Este Viernes Santo se realizó, por fin, el debate del siglo entre Slavoj Zizek (pro comunista) y Jordan Peterson (pro capitalista). El tema a discutir: el marxismo, el capitalismo y la felicidad. El estadio estuvo repleto y además se pudo seguir por internet, vía streaming. Tal fue la atracción de la pulseada intelectual que en la previa los boletos se agotaron rápidamente. Peterson comentó incluso que el precio de reventa de las entradas era superior a los partidos de Maple Leafs, el equipo local de hockey sobre hielo que participa en el torneo de la NHL (el capitalismo, en el debate mismo, ganó. Para asistir a este había que pagar $500).
Peterson inició con una crítica del Manifiesto Comunista del Karl Marx. Peterson cree que el capitalismo es un sistema malísimo y con graves errores, pero que cualquier alternativa es peor. El profesor defendió ese sistema económico al afirmar que «los ricos son cada vez más ricos, pero los pobres también se están enriqueciendo». Zizek opina que el capitalismo es uno de los sistemas más exitosos y capaz de sacar a millones de la pobreza pero que no puede resolver los graves problemas de los «comunes», como la catástrofe ecológica, el hambre, la guerra y el peligro de destrucción nuclear. Además, este sistema muestra cada día un divorcio mayor con la democracia: China es hoy día el gran defensor del capitalismo y a la vez, un país comunista. Lo mismo con Singapur: un éxito de desarrollo pero bajo un sistema autoritario. Peterson opina que este pesimismo es infundado: el capitalismo ha resuelto problemas de salud y de hambruna que hasta hace pocos años eran vistos como catástrofes inminentes. Aunque pueden existir países comunistas y capitalistas al mismo tiempo, Estados Unidos y Europa no parecen emular estos modelos.
El debate cobró interés no tanto en los desacuerdos sino en los puntos en que ambos estuvieron de acuerdo. Ambos coincidieron en que la idea de la sociedad posmoderna de que la aspiración individual debe ser la felicidad, es barata. No solo es un mito que podemos ser felices (tal vez unos segundos al día quizás) sino que no deberíamos aspirar a serlo. Estamos en este mundo gracias a los demás y el sentido ético de nuestra vida debe ser contribuir en mejorar la situación de estos otros y no pasárnosla en juegos, viajes y amoríos.
Más intensa se puso la cosa cuando tanto Peterson como Zizek cuestionaron la hipocresía y la falsedad de la clase «liberal progresista» o la izquierda en Occidente. Ambos consideran que la clase pensante ha podido crearse beneficios que no tiene el pueblo. La izquierda exige igualdad, fin de la pobreza, participación popular y otras cosas porque sabe que el sistema capitalista actual nunca se los dará. Si se los diera, entonces, se les acabarían los sueldos, los viajes, los congresos universitarios, el bono escolar, las buenas pensiones y todos los disfrutes que hacen de nuestro sistema. Y como saben que lo que piden no es para obtenerlo, pues uno despotrica contra los capitalistas, los sionistas, las transnacionales y lo que sea. El sionismo que tanto desprecian es uno de los movimientos más exitosos en Occidente. Su modelo ha servido como base para los movimientos de liberación de todas las minorías, inclusive la lucha por los derechos civiles. Pero como es un movimiento judío, el antisemitismo eterno saca su cara.
La izquierda, para Zizek, no es revolucionaria. Es la más peligrosa aliada del capitalismo porque lo que hace es confundir con su perorata de liberación de los pueblos «oprimidos». Ponerse del lado de estos y permitirles todo tipo de locuras es una forma más de colonialismo. Es excusar las salvajadas en nombre de la culpa del colonialismo europeo. Peterson, quien ha sufrido la intolerancia universitaria (boicotean sus charlas igual que ahora lo hacen con Zizek) está de acuerdo en que la izquierda es hoy día una de las más graves amenazas a la democracia. Sus proyectos revolucionarios en Cuba, Nicaragua, Venezuela y en otros países del Tercer Mundo han sido un desastre total. Zizek cree que aunque estos modelos han fracasado, esto no significa que la aspiración comunista de igualdad de oportunidades y de recursos, esté condenada. Peterson opina que cuántas veces tenemos que sufrir este modelo para aceptar que no trabaja y que la mejor manera de progresar es permitir que los más aptos e inteligentes triunfen porque el ser humano, como las langostas, se inclina por las estructuras jerárquicas.
La izquierda salió furiosa del debate. Nathan Robinson, uno de los editores de la revista de análisis político Current Affairs, dijo que Peterson es «un charlatán tóxico» y Zizek «es una vergüenza humillante para la izquierda». Sin embargo, ¿puede Robinson llenar un estadio en que la gente paga $500 por entrada y hacer que cientos de miles lo sigan en Youtube? No lo creo.