La merecida eliminación de España del Mundial de Rusia supone el fin de una era. Diez años en los que el fútbol de ‘La Roja’ ha enamorado al mundo. Una década de hegemonía del ‘tiki-taka’, el famoso término con el que se definió el estilo español: toque, posesión, defensa, táctica, rapidez y gol. El fútbol en su máxima expresión, encumbrado como arte. Pero todo llega a su fin. Rusia 2018 ha constatado lo que muchos ya venían intuyendo desde los dos últimos fracasos internacionales: el fútbol ha cambiado, y España no se ha enterado.
Las sensaciones desde el primer partido contra Portugal en este Mundial dejaron claro que la Roja jugaba en el Paleolítico, mientras los demás estaban ya pisando Marte. Enroscada en una idea de fútbol que, después de 10 años, los rivales ya conocen y saben neutralizar. Un equipo sin mordiente, empeñado en jugar largas posesiones de balón pero sin la maestría y la pegada que atesoraba el combinado que fue dos veces campeón de Europa y una del mundo.
El partido de octavos de final contra la anfitriona, Rusia, fue un despropósito en toda regla. España hiló hasta ¡1.114 pases! Está usted leyendo bien. El récord histórico en un partido oficial de cualquier selección nacional. Recorrió 137 kilómetros en el campo, 77 de ellos con la pelota en los pies. ¿Para qué? Para marcar un gol en 120 minutos -hubo dos prórrogas-, y gracias al desafortunado rebote de un contrario.
Aburría España hasta la saciedad, falta de ideas y de velocidad. Un 79% de posesión se reflejó en minutos de soponcio inaguantables. Los rusos les esperaban en defensa andando. Les bastó con cerrar su portería a conciencia para llevar a los españoles a la tanda de penaltis. Y ahí aprovecharon el estado anímico de un portero moribundo -David de Gea, el peor arquero en cifras del Mundial- y de unos jugadores que sabían que estaban tocando con los dedos el final de una época.
Iniesta: «Hay gente para volver a encontrar el camino»
De los campeones del mundo que deslumbraron con su fútbol, ninguno de los que sigue en el equipo ha brillado en especial durante este Mundial. Ni Piqué, ni Ramos, ni Busquets… Y qué decir de Silva, que no estaba para jugar, mucho menos para ser titular.
Iniesta, que se ha despedido de la selección en Rusia, no ha sido suficiente para crear la magia que otrora sacaban de sus botas míticos jugadores como Xavi, Fábregas, Xavi Alonso y él mismo. Oh, aquello sí que era fútbol. Con mayúsculas.
Hace diez años, los rivales sabían que no bastaba con encerrarse en su campo para defender a España. Y que a la contra tenían pocas posibilidades, frente a la mejor defensa del mundo y un portero irrepetible. Había que rezar por un milagro.
«Nuestra intención era jugar un buen fútbol, pero nos enfrentábamos a un rival muy bueno. España es la mejor selección»
tuvo que explicar el técnico holandés, Van Marwijk, ante las críticas por el juego que Holanda hizo en la final de Sudáfrica 2010.
Ese equipo del que hablaba el entrenador subcampeón del mundo ya no existe: los rivales no temen a la Roja, porque es el último reducto de un estilo que ya no sorprende. El propio Iniesta advertía tras el partido de que es hora de que España entienda que hoy en día se juega a otra cosa:
«Hay gente para volver a encontrar el camino. Es una cuestión del entrenador que esté. El camino que nos ha dado éxito es muy marcado. Te lo marcará los jugadores que quieras tener o no tener».
Esos jugadores a los que se refiere el genio están, han jugado en Rusia. No hace falta dar nombres. Y hay otros más que vienen en camino y reclaman su lugar. Están listos para reinventar el ‘tiki-taka’, adaptarlo a los nuevos tiempos y volver a reinar. De ellos es el futuro. Y su hora ha llegado.