Los españoles fueron los primeros en describir el Ulamalixtli o Juego de Pelota de los Aztecas como un espectáculo particular. También repararon en que para el imperio, éste tenía un sentido político y religioso muy profundo, razón por la cual lo prohibieron por hereje.
Con una antigüedad de más de 2.500 años en Mesoamérica, el juego fue una actividad ceremonial y pública tradicional de los pueblos Olmeca, Veracruz, Zapotecas, Mayas y Toltecas, caracterizada por sus elaborados rituales y complejo simbolismo. La profusión de canchas y el importante emplazamiento que éstas ocuparon en sus ciudades y centros religiosos, dan testimonio de ello. El juego permitía resolver conflictos políticos y bélicos. También, simbolizaba un drama cosmológico entre las principales deidades de estos pueblos, regentes de la agricultura. Dos equipos se enfrentaban en un partido que generalmente concluía con la muerte por decapitación de los perdedores.
El sacrificio aseguraba la continuidad del ciclo cósmico, del cual dependía la fertilidad agrícola. Los jugadores protejidos con antiparras, cinturones y tobilleras, debían pasar una pesada pelota de hule, por un elevado aro situado en la cancha, impulsándola sólo con caderas y antebrazos. Los “yugos”, “palmas” y “hachas”, ofrendas comunes en las tumbas Veracruz, parecen ser réplicas en piedra del equipo de juego, originalmente hechos de madera y algodón.