Salí a caminar como hago todos los días y también los domingos. La diferencia es que los domingos salgo un poco más tarde y camino más, terminando mi recorrido en una tienda de periódicos y revistas. Espero antes de entrar para poder observar a las personas, lo que compran y dicen. En realidad es como hacer un test actitudinal, pero sin preguntas. Sólo observaciones.
Muchos saben exactamente lo que quieren, lo piden, pagan y se van. Otros compran el periódico habitual y preguntan por un semanal o revista. Y están los que miran, buscan, preguntan y compran o dejan el lugar sin comprar y cada pregunta, cada gesto, mirada y compra revela algo de ellos. En general, los que compran periódicos locales, son los más ancianos y a menudo pasan rápidamente a los necrológicos para descubrir quién se ha muerto en estos últimos días. A otros les basta el periódico deportivo, donde las páginas más leídas en estos días son las que hablan de fútbol. Otros compran dos, tres o cuatro periódicos y agregan una o dos revistas. Estos últimos son los más informados y se observa en ellos que pertenecen a otro segmento, donde las noticias, artículos y comentarios son una parte importante de su mundo y realidad.
Cada periódico tiene su color, su historia y su público. Algunos son de derecha, otros de izquierda, unos pocos se mantienen relativamente independientes y esto nos revela algo sobre las preferencias de sus lectores. Algunos están escritos en un lenguaje accesible a todos, otros son más selectivos. Imaginemos, por ejemplo, las diferencias entre una persona que compra en Paris Le Monde Diplomatique o L’Équipe y esto nos daría ya interesantes informaciones.
Pero las personas además se presentan físicamente, están vestidas y muestran a través de sus gestos, modo de hablar y expresiones a qué mundo pertenecen y sin saberlo, cuáles son sus hábitos y costumbres. Unos fuman, otros llegan en coche. Algunos se visten casualmente, otros llegan en traje y con un reloj caro al pulso. Otros están ligeramente perfumados, bien afeitados. Algunos con la barba crecida y ligeramente sudados. Después se alejan caminando, en bicicleta o en coche y esto nos da otras informaciones.
En estos lugares sucede a menudo que la gente se reconoce, saluda y hablan entre ellos y así podemos escuchar lo que dicen y como lo dicen y esto abre otras dimensiones. La lengua, las palabras usadas, los ademanes son un espejo, donde se reflejan tantos aspectos y factores. Siendo así, en pocos segundos podemos juntar datos concernientes a estatus social, niveles de educación, preferencias políticas e intereses en general y entre cada uno de estos aspectos existen correlaciones. Es decir, si existe un dato, la probabilidad de que este sea acompañado de otro dato puede ser alta o baja. En cierta medida, todos conocemos estas cosas sin ser sociólogos ni psicólogos sociales y estas experiencias determinan nuestra percepción y expectativas, como también prejuicios. Pero a veces la realidad nos sorprende y lo que esperábamos fuese el caso no lo es y se muestra el contrario. Por otro lado, las estadísticas y correlaciones nos describen tendencias importantes.
Me imagino, a menudo, el mundo social con sus segmentos o categorías de personas y grupos. Los marginalizados, los con trabajo, profesionales, dirigentes y asesores, formadores de opiniones y tantas otras categorías. Cada una con sus preferencias y actitudes y sobre este universo me imagino los movimientos y fluctuaciones, sobre todo en relación a las preferencias, sus argumentos y contraargumentos que, usados sistemáticamente, podrían imponer nuevas tendencias y cambios.
El mundo de las redes sociales es como una tienda de periódicos y revistas. Cada mensaje, cada comentario tiene una valencia que refleja una actitud y existen métodos, algoritmos que los analizan sistemáticamente, ofreciendo a unos pocos una detallada descripción del cosmos ideológico y esto es poder. Si uno conoce muchas de nuestras preferencias, puede anticipar otras, transformando estas informaciones en oro para vendedores y manipuladores y así observamos como el miedo, el malestar social, que ha creado la marginalización y la desigualdad, se ha transformado en rechazo, el rechazo en xenofobia y esta en exclusión, persecución, dando espacio al populismo y finalmente al absolutismo, basado en un férreo control social e ideológico. Un proceso que podemos seguir cotidianamente en la vida real y virtual, donde verificamos como la gente, aceptando opiniones mal digeridas y repitiéndolas sin pensar ni considerar sus consecuencias, abona la tierra para el fin de la libertad individual.