Taxis, aviones, metros y trenes planifican sus protestas y huelgas cuando más incidencia tienen: vacaciones y congresos. Semana Santa o verano ya se han convertido en un clásico de los trabajadores de las compañías aéreas o controladores aéreos.
Quién no ha visto por televisión o ha vivido en sus propias carnes cancelaciones o retrasos en los vuelos, colas quilométricas para proceder a la correspondiente reclamación o quejas, o no conoce a alguien que se haya quedado en tierra sin poder disfrutar de descanso o la desconexión planeada.
Visto desde fuera, se pueden llegar a entender o comprender, sea el sector que sea, los motivos que llevan a determinados trabajadores a elevar una protesta hasta la huelga; incluso, se puede llegar a compartir las razones y hasta tener cierta tolerancia con las molestias que sus acciones puedan causar o tener opción del tema de forma imparcial. Sin embargo, cuando uno se encuentra en el otro lado, es decir, cuando nos convertimos en uno de los afectados, toda comprensión y compasión desaparece. En función de lo que nos afecte, no es lo mismo que haya menos flota de taxis ni que veamos cancelados el vuelo que habíamos contratado, donde hay dinero por medio. La respuesta puede ir de la resignación y el enfado a las reclamaciones y o denuncias.
Mientras las consecuencias sean leves, como un pequeño retraso en la hora de salida del avión, más espera para coger un taxi o más cola para facturar, el enfado inicial por el contratiempo, que es momentáneo, dará paso a la resignación. Cuando uno está de vacaciones, el humor es mucho mejor y uno está más abierto a hacer pequeñas modificaciones y a replanteamientos en sus planes iniciales. En cambió, si la afectación es mayor, como cancelaciones de vuelo o largas horas de esperas en el aeropuerto, la resignación da paso al enfado y a las respectivas quejas o reclamaciones, y es que a nadie le gusta que le cambien la rutina o le toquen el bolsillo.
En cualquier caso, pero sobre todo si uno resulta afectado, la pregunta siempre es la misma: ¿por qué ahora que es cuando más gente se desplaza? La respuesta es sencilla; es el mejor momento para hacer oír sus reivindicaciones y dar a conocer su situación laboral y las mejoras que piden, ya que en otros momentos no tendría tanta repercusión.
Ante esta situación, la paciencia y el saber estar es lo mejor consejera, aunque la resignación y el enfado pueda con uno mismo. Con la cabeza fría se piensa mejor y las quejas o reclamaciones se deben poner con las ideas claras.
Y tú: ¿te has quedado en tierra?