Cuando visité Barcelona por primera vez con mi novia, inmediatamente supe que volvería a esta ciudad, apenas había llegado y ya sabía que volvería. El aire cosmopolita que allí se respira no existe en ninguna otra parte del mundo; la Rambla, el perfecto clima mediterráneo -que incluso sopla en invierno-, el Monumento a Colón, el Arco del Triunfo, la Sagrada Familia, el Parque Güel, y todas las obras de Gaudí; las tapas y la cerveza catalana, el chino contiguo al Hotel Athiran, Orwell, y el minisúper que te deja todo muy barato, los paquistaníes que quieren venderte toda su tienda y te estafan con los descuentos, el café con bocadillos de jamón serrano; es sencillo apasionarse por esta ciudad; y aunque goce de ciertos aires inestables por el procés y los independentistas que toman las calles, a pesar de esto me prometí volver...
Lo siento, queridos lectores, no puedo seguir más con esta farsa, ¡los estoy engañando!, esto no es una oda a la hermosa ciudad de Barcelona ni un espacio publicitario de la Generalitat de Catalunya para promover la emancipación de España; realmente la única razón por la que gasto el dinero que no tengo pagando un boleto de avión desde San José de Costa Rica hasta Barcelona, es porque ahí y sólo ahí la historia del fútbol se está escribiendo cada domingo por la noche. Para que me entiendan mejor: si me dijeran que Messi se retira mañana, inmediatamente suspendo todo, abandono mis labores, renuncio al colegio, vendo mis pocos bienes y compro un boleto de avión para apresurar mi llegada al Camp Nou. Porque posiblemente lo que estamos viendo hoy no lo volvamos a ver en ninguna época, ni ahora ni dentro de mil años.
Y es que lo que Lio hace con la zurda me excede, me supera, y la poca cordura que tengo la pierdo cuando veo que tiene una pelota en sus pies. Mi corazón se acelera estrepitosamente cuando corre la banda, toma el centro del campo y engancha hacia afuera, dribla, encara, cabecea, asiste, gambetea y anota. A ver, es posible que si no les gusta este deporte no entiendan absolutamente nada de lo que trato de explicar, es más, ni yo me entiendo, pero si les doy perspectiva desde otros espacios pueda que obtenga su atención: Messi es al fútbol lo que Einstein es a la relatividad, lo que Jordan es al basquetbol, lo que OJ a la NFL, lo que Miguel Ángel es a la pintura, lo que Bolt al atletismo, lo que Phelps a la natación, lo que Bob Marley al reggae y lo que Da Vinci es a la invención; en otras palabras: Messi es la esencia pura del deporte más hermoso y pasional del mundo, nadie puede quedar ajeno a su talento, nadie puede quedar sin disfrutar de su magia, ni siquiera la hinchada de su archirrival se puede privar de tal privilegio; su torpeza al hablar y el pánico escénico que padece lo volvió mundano, muy cercano, de nuestro barrio, le quitó lo celestial aunque insistamos en llamarle D10S; y además es la única evidencia que tenemos que, este tipo enfermo por el futbol, es de este mundo y no de alguna galaxia vecina.
Su metro setenta y su mirada perdida lo mantienen humilde, y la ley de la gravedad con sus pies en la tierra; es un tipo como cualquiera que se toma una cerveza tranquilamente en un bar, eso si no fuese atacado por la fanaticada enloquecida encima de él; odia los flash, la atención, las cámaras de video, tartamudea cada vez que lo entrevistan y nunca mira a los ojos, siempre esquivo, como si temiera algo. Este tipo parece todo menos el mejor en su área.
Lo sé, escribo como hincha, como fanático o como un tipo enamorado tratando de conquistar a una chica, pero me resulta inevitable; y es que mi capacidad para razonar la pierdo cuando lo agreden, cuando lo golpean, cuando su rival le comete falta, cuando el árbitro no pita la obstrucción clara, cuando el línea ignora las constantes agresiones que recibe, cuando el defensa le hace una vil zancadilla y lo lastima. Me siento como una madre impotente viendo cómo maltratan a sus hijos, como una leona enfurecida detrás de una manada de hienas que devoró a sus cachorros. Los jueces se confunden porque aun después de todas las faltas, golpes y agresiones que recibe, Messi no se tira, no se cae, no busca favorecerse, le importa poco sacar una expulsión que logre poner en ventaja a su equipo, no le interesa aprovecharse de la ventaja que daría un defensa central con tarjeta amarilla, un penal a su favor a la mitad del partido o una falta en un contrataque. Messi es él y la pelota, camina, trota y corre con ella, no se le despega -literalmente- ni por un segundo. Se desespera cuando no la tiene y la busca como un alquimista tratando de encontrar la piedra filosofal. Lo sé, desde hace ratos este texto perdió objetividad y excede lo personal, pero estoy tratando de recordar a alguien que provoque lo que Messi provoca en mí, hay una sensación en todo esto que me resulta familiar, cercana.
Pido perdón a los homofóbicos si esta declaración de amor les resulta chocante, pero es que no encuentro otro parangón para explicar lo que Messi me hace sentir, lo que me mueve, lo que despierta es amor puro, pasional, irreverente y descomunal. Me siento dichoso, agradecido y afortunado; ¿qué hice para merecer tanto? ¿Qué hice para merecer nacer en la época de Messi? Por suerte, a mis 29 años le he visto 14, desde su debut 3 días después de mi cumple años, desde su primer gol, desde su primer título, desde su primer Balón de Oro. Pero después de verlo ganar todo, levantar copas colectivas y premios individuales, ya no me interesa ver a Messi en el podio mundial, perdí totalmente el interés en las discusiones infructuosas de si merece o no cada premio que la FIFA entrega año con año, si la revista francesa se equivocó al no darle Balón de Oro, si hubo fraude en la votación, si merecía o no el The Best, si no ganó la final del 2014; todo esto me viene flojo.
La relación que tengo con Messi excede esas nimiedades, y después de mucho darle vuelta, pude aterrizar esa sensación que percibo en cada partido en la que sale la dorsal número diez con la Selección Argentina y el Barcelona… ¿quién me hace sentir tan pleno después de tantos años? ¿Quién logra ilusionarme y sorprenderme aun después de creer haber visto todo? ¿Quién me acelera el corazón al punto de dejarme sin aire? Minutos después lo pude recordar. Messi me recuerda a mi novia. Mi amor me vas a matar, pero es así, y no estoy hablando de poliamor o bisexualidad, ni más faltaba, déjenme explicarles:
Las muestras de amor y cariño al principio de mi relación iban y venían, no había día en el que no deseara demostrarle con todo tipo de cosas el amor que le profesaba a mi chica; salíamos a caminar de la mano, abrazados, nos besábamos en la vía pública, en los buses, en los parques y en los cines, aprovechábamos cada segundo para darnos muestras de cariño y afecto. Las caricias eran el pan de cada día y por las noches dormíamos abrazados sin importar el calor o la incomodidad, salíamos casi todos las noches a cenar. Yo recordaba todas las fechas importantes, lavaba los platos y las ollas, tendía su cama y planchaba mi ropa, procuraba que se sintiera protegida, segura y amada, salíamos a almorzar cada mensuario y casi nunca discutíamos… Ahora, pasados los años, no hace falta correr tanto para demostrar cuánto nos amamos, seguimos enamorados, pero no hace falta tirar la casa por la ventana para demostrar nuestro amor, ahora con solo ver a mi novia a los ojos nos reconocemos como amantes eternos; y sí, lo mismo me pasa con él, perdónenme, pero después de todos estos años viéndolo ganar cada premio individual existente, batir cada récord mundial vigente, levantar copas, ganar medallas y regalarme lagrimas de alegría; ahora solo me basta ver a Messi, me basta verlo quince minutos con la pelota para reconocer en él al mejor deportista de todos los tiempos.
Messi, ya no hace falta que me demostrés nada, ya superamos esa etapa, ahora solo quiero verte jugar.