«De lo que no se puede hablar, hay que callar»
(«Tractatus logico-philosophicus», L. Wittgenstein)
Es sábado, me he encerrado en casa con mi soledad para hacer más dura mi dieta. Para pensar en todo lo que uno piensa, cuando debe alejar el hambre y el instinto de hacer lo que siempre ha hecho para no cambiar.
Las horas pasan lentamente, leo y escribo. Me veo desde el alto y siento que para conocer la realidad de una persona, hay que ser esa persona misma y, a menudo, ni siquiera esto es suficiente. Esta observación está en contraste con lo que muchos piensan, ya que ellos afirman que para conocer a alguien bastan unas pocas preguntas, quizás un encuentro, unas horas y nada más. Quizás confunden conocer con reconocer o conocer superficialmente, que no significa lo mismo, si significa algo. Porque después de haberme visto y observado, concluyo que muchas veces no me conozco a mí mismo, sin que esto sea en sí una aberración.
Por otro lado, el mundo va en la dirección opuesta y basta pocos minutos y esfuerzos para que alguien declare «entiendo». Pero qué entiende, me pregunto, sorprendido por la facilidad con que hace esta afirmación. Entiendo, si entiendo, cuando basta poco para verificar el contrario y si es así, que más allá de las apariencias, nadie entiende nada o poco, para qué sirve comunicar.
Una vez encontré a un personaje que no decía nada y guardaba un silencio tumbal. Después de varios encuentros, me contó que callaba, porque no valía la pena hablar. Me miró a los ojos y me dijo: «no vale la pena, porque nadie entiende nada y lo que entienden es por su propia comodidad». Y agregó: para entender hay que vivir las mismas experiencias y si quieres saber lo que es el hambre, tienes que ayunar.
Pensando en sus palabras que aún resuenan en mis oídos, cada día me convenzo que tenga siempre más razón y que abstenerse de todo comentario es una buena opción. Las palabras son cáscaras con poca médula, que cada uno cree llenar con los fantasmas de sus vivencias y su viva imaginación sin preocuparse si el contenido que dan llena algún vacío y sin considerar que, de una forma u otra, podemos no tener razón y por eso, cuando pienso en el sentido, pienso en primer lugar en la sensación. Habéis pensado por ejemplo en el significado de dolor o de miedo o de amor.
No puedo juzgar por otros, si este sea el caso o no, pero se siente inmediatamente si uno es capaz de reconocer la sensación, de intuirla o sentirla o por haberla ya vivido, lo que significa me duele profundamente el corazón. Por eso, hoy ayuno para entender lo que sienten millones cada día, para entender con empatía e intimidad el significado de esta forma de dolor.