernes 13, Perry, Alejandro y algunos indígenas construyen una pequeña pica, preparan el teodolito y comienzan las mediciones pertinentes para calcular la altura del Salto. Ruth y Ernest filmaban y tomaban fotografías. Enrique atendía el radio. Mensajes de felicitaciones se escucharon en las conexiones de la mañana y la noche. El sábado continuarían las mediciones: el salto mide 979 m, con una sección principal en caída libre de 807 m.
El domingo comienzan el retorno. El miércoles 18 de mayo, Ernest, Enrique, Perry y Ruth están en el aeropuerto de Ciudad Bolívar, listos para regresar a Caracas. Allí, extractos del diario de Ruth aparecerían en el Caracas Journal. Pocas semanas después ella se reunía con Kip Ross, presentándole la historia y fotografías que en noviembre de 1949 cubrirían 36 páginas de la revista National Geographic. Por meses, Ruth permanecería en las noticias, gracias a tan extraordinario logro.
Scott Eisenstein, productor asociado del Duncan Group, de Chicago, se referiría sobre Ruth y su exitosa expedición de la siguiente manera:
«She was a real risk-taker and achieved a great deal, even though her whole career was like pushing a boulder uphill. The expedition was led by a woman at a time when very few women were taken seriously as adventurers. She had no experience in mounting or leading an expedition, but she had so many things going for her: a fearless persona, strength, good humor and an unflappable will to succeed».
Las décadas siguientes fueron interesantes. Se casaría en Venezuela con Charles C. Marietta (1905-1980). Se convertiría en editora del Daily Journal (previamente Caracas Journal) y luego de vivir poco más de una docena de años en Venezuela, se trasladaría a México. A mediados de los años 1960 regresaría a Estados Unidos para residenciarse definitivamente en Rosenberg, Texas, donde hoy reposan sus restos. Recorrería el mundo, dictaría charlas sobre sus aventuras, se reuniría con dignatarios, pero para Ruth, su logro más importante fue haber concluido con éxito la primera expedición que llegó al pie del Salto Angel para medirlo y fotografiarlo en su máximo esplendor.
En mayo de 1955, bajo el título «Speaking of pictures. Comparison for a cataract», la revista Life presentaría a doble página una de sus fotografías del Salto tomada en 1947. En 1975, Ruth publica «Churún Merú – The Tallest Angel» en el cual revive sus experiencias en Venezuela y detalles de la expedición. En 1990, National Geographic Magazine divulga la nota «A photographic gift of a Venezuelan Trek», anunciando la donación de fotografías de Ruth a la Biblioteca Nacional de Venezuela. Esto captó la atención de investigadores de la Universidad de Texas, quienes, con la asistencia de su apoderada Patricia Hubbard, decidirían destacar la vida de Ruth y su expedición en exhibición celebrada el verano de 1993.
Aunque en los archivos del Jimmie Angel Historical Project en Eureka, California, conservamos una modesta selección de trabajos de Ruth que atestiguan su amistad con Jimmie Angel, desde 1993 numerosos documentos originales, publicados e inéditos, relacionados con su carrera como fotoperiodista y escritora en EE UU (incluyendo Alaska), México y Venezuela principalmente, así como sus numerosas fotografías, se encuentran alojados en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas en Austin, donde pueden ser consultados.