En Pulso, Nicolás Mastracchio⁓ ofrece una ambientación para que el público se conecte con sus pies a la tierra y con todo su cuerpo al espacio, mientras las obras flotan libremente desde el techo. Las fotografías que cuelgan sin marco y sin tocar la pared se intercalan con móviles muy frágiles: una pluma sintética enganchada a un alambre de color, una hoja seca colgada de una tanza. Pequeños objetos como caracoles, una piedra de nácar o una cáscara de maní, cintas de papel o hilos están enmarcados por redes o cartulinas dobladas que giran suavemente impulsadas por el movimiento del aire. Las fotografías son un momento de síntesis dentro de la exposición: planos bidimensionales que condensan el contexto tridimensional desplegado en los móviles. Es decir, la imagen fotográfica no explora un “fuera de sí” para conquistar la tercera dimensión, sino que concentra las relaciones estéticas, espaciales y materiales que están a su alrededor. El video, en cambio, marca el pulso de la experiencia a partir de su fluir constante y, sobre todo, a partir de la pieza sonora que lo acompaña, que se derrama sobre las otras piezas y sostiene un ritmo para guiar la inmersión del espectador. Las obras permiten así visualizar la energía que concentra la imagen actual: cómo se vuelven un cúmulo de sensaciones físicas, de contextos y de relaciones entre cuerpos e imágenes.
Si bien el artista continúa con propuestas previas donde imitaba al espacio virtual de la imagen digital sin usar herramientas de postproducción como el photoshop, se aboca aquí a la experiencia corporal del espectador. Con Pulso, Mastracchio⁓ busca desacelerar la percepción a partir de una conexión con todos los sentidos; una conexión frágil, sutil, transitoria y, justamente gracias a todo esto, densificada. El proyecto fue influenciado por principios zen que el artista pone en práctica hace ya un par de años, sobre todo, a través de la meditación. Trabaja sobre el encuentro entre la naturaleza fija de la imagen fotográfica y las ideas de movimiento y cambio centrales en estos principios. Así, fue explorando las configuraciones espontáneas y efímeras de un pequeño cosmos de objetos, que es ordenado en pocos minutos y luego fotografiado, junto a la instalación de móviles en movimiento que presenta por primera vez en esta exposición.
Nicolás Mastracchio⁓ nace en Buenos Aires, en 1983. Asistió a clínicas de obra con Ernesto Ballesteros (2005), Leopoldo Estol (2006) y Mónica Giron (2008). Participó en el Programa de Artistas en la Universidad Torcuato Di Tella, 2009, y fue seleccionado para la Beca Kuitca / UTDT, 2010-11.
Recibió diferentes premios y becas entre los que se incluyen la residencia Skowhegan School of Painting and Sculpture, Maine, EE.UU., 2012; en 2013 ganó el Premio Lucio Fontana para residir en Turín, IT; la beca Yaddo Artist’s Residency, Saratoga, NY, 2016, Y la Beca AMEXCID que le otorgó una estancia de creación artística en la ciudad de México. En 2017 participó en la beca Headlands Center for the Arts, AIR, Sausalito, CA.
Su trabajo fue exhibido en instituciones públicas y privadas de la Argentina y del exterior, como el Museo de arte Moderno de Buenos Aires; el Centro Cultural Recoleta; la Biblioteca Nacional de España, Madrid; la Galería Pilar, San Pablo; el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires y el museo MALBA.