En esta área, cada pueblo se organizó como una entidad relativamente independiente, con sus propios jefes, en permanente conflicto con sus vecinos, con quienes mantenían a la vez intercambios rituales y alianzas.
El vestuario cumplía funciones de comunicación más que de protección frente a la intemperie y el cuerpo mismo fue soporte de una abigarrado conjunto de adornos y modificaciones que expresaban identidad y prestigio en un mar de dialectos y etnias autónomas.