La madera fue tallada en el mundo andino para dar forma a banquetas, remos, postes, ídolos y, también, representaciones de los ancestros, que luego habitarían los espacios que se les destinaba. Eran cuerpos conectores, anfitriones de ceremonias de entrega y tránsito en los centros ceremoniales. La acción del tiempo en la madera ha acentuado el misterio estético de las representaciones.
Cada cultura presente en el actual territorio del Perú elaboró sus propios rituales funerarios, siendo usual el entierro con ofrendas finamente elaboradas en distintos materiales: metales preciosos, cerámica, madera, conchas y huesos. Además, solía colocarse en las tumbas objetos que el personaje apreció en vida, alimentos y bebidas, conformando así un ajuar que debía acompañar al señor o señora en el tránsito hacia otros niveles de realidad.
Este delicado y sofisticado cetro posee el diseño tallado de dos serpientes con cabezas de felino, coronadas por un aro. Animales híbridos, expresan el poder del depredador no solo el del mundo terrenal sino también el del mundo de abajo, con lo que reúnen la fuerza del mundo terrestre y la potencia regeneradora del mundo de abajo. Este cetro debió ser un importante símbolo de poder en la sociedad Chimú.
Para las sociedades precolombinas, los ancestros muertos seguían habitando los espacios sagrados, y en muchas ocasiones fueron representados en materiales diversos; algunos fueron tallados en madera y, lejos de descomponerse, prácticamente se fosilizaron a lo largo del tiempo y perduraron. Esta escultura Chimú de madera representa a un ancestro que, finamente ataviado con tocado, orejeras y collar, sostiene un vaso ceremonial con ambas manos, en posición de ofrenda.