Alana Iturralde, Engel Leonardo, Nayda Collazo-Llorens, Quisqueya Henríquez La cultura de los archipiélagos no es terrestre, como casi todas las culturas; es fluvial y marina. Es una cultura de direcciones, no de rutas; de aproximaciones, no de resultados exactos. Aquí, el mundo de líneas rectas y ángulos (la esquina, el plano inclinado, la encrucijada) no domina; lo que domina es el mundo fluído de las curvas.
(Antonio Benítez-Rojo, La isla que se repite: el Caribe y la perspectiva postmoderna)
El Caribe no es un territorio determinado o una región en un mapa con un conjunto de coordenadas geográficas que delinean claramente sus límites. Es un hecho geográfico e histórico… un meta-archipiélago, sin fronteras y desprovisto de un centro, que se compone de diferencias. Los procesos históricos en curso de conquista, colonización y migración que constituyen el Caribe como espacio producen prácticas artísticas que fluyen libremente entre los sentidos, los sistemas de conocimiento y las formas. Un hecho de diferencias reúne obras de cuatro artistas del Caribe cuyas prácticas artísticas se encuentran en este espacio indeterminado: entre lo formal y lo informal, la historia del arte occidental y el conocimiento afro-caribeño e indígena, lo imaginario y lo real. Desatendidos de las categorías y jerarquías entre las manifestaciones culturales -y eludiendo los significados culturales que podrían apuntar a entendimientos estrictamente regionales- las obras de arte en la exposición negocian formas, influencias e historias para articular procesos sincréticos y objetos.
Los artistas Quisqueya Henríquez y Engel Leonardo, quienes viven y trabajan en Santo Domingo (República Dominicana), combinan el lenguaje de la cultura vernácula con la historia del arte y la estética, realizando obras que reflejan los procesos sincréticos y dialógicos de la región. Las obras de Henríquez que aparecen en la exposición forman parte de la serie Formal / Informal (2007-actual), donde la artista colabora con Federico “Fico” Gómez Polonia, un artesano que trabaja en las calles de Santo Domingo. Fico usa tiras de plástico largas y delgadas de diferentes colores para tejer y cubrir muebles, volantes, espejos y otros artículos domésticos y funcionales. En 2007, Henríquez le pidió a Fico que cubriera formas geométricas simples con este material, y desde entonces ha producido una serie de trabajos colaborativos que hablan de las similitudes y diferencias entre la economía informal de la calle y la economía formal del campo de la estética. Para esta exposición, Henríquez le pidió a Fico que cubriera una silla mariposa, una de las sillas más copiadas y replicadas en la historia del diseño moderno. La silla Butterfly o BKF Chair fue diseñada en Buenos Aires, Argentina en 1938 por los arquitectos Antonio Boner, Juan Kurchan y Jorge Ferrari Hardoy, quienes trabajaron en algún momento en el taller de Le Corbusier en París. La práctica colaborativa de Henríquez se ha extendido a otros artesanos. En Untitled (2018), Henríquez le pidió a un enmarcador local que hiciera una serie de marcos entrelazados hechos a medida, de forma extraña, y luego le pidió a Fico que los tejiera con tiras de plástico. En todos estos trabajos, la autoría se enreda en el proceso de creación, mientras que los diferentes sistemas de conocimiento (de diferentes campos y economías) se cruzan y se superponen.
En el proyecto Vevés, Engel Leonardo combina símbolos de la religión afrocaribeña con las elaboradas rejas de hierro que son un elemento estructural común de la arquitectura vernácula del Caribe. Las formas de estos elementos arquitectónicos provienen de las propias investigaciones de Leonardo sobre la estética popular de las calles y la arquitectura en diferentes partes de la isla. Aunque se desconocen sus verdaderos orígenes (posiblemente una combinación de sistemas de creencias taínos y africanos), los vevés son representaciones simbólicas de los loas (espíritus) y tienen características muy formales. Usados en rituales para convocar a los dioses a la tierra, son dibujos abstractos compuestos de líneas, formas orgánicas y geométricas. En una serie de dibujos del mismo título, Leonardo usa el jugo de plátanos verdes para producir marcas o manchas en papel de algodón francés importado. El jugo de los plátanos verdes, un elemento básico de la cocina dominicana y otras culturas del Caribe y África, generalmente se evita porque produce manchas difíciles. Sin embargo, en estos dibujos, la mancha de plátano se revaloriza y estetiza, contenidos dentro de formas geométricas que parten de un estudio formal de los Vevés, también hacen referencia implícita a la geografía de la isla y su paisaje insular.
En otro trabajo titulado Añil, Leonardo aborda el comercio transatlántico que definió la relación económica, social y política entre los países europeos y sus colonias a través del proceso y los materiales. Para hacer el trabajo, Leonardo tiñó una tela fabricada en Inglaterra con índigo maya, lo que sugiere los frecuentes y desiguales intercambios entre Europa y las Américas. La forma de la escultura imita las cintas transportadoras de producción industrial y las fábricas de algodón. Al igual que los dibujos de Vevés, que están hechos con materiales europeos que hablan de la historia de la fabricación, el trabajo yuxtapone los materiales orgánicos con los materiales industriales, así como las técnicas y el conocimiento local con el lenguaje de la modernidad.
Las obras de la artista puertorriqueña Alana Iturralde, cerámicas vidriadas y textiles en la intersección del arte y la artesanía, aluden a las historias materiales y los sistemas de conocimiento de las culturas ancestrales, al tiempo que incorporan narrativas personales, emocionales y encarnadas. Mientras vivía en Puerto Rico, Iturralde participó en varios talleres artesanales impartidos por la familia Cheveres en Morovis, un municipio montañoso en la isla de Puerto Rico. Los Cheveres afirman ser descendientes directos de los taínos y han mantenido sus sistemas de conocimiento y creencias a través de historias orales. Las cerámicas y los bordados de Iturralde, que están inspirados tanto por las tradiciones de creación de objetos antiguos como contemporáneos, expresan una sensibilidad muy personal basada en procesos. Hacer un gesto tanto físico como emocional, donde la mano y la respiración participan en una relación directa e íntima con los materiales, está en el centro de la práctica de Iturralde. Aquí se muestra que las Lunas son vasijas cerámicas construidas a mano o “frascos lunares” cubiertos con un esmalte metálico de bronce, cuyas formas redondas simulan la respiración. También a la vista, Otra vida es una máscara bordada con yute y seda en tela donde cada puntada representa una respiración; un patrón háptico inspirado en el canto de las cigarras, un pequeño insecto que nace del suelo periódicamente cada diecisiete años. Finalmente, Healing Hand, un candelabro de cerámica para ser encendida por el curador, representa las propiedades curativas del trabajo con las manos, así como el trabajo requerido para hacer cerámicas hechas a mano. Al final, es la mano del curador la que activa el trabajo, reconociendo así las relaciones que a menudo surgen entre artistas y curadores.
Durante muchos años, la artista puertorriqueña estadounidense Nayda Collazo Llorens ha utilizado cartas aeronáuticas y mapas antiguos para realizar una serie de trabajos titulados Island Mapping, en los que explora conceptos de percepción, imaginación y abstracción relacionados con la práctica del mapeo y graficando territorios. A partir de esta investigación en curso, las acuarelas de Collazo Llorens son representaciones de geografías imaginarias; formas que se asemejan a islas suspendidas en el espacio y mapas compuestos de topografías geométricas con líneas que se cruzan. Estos últimos, con patrones de color retorcidos y distorsionados con círculos superpuestos y otras formas, dan la ilusión de profundidad y movimiento. Estas nuevas topografías e islas imaginarias sugieren una comprensión diferente del Caribe como un espacio. Se cuestiona lo que queda fuera de la vista, lo que está oculto y lo que se imagina, e invita a los espectadores a pensar más allá de lo visible hacia lo sensible.
En total, los cuatro artistas cuyo trabajo se muestra en Un hecho de diferencias negocian las formas y técnicas de una modernidad híbrida, combinando historias de arte occidental, prácticas artesanales locales y otros lenguajes contemporáneos. Al evitar los estereotipos estéticos vinculados a una latitud específica, las obras expresan la diferencia compleja de una región que resiste las definiciones categóricas.