Sabrina Amrani se complace en presentar Lodestar, la primera exposición individual del artista surcoreano Jong Oh en España, que supone el comienzo de la representación del artista por la galería.
Lodestar es una palabra prestada del vocabulario náutico, significa Estrella Polar o del Norte, que marca el norte para orientarse. La luz discreta de las estrellas en el cielo, en navegación, son precisas herramientas para navegar y ayudan a definir la posición y orientación: una referencia íntima a la vida nómada del artista, pero también una fuerte metáfora de sus sutiles y casi invisibles esculturas e instalaciones.
La práctica artística de Jong Oh es particular ya que no usa un estudio sino que crea esculturas mínimas in situ que responden a una situación espacial dada. Respondiendo a la configuración matizada de cada sitio, el artista construye estructuras espaciales al suspender e interconectar una selección limitada de materiales: cuerdas, cadenas, hilo de pescar, metacrilato, varillas de madera y metal e hilos pintados. Los elementos de sus obras parecen flotar, y dependiendo de la relación espacial del espectador con esta, los elementos aparecen como conectados y cruzados, o bien como absolutamente independientes, lo que sugiere dimensiones adicionales un espacio tridimensional simple. En ocasiones, los hilos que suspenden estos elementos son prácticamente invisibles y a veces el artista pinta el hilo ligeramente, reforzando la presencia visual del elemento. Jong también usa lailuminación para crear sus composiciones, donde sombras reales o líneas pintadas por el artista en grafito extienden sus estructuras etéreas y favorecen el efecto de la ilusión óptica en un diálogo de líneas y planos. Su práctica desafía la suposición tradicional en la escultura de masas densas y objetos pesados, actuando como dibujos simples pero complejos que señalan las particularidades del espacio en el que habitan.
En estos límites paradójicos, constituidos por la tridimensionalidad y la bidimensionalidad, la consumación y la destrucción, la experiencia del espectador se convierte en una meditación sobre el capricho de la percepción humana. El trabajo de Jong es interactivo en el sentido de que la percepción y aprehensión de cada pieza por parte del espectador se logra únicamente a través de una exploración profunda de la misma y del espacio negativo resultante de la intervención del artista.
Oh apela al espectador a cuestionar su propia percepción y la forma en que tiene que relacionarse con el espacio que lo rodea, ofreciendo un espacio para la meditación y la contemplación ante el ajetreo y el bullicio de la vida cotidiana contemporánea: un sutil y refinado haiku visual sobre la universalidad y el sonido del espacio.