Escribo este artículo con rayos de sol pegándome en la cara, el sonido de pájaros alrededor y una pequeña brisa que me recuerda que estoy aquí, sintiendo. Pienso... que estas son las cosas bellas del mundo que habitamos y parte de lo que este cuerpo que integra lo que somos puede percibir con sus sentidos. Sentidos que nos permiten abrirnos al mundo y Sentir - Sentimientos, como también vincularnos. Recuerdo que fue en mi infancia cuando aprendí el valor de esto, y también de lo sencillo para conectarme, hermosos cables a tierra, desde poder respirar a dar o recibir un abrazo, el tema pasaba por estar conectados, solo había un presente , y era el que en ese momento teníamos bajo los pies. Pero hoy las cosas han y están cambiando, y soy consciente que muchos de nosotros estamos haciendo lo que podemos viviendo esta transición. Algunos alienados, otros conscientes, pero negando, otros conscientes, pero con miedo, y otros, posiblemente los menos, pensando qué hacemos con todo esto y haciendo.
Mientras escribo esto, un niño frente a mí sostiene un celular en las manos. Sus padres hacen lo mismo, están en el mismo escenario que yo, pero no se ven y menos escuchan los pájaros. Es una escena clásica de nuestro tiempo, y seguramente yo, si estuviera con mi celular en este momento, también me habría perdido todo esto que les relato. ¿Qué tiene la pantalla que no tiene la vida tangible? Muchas cosas pienso, pero por el momento, de cara al tema sobre el que voy a invitarte a reflexionar, creo que la tecnología puede acercarnos, alejarnos, adormecernos, provocar una desconexión, pero si quisiéramos, podría potenciar una conexión tremenda, desde la consideración de las bases humanas.
Desde hace algunos años, me apasiona el estudio de los vínculos humanos como canal de desarrollo principal del ser humano a nivel emocional y social, además del desafío de armar modelos y prácticas que permitan ayudar a pegar saltos cuantitativos y cualitativos en nuestro desarrollo desde miradas interdisciplinarias. Mi foco está ahí, y es desde esos lugares que entiendo como consecuencia la posibilidad de un modelo económico humanamente sostenible respetando a su vez el entorno. Evolución desde lo humano, y en pos de lo humano, pienso, porque hoy en lo económico vamos avanzando, en la tecnología avanzamos, pero... ¿en lo humano, en lo que nos hace humanos?, me pregunto. No por nada hoy comenzamos a hablar de la era de la deshumanización y junto con ello, las cifras de suicidios, depresión, desigualdad y violencia, entre otras, son las que son y se anuncian, poniendo cada vez más en entredicho el concepto que hasta ahora manejamos sobre desarrollo. Aspecto que además se hace acuciante bajo el foco de los Objetivos 2030.
Hoy estamos en las puertas de la cuarta revolución industrial y el cambio que esta implica también depende de nosotros. De fondo tenemos los Objetivos 2030, que nos invitan a un equilibrio, frente a una crisis inminente que vulnerabilizará lo humano y un futuro no tan lejano en el que se anuncia que vamos a convivir con robots o directamente nos convertiremos en cyborgs. Una era en la que los expertos anuncian que la gran pérdida será la humanidad...si no ponemos un poco de juicio y emocionalidad a este mundo.
Normalizar la involución o redefinir el desarrollo
Y es dentro de esta era en la que hace unas semanas me despertaba con una noticia cuyo titular hablaba de un robot que venía a solucionar el problema de la soledad humana: dicho robot había sido expuesto junto a otros desarrollos tecnológicos en la Feria CES 2019 realizada en Las Vegas.
Antes de despertarme con esa noticia, había estado mirando la serie Sex and love around the world y descubriendo los niveles de desconexión a los que estamos llegando y sus representaciones en distintas partes del mundo, y antes de eso, por todos estos años, intentando entender cómo el desarrollo de nuestras potencialidades de vinculación (y de todos los sistemas que impactan) se estaban viendo perjudicadas por el sistema que vivimos. Había estado investigado qué situaciones pueden variar nuestros modelos de vinculación y cuáles pueden ayudar a que nos cerremos a vincularnos o nos potenciemos entre nosotros. Qué prácticas pueden resultar deshumanizadoras, vulnerabilizadoras o involutivas. Estudiando y leyendo mucho, había descubierto que la pobreza, el estrés, la violencia, el desempleo, la baja inteligencia intrapersonal e interpersonal, la falta de redes, la falta de experiencias de vinculación segura y un reflejo positivo de nuestro ser, la falta de equilibrio en nuestras vidas y la imposibilidad de compatibilizar roles, entre otros, eran aspectos que sin duda nos estaban restando y entraban en lo que yo hace unos años nombre como la vulnerabilización de lo humano. Algo totalmente contrario a lo que desde un paradigma de RSH se haría, ya que en ese caso, pienso en sociedades que consideran y fomentan la existencia de factores protectores y se preocupan de identificar y prevenir sobre los de riesgo en los entornos.
Ante el titular que les comento, lo primero que pensé es que si el primer gesto de un ser humano es una sonrisa, si crecemos desde nuestros vínculos, desde el contacto, ¿en qué momento llegamos a pensar que el problema era la soledad y su solución un robot? Si lo decía hace unos años, hoy lo digo con más fuerza, los vínculos son la clave, nacemos crecemos y nos desarrollamos como seres sociales, y ese desarrollo no ocurre sólo en casa ni en una sola etapa de la vida. Si existen problemas de vinculación es porque algo no estamos haciendo bien. En este sentido no podemos olvidar que como ser social, el ser humano se moldea y se construye a sí mismo en la relación y comunicación con otras personas, grupos, instituciones y referentes significativos de su cultura (Shonkoff & Phillips, 2000), el desarrollo desde un nivel genético, bioquímico y neuronal, se despliega en profunda interconexión con lo interpersonal, vincular y socioafectivo, hasta lo cultural y colectivo (McCartney & Phillips, 2006; Shonkoff & Phillips, 2000; Gómez & Kotliarenco, 2010 ).
Por ello normalizar una sociedad del desvinculo, es restar oportunidades al desarrollo humano, y negar que nuestro potencial innato se puede estar viendo atrofiado. Es decir, que el concepto de desarrollo que hoy manejamos derive en un problema de soledad, tendencia al individualismo y estemos con problemas para vincularnos por más que lo normalicemos, es algo casi antinatural que literalmente dificulta o está limitando o impidiendo el desarrollo humano. Normalizamos una sociedad individualista, cuando contrariamente, es tal la importancia que tienen los vínculos para desarrollarnos y para nuestra supervivencia que ya en 1969 Bowlby nos planteaba que se observaba que los seres humanos de todas las edades eran más felices y pueden desarrollar mejor sus capacidades cuando saben que detrás de ellos hay un otro que podrá acudir en caso de que surjan dificultades; sin embargo, hoy vivimos una sociedad donde el mensaje es sálvate solo en pro de tu supervivencia.
Aunque el amor y las relaciones están en cuestionamiento y hoy por hoy habitemos sociedades individualistas donde ser asocial, desvinculado, desconectado emocionalmente está normalizado y ante los jóvenes se vende como sinónimo de cool, la realidad que esconde esta imagen es justamente lo contrario, porque el ser humano depende de los vínculos socio afectivos para evolucionar. En este sentido, los lazos relacionales que unen a las personas y sistemas se encontrarán a la base de la mayoría de los procesos críticos del desarrollo humano (Shonkoff & Phillips, 2000), como son los procesos psicológicos y biológicos del estrés , procesos vinculados a la autoimagen y autoestima , autorregulación y pensamiento reflexivo, Conformación de la citoarquitectura cerebral base para procesos más complejos, Construcción de modelos operativos o esquemas que organizan las experiencias y confieren sentido, estabilidad que promueve la salud mental , pueden actuar como factor protector ante la incertidumbre o amenaza, y entre otros , nos permiten la conquista de condiciones biopsicosociales esenciales para el desarrollo .
Por tanto, podríamos decir que cada vez que normalizamos el individualismo y la desvinculación estamos normalizando que existan no sólo menores probabilidades de desarrollo humano y bienestar, debilitando el poder de las relaciones como factor protector, sino que además estamos dificultando una visión del otro y de nosotros mismos como ser humano, como menores probabilidades de redes y, por tanto, de modelos de vinculación y de tener acceso a catalizadores emocionales que, aportándonos lugares seguros desde los cuales operar, logren orientarnos hacia un desarrollo positivo de herramientas internas. No tengo claro que para encontrar eso la solución esté solo en una app o en un robot.
Cuando pienso que la incursión de la tecnología en nuestros vínculos no es algo nuevo, esta noticia como tantas otras no debería llamarme la atención, como si considero que desde hace años venimos repitiendo que el desarrollo implica la tendencia a sociedades individualistas, como si se tratara de algo normal que en nada afecta nuestro desarrollo... quizás no debería pararme ante el robot, y seguir de largo, como el millón y tanto de lectores que leyeron y siguieron de largo, pero en mi caso me detengo, porque estamos hablando de soledad, estamos hablando de desvinculación y de un robot que viene a solucionar estos problemas. Aló, me digo, cuando los seres humanos somos seres sociales y los vínculos son la base de nuestra evolución.
Sumando noticias de la semana, de estos años, me pregunto: ¿cuándo vincularnos, acompañarnos, ser sociales dejó de ser algo que disfrutamos y sentimos como natural? Me paro porque la solución al problema de la soledad en este caso no pasa por identificar la causa, la solución es un robot, una app, y mañana será otra cosa, no una pregunta, no identificar qué nos está pasando que ya no queremos/podemos vincularnos desde lo humano, y hoy estamos delegando en robots, apps, y otros, habilidades que antes nos eran propias, y que hoy, aun cuando nos cuesten, siguen siendo la base de nuestra evolución, pudiendo contrariamente desde el entorno impulsar su establecimiento...
Entre robots, mercado de vulnerabilidad, vínculos y amor humanizado que hace evolucionar
Las relaciones se encuentran a la base de la mayoría de los procesos críticos para el desarrollo humano, en los procesos psicológicos y biológicos del estrés , de autorregulación, en cómo se configura nuestra arquitectura cerebral y en cómo funciona nuestro cerebro, influyen también en la construcción de esquemas a través de los cuales interpretamos nuestras experiencias y aprendemos a vernos, ver a otros y a estar en el mundo. Las relaciones tienen una función evolutiva, el punto es cómo nos estamos relacionando. Más que a quién amamos, cómo amamos: esa es la pregunta que invito a formular siempre, porque somos seres que construyen narrativas de vinculación desde factores sociales, emocionales, y cognitivos, y son esas narrativas, relatos o marcos de creencias y significados que vamos generando de las experiencias significativas que tenemos, desde los cuales miramos la realidad, nos relacionamos, se levanta lo que esperamos de un otro y de nosotros, y el cómo entendemos una relación. Dejar de vincularnos no es dejar de necesitar, ni superar el hermoso regalo que nuestro desarrollo sea interdependiente. Gracias a eso, a esa interdependencia y conexión, hasta ahora, nuestra especie ha sobrevivido.
Pero hoy, ante la desvinculación o el temor a vincularnos, nuestra necesidad de vincularnos afectivamente no genera una pregunta en el mercado sobre lo que está pasando, directamente se traduce a nuevos consumos o nichos que se sirven de esta necesidad alimentándose de los mismos circuitos del placer que cuando hacemos el amor, o nos besamos, o buscamos sentirnos seguros, traduciéndose en placebos controlados. Pareciera ser que hoy lo que pueden darnos los vínculos, lo buscamos en forma de chute o bajo dosis controladas...pareciera ser que amar es muy riesgoso hoy, entregarnos más, estar para un otro demasiado, cuidarnos algo extremo. ¿Qué modelo de vinculación estamos llevando por dentro o significado de las relaciones que el mismo resulta tan funcional para un mercado que nos dice que todo es volátil?.
¿Y qué modelos de vinculación el mercado y el entorno están dibujando? No solo con la alta presencia de amenazas que activan nuestros sistemas de apego, sino ya con las largas jornadas laborales que están afectando el establecimiento de nuestros vínculos, con la invitación a la desvinculación, con la normalización de referentes desafectivos, el refuerzo de una identidad que vale en cuanto tiene, en cuanto trabaja mucho. Un entorno donde el éxito no está dado por la autorrealización, ni por las horas de vinculación que pasamos con los nuestros sino por los números en la cuenta ( aun cuando el desarrollo y la riqueza está en la primera parte). ¿Qué modelos estamos dibujando cuando nuestra sociedad define y valora identidades desde el tener no desde el ser y la pertenencia que se busca pasa por las clases sociales? O cuando el bienestar es entendido como una responsabilidad personal (Caso Chile, Encuesta Bicentenario 2018), en vez de compartida en coherencia con el curso de nuestra evolución.
Sí, la base de nuestro desarrollo emocional y social comienza en la familia y en las redes que se dan dentro de un contexto que puede facilitar o dificultar el desarrollo ¿Por qué no cuidarnos? ¿Por qué no educarnos en inteligencia intra e interpersonal? ¿Por qué no comenzar a pensarnos como sujetos socioemocionales influidos por nuestras experiencias y contexto? Si la base comienza en el grado en que logramos mirarnos , conectarnos, expresarnos, estar, respetarnos y tocarnos el alma con lo que hacemos como padres, cuidadores, entre hermanos, parejas, amigos y comunidad. Es ahí donde aprendemos si somos lo suficiente para que alguien nos vea, nos sienta, nos escuche, nos quiera o se muestre disponible cuando lo necesitemos, es ahí donde comenzamos a ser sujeto o objeto, donde podemos aprender si la vida se trata de colaborar, competir, renunciar, dominar, ser sumiso para sobrevivir, para ser visto o querido, es ahí donde aprendemos el que las relaciones pueden significar un costo, una amenaza o un espacio para crecer, es ahí también donde generamos el primer modelo de autoridad y afecto con que miramos nuestras principales figuras significativas incluyendo parejas, amistades, jefes o líderes. «Las relaciones son un costo», escucho mucho últimamente, y recuerdo que la continuidad en nuestros estilos de apego (estilos de relación) como planteaba Bowlby «es debida principalmente a la persistencia de los modelos mentales del sí mismo y los otros» (Feeney y Noller (2001) o a Galeano diciéndonos que la sociedad del desvínculo nos invita a convertirnos en islas y es verdad , además de minar las bases de nuestra evolución como sujetos sociales.
Con respecto a esto, como les comentaba al inicio de este artículo, hace poco tuve la oportunidad de mirar algunos capítulos de la serie Sex and love, y aunque la tendencia a ser individualistas en aquellos países que tendían al desarrollo fue algo de lo que ya nos habló Hofstede en su momento, los fenómenos que estamos viendo hoy, con el cruce de la tecnología y los ritmos de vida actual, son para nuevos análisis. Ciudades donde las personas se hablan a través de aplicaciones, pero no en directo, donde no se expresan afecto en público porque no está bien visto, donde no se dicen te amo, no se tocan , cada día se normaliza más el tener una pareja sin sexo, pero en paralelo se normaliza el pagar por tener una cita donde los escuchen donde los abracen , donde vivir una experiencia afectiva...ya no solamente sexual o ni siquiera sexual. Literalmente, comprar una experiencia de aceptación o de permitirte ser tu mismo..
Todo esto me hizo pensar que al tratarse de un servicio, podemos entender que se busca una experiencia de «afecto» bajo control, y además en un tiempo limitado, algo como lo que ocurre cuando en aplicaciones de citas las personas somos mostradas como un producto, y vamos a terreno seguro, sabemos que el otro va a estar, hay un match, pero la advertencia en muchos casos es que estará sólo por un rato, y algunos siguen con un no te enamores, como si se tratara de algo malo que rompe la erótica del desvinculo. Yo me pregunto: ¿a qué le tememos? ¿Cuál es el coste que aprendimos que conllevaba involucrarnos en relaciones reales? ¿Qué nos pasa con nuestra capacidad de poner límites? ¿Qué costes aprendimos que llevaba expresar lo que sentimos y relacionarnos? ¿Qué significados tiene el mostrar lo que sentimos? ¿Por qué es más fácil relacionarnos desde una pantalla a de forma directa? Todas esas preguntas me hago mientras me pregunto en qué momento dejamos de vivir relaciones amorosas para creer que en el que estaba la calidad, y no en el cómo.
Del qué (amas), ahora, sumamos el cuánto. Si algunos cuantificaban la felicidad o el valor de las personas, según cantidad de cosas que podíamos comprar o tener, otros hoy cuantifican las relaciones según cuantas personas componen su lista o evaluan la libertad según menos compromisos tengan. Bauman ya nos había anunciado que las leyes de mercado habían entrado a nuestros vínculos y Calvi nos había dicho que seguramente esa distancia y desconfianza al otro, tenía que ver con una historia de origen donde la noción de semejante se había visto afectada, y creo que ante esto no hay duda . Soy de las que piensa que la distancia que hoy vemos en el espacio social además de verse reforzada por la forma en que vivimos, esconde heridas, ausencias o sobrepresencia.
A veces a los que abogan por el «no compromiso», los escucho decir que la exploración asegura el crecimiento y eso es real, pero también puede ser síntoma de escapatoria dependiendo del estilo vincular que tengamos. Por ejemplo, en el caso de los niños con estilo vincular evitativo, se observa que parecen utilizar la conducta exploratoria para como medio para evitar el contacto con sus madres, aspecto que luego de adultos se puede traducir en trabajar compulsivamente o utilizar su trabajo para evitar las relaciones de intimidad.
Lo interesante es que, según se ha visto, la estrategia que utiliza este estilo vincular para gestionar sus necesidades emocionales, tiene como objetivo reducir conflictos con cuidadores que les rechazaban o que permanecían insensibles ante sus necesidades. Muchos han sido forzados a una independencia prematura, con conformidad y negación de sus necesidades.
En caso contrario, se ha observado que la existencia de padres receptivos, ausencia de violencia en la familia, respeto por la persona y sus necesidades, respuesta a esas necesidades, disponibilidad de la figura significativa, y bajo nivel de conflicto, entre otros, promueven estilos vinculares que nos hablan de personas que están cómodas con la intimidad, y que son capaces de confiar en los demás y depender de ellos. se manifiesta en conductas de exploración, seguridad, curiosidad. En el caso de angustia es apropiada a la situación, mostrando capacidad para gestionar sus emociones negativas, reconociendo su ansiedad y abierto a buscar apoyo en el caso de que considere que lo necesita. Son capaces de mostrar sus emociones como sufrimiento, molestia o enfado sin venirse abajo demandando en el caso que lo necesiten apoyo de otros, afecto o cuidado. Se muestran interesados en las relaciones con los demás. Muestran conductas de respeto y empatía con los otros, interesándose por el estado emocional sin sobre identificarse con ellos y viendo al otro como un ser independiente. Son menos susceptibles a los rechazos y cuando están en grupos grandes mantienen la lealtad y la confianza con respecto a su círculo más íntimo.
Si pensamos en estas descripciones, claramente podemos pensar que nuestros vínculos están cambiando, pero con ello, no tengo claro si avanzando. Pienso que es verdad que cada vez nuestras sociedades tienden más a la desvinculación, y al individualismo, pero que tiendan , como característica o consecuencia de lo que hoy se considera desarrollo económico, no significa que humanamente hablando con estos síntomas, por todas las razones que explico, podamos hablar de desarrollo.
En el caso de Tokio, un país con un alto nivel de crecimiento económico veo que las personas entrevistadas hablan de un entorno no afectivo en su infancia, y luego veo que «está mal» ser un ser que siente , pero «no está mal» comprar la experiencia de permitirse ser un ser sintiente, mediante tarjeta de crédito con todo bajo control?. Y pienso, quizás eso es lo que nos ofrece el mercado, consumir desde nuestra vulnerabilidad y vacíos, la pregunta que yo me hago es qué nos está ofreciendo lo humano para que exista una economía basada en nuestra necesidad de vincularnos?, porque es ahí donde podremos hacer mucho de cara a la cuarta revolución.
En medio de un contexto social, político y mundial que nos habla de altos grados de inestabilidad y violencia hacia y entre lo humano, bajos niveles de bienestar (tendencias crecientes en depresión y suicidio), aumento de la desigualdad, cuestionamiento de paradigmas, roles, identidades, caída de referentes de seguridad, autoridad e ideales … convivimos con una realidad que habla de la llegada de la cuarta revolución industrial , que sin dejar de valorar los posibles avances que conlleva no podemos negar que también conlleva, dentro del escenario que vivimos, algunos riesgos y la necesidad de regular el cuidado y valor de lo humano.
El mercado parece querer crecer asumiendo el costo que va conllevar esta nueva etapa, o al menos parecen normalizar que la gran pérdida de los próximos tiempos debido a la introducción de las máquinas, sea la sensibilidad de lo humano. En este sentido, el doctor Ian Pearson, miembro de la World Academy of Art and Science y de la British Computer Society prevé que para el 2050 los humanos intimen más con robots y dispositivos que con otros seres de su especie. La Humanidad parecer ser la gran pérdida en el futuro de la automatización, y que influirá en nuestra manera de relacionarnos como sociedad, afirman desde Future of Work.
Si el sistema que vivimos está generando un quiebre en nuestra capacidad de vinculación, ¿es solución desarrollar nuevos nichos de mercado que pongan un parche a nuestra involución con el fin de sostener un sistema? Hoy por hoy, existen líneas de pensamiento que algunos estamos desarrollando que apuntan a cuestionar qué tipo de negocios podrían considerarse aliados del ser humano, o cómo tendrían que transformarse aquellos que en este momento están remando hacia el lado contrario al sostenerse desde un paradigma de la vulnerabilización y no desde uno que apunte a reforzar los factores protectores. Y así , mientras esto ocurre, otro grupo no menor de personas y poderes está intentando «mejorar la condición humana» y aumentar el potencial del ser humano mediante el uso de la tecnología.
Escuchamos discursos que apuntan a la normalización de referentes desafectados como una vía para desarrollarnos «cyborg como un híbrido que es alabado como figura que rompe con el dualismo y la dicotomía de la identidad. Un posthumano biológicamente indefinido y culturalmente consciente de que puede elegir convertirse en lo que es...», leo, e irónicamente pienso que la solución al problema de desarrollo humano e identidad brutal que tenemos en nuestra sociedad/mundo es....¿ser un cyborg? Y yo recién me entero. Yo pensaba que tenía más que ver con falta de desarrollo de habilidades socio afectivas unidas a características de sistema socio económico que vivimos y la forma en que nos estamos vinculando , pensaba que se vinculaba con bajos niveles de inteligencia intrapersonal e interpersonal con la falta de consideración de fomento de factores protectores en el entorno, con el no reconocimiento ni cuidado de la singularidad y diversidad humana.
Digamos que estoy más en la línea de estar de acuerdo con Maturana. Maturana nos dice que toda la evolución del sistema nervioso tiene que ver con hacer las cosas juntos, con coexistir, y que para eso ocurra tenemos que disfrutar el compartir, siendo el lenguaje que posibilita esto, el amor y el amor tiene que ver con reconocer a un otro como un otro, tiene que ver con ver, con escuchar , con estar presente.
Si el ser humano como ser social, se moldea y se construye a sí mismo en la relación y comunicación con otras personas, grupos, instituciones y referentes significativos de su cultura (Shonkoff& Phillips, 2000), me cuesta , concebir que este querer superar lo humano que nos plantea el transhumanismo no suene dentro de una obra del teatro del absurdo, al obviar lo anterior y al no preguntarnos sobre el potencial hasta ahora truncado de lo humano. Mientras normalizamos el no tener tiempo para nuestras relaciones, el ser individualista, asocial, desafectados, desvinculados, deshumanizados — todo lo contrario a lo que nos hace evolucionar —, hoy el siguiente paso que se nos plantea es ya pensar en convertirnos en cyborg.
Lo que nos dice Maturana no son palabras bonitas, sino la puerta para comprender por qué una sociedad que promueve una visión individualista, desvinculada, desafectada , orientada a la competitividad, al trabajo en exceso , a la desigualdad , deshumanizada en la visión del otros y de nosotros mismos y no consciente del valor de nuestra diversidad , nos está haciendo daño en lo humano y restando en nuestras posibilidades de desarrollo en el momento en que todos estos aspectos , afectan y cruzan nuestros vínculos y por tantos nuestras posibilidades de desarrollo desde el punto de vista bio-psico-social.
Mientras todo se cae, y no tenemos claro si vamos a una catástrofe o crisis, ya comienzan a aparecer algunos focos que creo son las primeras líneas de ese futuro que aún no llega pero que ya se está dibujando. Si hay algo que estamos seguros es que el cambio que viviremos post tormenta y dando por sentado una alto grado de vulnerabilidad en lo humano, parece que será acompañado de otro cambio, el de las máquinas, que para lo humano pronostica a su vez un antes y un después.
El futuro de las máquinas dentro de una sociedad desvinculada suena increíble, y su éxito también por ahora para las máquinas y principales impulsores. Para lo humano, según el enfoque que veo, implica menores posibilidades de desarrollo desde sus potencialidades innatas, posiblemente hasta ahora no del todo desarrolladas. En este sentido, si el mercado funciona como un espejo de nosotros mismos, como en su momento escuche decir a un inversionista, tendremos que mirar que nos está pasando por que eso que llamamos desarrollo, hoy por hoy, además de los costes y tendencias que he comentado en artículos anteriores, vamos directo a normalizar la deshumanización de lo humano.
Queremos una sociedad productiva, sí, estamos de acuerdo, como evolucionada, pero también sana, y desde la óptica que miro esto, observo que esto no ocurrirá si no cuidamos y esta vez de verdad impulsamos el desarrollo humano desde el impulso de prácticas, políticas y servicios que respeten y fomenten los factores protectores del desarrollo humano desde la facilitación de los recursos innatos e internos que traemos. Si viene una cuarta ola, tendremos que considerar que la inversión en tecnología hoy también hablará de los avances que tendrán nuestras sociedades el día de mañana, y es ahí donde tendremos que preguntarnos si la inversión será en la causa o en el síntoma, y si nuestra mirada de la realidad y las problemáticas humanas seguirá siendo lineal o multifactorial y multidisciplinar, finalmente , más compleja , como el ser humano , su entorno y su impacto mutuo.
Leo el titular que les comentaba al inicio, y pienso que si los seres humanos somos seres sociales que dependemos de un otro para desarrollarnos — además de todos los aspectos en que los vínculos tienen impacto, digamos también que uno de los sistema innatos de supervivencia tiene que ver con la vinculación—, la soledad, como síntoma, o el individualismo como característica central de los países desarrollados, tendría que decirnos algo sobre las sociedades que vivimos y estamos construyendo y que están haciendo involucionar lo humano. Tendría que, al menos, invitar a preguntarnos en qué momento una característica que nos acompaña desde el nacimiento — nuestra necesidad de relacionarnos, vincularnos, cuidarnos o incluso empatizar con la vulnerabilidad — se está truncando y está dejado espacio a la desvinculación, y deshumanización ante un otro, a que hoy pensemos que un robot es lo que necesitamos para solucionar un problema que es fruto del problema del sistema del que hoy formamos parte. A mi parecer, abogar por tecnologías como estas, es declarar que somos discapacitados socio emocionales que además no podemos cambiar la realidad que nosotros mismos estamos construyendo, normalizando aquello que nos deshumaniza.
Cuando observo que la tecnología busca suplir el problema de la soledad humana sin ir a la raíz , y sin cambiar nada, sin preguntarnos porque estamos solos o no dedicamos tiempo a nuestros vínculos, para invertir neuronas ahí, en solucionar la causa, no el síntoma , vuelvo a sentirme en el teatro del absurdo y me pregunto: ¿qué equipos están trabajando a nivel de desarrollo tecnológico en la detección y generación de soluciones ante las problemáticas socio emocionales y humanas que están surgiendo? Me pregunto: ¿quiénes son los perfiles y sistemas, los criterios de los desarrollos? Porque si ponemos a desarrollar tecnología a personas para las cuales el contacto humano es un riesgo, una amenaza, difícilmente podremos dar con soluciones que apunten a las causas.
Con respecto a este punto, en el encuentro realizado en Madrid, El Hombre y las Máquinas, recientemente, el filósofo Antonio Marina se preguntó: «¿sabremos educar a las nuevas inteligencias para que sepan estar en un mundo expandido de la tecnología? (...). Sí, con tal que seamos muy cautos con las redes y seamos promotores de los nodos, que son las personas. Si los nodos somos potentes , somos éticamente claros, sabremos administrar las redes con mucha eficiencia y con muy buen provecho».
Sueño con una sociedad que facilite el desarrollo de las personas y no la castración de su capacidad de vinculación, singularidad y por tanto potencial evolutivo. Y es en este sentido que veo que los vínculos y el respeto y educación en los mismos como aspecto clave del desarrollo es urgente, y menos costoso y más realista que intentar mejorarnos a través de tecnología exterior, Humano Optimus, cuando aún no logramos conocer, entender e impulsar «la tecnología» con que venimos de fábrica y menos impulsar desde fuera y de forma natural, lo que llamo Humano Potencial, ni su singularidad.
Hoy nos hablan de que la forma de desarrollar el potencial del ser humano, vivir nuestra individualidad y ser superhombres será la implantación de chips y otras tecnologías, cuando no hemos impulsado lo humano y contrariamente hemos montado una parte del mercado desde su vulnerabilización y desde ese mercado hemos logrado destruir nuestro entorno, porque a menos yo, a menos placer, a menos autoestima, a menos vínculos, a menos amor, finalmente, más es nuestra tendencia al consumo.
Mi apuesta va por otro camino, y esa es la invitación que les voy a dejar, integrar la tecnología a favor de lo humano desde su potencial biológico, psicológico, social y, sobre todo, seguir impulsando lo que defino como RSH, «un modelo que apunta a considerar en las políticas, forma de hacer empresa y sociedad, aquellos factores que pueden facilitar el desarrollo humano. Eso implica considerar los factores de riesgo, como los factores protectores a la hora de definir lineamientos y acciones que apunten a intervenir el entorno o forma de vida de las personas, considerando que hablamos de aspectos transversales para el desarrollo humano necesarios a tener en cuenta bajo las características del entorno que vivimos . Apunta a la responsabilidad que tenemos como actores civiles, políticos y empresariales de asegurar, facilitar y fomentar el desarrollo humano desde las políticas y modelos que implementamos en nuestras sociedades, comunidades, instituciones o empresas».