En estas fechas la mayoría de los españoles están pendientes de la declaración de la renta, para ver si le sale a pagar o a devolver, y en el caso de que tenga que pagar, a qué montante asciende.
Una actividad a la que no acabamos de acostumbrarnos, pero aunque no nos demos cuenta lo estamos pagando mes a mes con las retenciones en el I.R.P.F., únicamente que una vez al año vemos las «grandes cuentas» que tenemos ante Hacienda y debemos de normalizar el resultado, de forma que si mes a mes hemos estado pagando más de lo que nos corresponde, Hacienda nos realizará la devolución correspondiente, pero si hemos pagado menos de lo que nos corresponde, debemos de realizar nosotros el ingreso, bien en un pago único o pagos fraccionados.
Una actividad, la de pagar impuestos, que muchos por no decir todos tienen, con mayor o menor presión fiscal sobre los ciudadanos, pero que sirve para el mantenimiento del sistema, el pago de los cargos y funcionarios públicos, la asistencias sanitaria, las inversiones en carreteras y las escuelas.
A pesar de la evidente utilidad de los impuestos, no todos lo pagan «gustosamente», bien porque no «se fían» de la utilidad de aquello, máxime cuando aparecen noticias sobre corrupción pública, desvío de dinero o mal uso del mismo.
Pero también los hay que simplemente no les gusta que nadie «maneje» su dinero.
Y los hay que ven «bien» el no realizar dichos pagos, buscando la forma de evadir impuestos, una actividad perseguida por Hacienda, a pesar de lo cual se convierte en la «profesión» de algunos, pero: ¿se puede predecir la conducta de evasión fiscal?
Esto es lo que se ha tratado de averiguar con una investigación realizada desde el Departamento de Economía, Universidad de Windsor; el Departamento de Psicología, Universidad de Nipissing (Canadá), y la Escuela de Económicas de São Paulo, Fundación Getulio Vargas (Brasil), cuyos resultados han sido publicados en enero del 2018 por la propia Universidad de Windsor.
En el estudio participaron ciento veintiún hombres con edades comprendidas entre los 18 a 35 años.
Entre los criterios de exclusión en la investigación se estableció que no estuviesen consumiendo fármacos que afectase a la concentración hormonal, igualmente se descartaron los pacientes que sufriesen una problemas psiquiátricos como trastorno de ansiedad, depresión, esquizofrenia o biporalidad; personas con problemas del corazón y los adictos a alcohol o drogas.
Los participantes además de aportar sus datos sociodemográficos tuvieron que rellenar los siguientes cuestionarios: el State-Trait Anxiety Inventory-2 para determinar el nivel de ansidad; el Self-Report Psychopathy Scale para determinar la salud mental percibida; el Sociosexual Orientation Inventory para determinar la orientación sexual; el Trait Self-Control Scale para analizar el nivel de autocontrol; el Dominance/Prestige Questionnaire para determinar en nivel de prestigio percibido, el Barratt Impulsivity Scale para comprobar el nivel de impulsividad y el Buss-Perry Aggression Questionnaire, para evaluar el nivel de agresividad.
Igualmente se les realizó una fotografía de la cara de frente y sin gesto emocional, para ser evaluada según su longitud y anchura.
Una vez relleno los datos anteriores se les tomó una muestra de sangre a los participantes para determinar la concentración de testosterona; luego se les administró testosterona en gel, después de 60 minutos se les volvió a extraer sangre, y se les hizo pasar por unas pruebas comportamentales.
A los 75 minutos de la aplicación del gel se les volvió a extraer sangre, continuando con las pruebas comportamentales hasta que se le pasó una prueba de evasión fiscal y una última extracción de sangre a los 120 minutos de la aplicación del gel.
Las pruebas comportamentales aplicadas fueron para observar la ejecución ante tareas de agresividad mediante el Point Subtraction Aggression Paradigm (PSAP); para evaluar el riesgo mediante el Balloon Analogue Risk Task (BART); sobre el reconocimiento de emociones mediante el Emotion Recognition Task; para evaluar la toma de decisiones económicas mediante el Economic Decision Making Task, para evaluar la atención sostenida mediante el Attentional Adhesion Measure, para evaluar las tendencias implícitas mediante el Implicit Attention to Status Tasks y por último una prueba para detectar la evasión fiscal a través del Tax Evasion Task.
Esta investigación por tanto trata de conocer si existen características biológicos o psicológicas que «apoyen o inciten» las conductas de evasión fiscal, es decir, no querer contribuir al sistema del país donde se vive, tal y como lo hace el reto.
Una de las hipótesis a analizar es con respecto a la testosterona, la cual se ha visto correlacionada con distintas «actividades delictivas», sobre todo aquellas que están asociadas con la agresividad y la agresión, además del uso de la «fuerza bruta».
Los resultados muestran que a diferencia de lo que se podría creer, altos niveles de testosterona, normalmente asociado a un mayor comportamiento agresivo, se relaciona con una menor conducta de evasión fiscal.
Este resultado puede ser explicado, debido a que esta actividad igualmente delictiva requiere de una «mente fría y calculadora» que busque las «trampas a la ley» y la forma más «eficaz» de defraudar sin ser «pillado» por la justicia.
Por tanto, no se trata de una actividad donde la impulsividad, o la sangre caliente parezca que va a influir.
Otras variables analizadas es con respecto al rostro, algo que se ha visto que correlaciona con algunas «variables psicológicas», pero que muchos profesionales atribuye a una suerte matemática más que una realidad determinista, sobre que «el rostro es el espejo del alma», y por tanto analizando el rostro se puede saber qué tipo de persona es.
A pesar de lo anterior los datos proporcionadas por la medida de la longitud y ancho de la cara se relacionan en mayor medida con la evasión fiscal, siendo mejores previsores, es decir, y según los resultados de este estudio, existe un tipo de rostro que es más probable que sea defraudador de impuestos que otro, sin llegar a ser un determinismo al respecto, aspecto que no ha entrado a valorar el estudio.
Con respecto a las características de personalidad analizadas, se ha observado cómo la dominancia se relaciona positivamente con la evasión fiscal, mientras que el autocontrol se relaciona negativamente con la evasión fiscal.
Es decir, una persona «dominadora» es más proclive a evadir impuestos que otra más «dócil» a los designios de la sociedad, tal y como son las leyes de impuestos.
En cambio, una persona con un menor autocontrol es más proclive a defraudar, mientras que quien tiene más autocontrol, pagará religiosamente sus impuestos.
Del estudio se puede extraer el perfil del defraudador tanto a nivel físico con unas características relacionadas entre la longitud y anchura de la cara establecidas, así como psicológicas, en personas con altos niveles de dominancia y bajos de autocontrol.
Por tanto Hacienda cuenta ahora con una nueva «herramienta» para poder perseguir a aquellos que se muestran insolidarios a la hora de pagar impuestos.