El Museo Estatal Ruso de San Petersburgo tiene entre sus colecciones una importante muestra de lo que se llamó arte inconformista, esto es, el arte desarrollado en la época soviética al margen de los circuitos oficiales.
Entre aquellos artistas que ofrecieron en la clandestinidad destaca poderosamente la figura de Mikhail Schwartzman: un artista con algo de profeta que se alinea en la gran tradición rusa de lo trascendente.
En palabras de Jean Claude Marcadé: Mikhail Schwartzman es un fenómeno único en la escuela pictórica rusa del siglo XX y en la historia del arte europeo.
Es un inventor en el sentido pleno de la palabra, y no un adquiridor. Nada de su obra existía con anterioridad a él, aunque su savia se extraía de la experiencia místico-religiosa de la humanidad (sobre todo de la Biblia, aunque no exclusivamente), y de los logros artísticos nacidos de esta experiencia universal (sobre todo en el arte iconográfico ortodoxo, pero a Schwartzman le atraía también el trecento y las expresiones pictóricas místicas en general), y del arte radicalmente no objetivo de Kazimir Malévich, y del no menos radical analitismo de Pável Filónov.
Algunos investigadores han comparado la obra de Mikhail Schwartzman con los tótems o con Paul Klee. Pero una analogía así no permitiría comprender plenamente el carácter individual de la pintura y dibujo del maestro de las hieraturas.
El mismo vocablo «hieratura» evoca una serie de asociaciones. En efecto, el artista la creó no con la mera intención de introducir un simple palabro (esto queda excluido cuando se conoce la actitud de Schwartzman hacia el arte como misión profética, y no como una instrumentación hedónica de trazos y líneas, y eso lo caracteriza como un auténtico artista ruso de la mejor tradición).
La «hieratura» revela las estructuras suprasensoriales del mundo en su totalidad, del cuerpo del mundo. No se trata de un desarrollo iconográfico de un prototipo suprasensorial en una imagen, sino de una revelación sacro-sígnica de las facetas ocultas de la imagen del hombre y de todo lo que compone el mundo.
Schwartzman insistía en ello y se opuso por todos los medios a que se compararan sus estructuras hieráticas con los patrones ortodoxos.
Como creyente ortodoxo, sabía que los iconos pertenecían al ámbito de la iglesia. Su sacralidad procede de ser plasmación de Cristo, Dios hecho hombre, Dios y hombre verdadero. Y el hieratista Shvartsman, quien se oponía frontalmente a «antropomor zar» el mundo, consideraba un sacrilegio etiquetar a sus cuadros como «iconos».
El Espacio 3 de la Colección del Museo Ruso San Petersburgo/Málaga presenta 13 de estas herméticas y fascinantes hieraturas de Mikhail Schwartzman.