El mundo se ahoga en luz, un torrente incesante de imágenes que se estrellan contra nuestra conciencia colectiva. Cada dispositivo brilla con los restos de desastres, trivialidades e historias comprimidas en un ahora implacable. Este torrente exige nuestra atención y la adormece al mismo tiempo, dejándonos con un scroll sin fin, buscando significado entre los escombros. El brillo estricnina de las pantallas, como mil millones de ojos insomnes, moldea la mirada indiferente. No podemos apartar la vista; no queremos hacerlo. En la acumulación implacable, vislumbramos algo - verdad, tal vez, o su sombra.

En esta neblina sofocante, Blind, la obra titular de la exposición de Carlos Aires en la Galería Sabrina Amrani, rompe la inercia. Un ritmo de luz y oscuridad anima el espacio. Frágiles farolillos de papel, adornados con imágenes de archivo de catástrofes globales provenientes de diferentes archivos y periódicos, parpadean al ritmo de la luz palpitante de la galería. Cada cuatro minutos, las luces se apagan, sumergiendo la sala en la oscuridad durante un minuto. Este breve vacío rítmico invita a la confrontación, un momento para reflexionar sobre lo que permanece invisible cuando las luces vuelven. No es una pausa simple, sino un corte, una interrupción visceral en la anestesiada continuidad de la percepción. Aquí, el acto de ver se vuelve complejo, cargado con la culpa de saber y la compulsión de olvidar.

La fragilidad material de los farolillos subraya la precariedad de las imágenes que soportan. Estas catástrofes están suspendidas en un estado liminal, ni preservadas ni obliteradas, al igual que nuestra atención vacila entre el reconocimiento y la negación. La obra no solo documenta el desastre; nos hace responsables de nuestra mirada, recordándonos que la consciencia es tanto una carga como una responsabilidad.

La experiencia personal de Aires con la ceguera subyace en Blind de maneras tanto literales como metafóricas. Tras una cirugía correctiva de ojos en marzo de 2024, su condición de sonambulismo de toda la vida lo llevó a dañar inadvertidamente sus retinas, requiriendo operaciones de emergencia posteriores. Durante meses, se enfrentó a la aterradora perspectiva de perder la vista por completo. Esta súbita cercanía con la ceguera, un tema que había explorado durante años, se convirtió en una realidad encarnada. El ritmo de Blind —la alternante presencia y ausencia de luz— refleja su propio viaje frágil a través de la vista y la oscuridad, la certeza y la disolución.

Los farolillos mismos tienen un significado más profundo, derivado de la infancia de Aires en Andalucía donde adornan la Feria de Abril. Originalmente inspirados en faroles chinos, se convirtieron en un símbolo de la tradición española, marcando espacios de festividad y alegría comunal. En Blind, Aires invierte su función, transformando un emblema de celebración en un mecanismo de reflexión inquietante. La yuxtaposición de la catástrofe parpadeante con un adorno festivo intensifica la tensión entre el espectáculo y el olvido, entre la belleza y el horror. El diálogo de Aires con la mortalidad se extiende más allá de Blind, con la obra The end: a love song, como una meditación sobre el capitalismo, la violencia y el colapso del significado.

El tríptico presenta la letra completa de la misma canción de la banda The Doors, meticulosamente compuesta con billetes de banco y cuyas palabras están aquí adornadas con alfileres dorados. La intersección de dinero, deseo y música convierte la canción en —una nana para un mundo intoxicado por el poder y el consumo. The end: a love song late con contradicción: la riqueza material se colapsa en el vacío existencial. Las obras de Aires operan en el ámbito de verdades irreconciliables, manteniendo la tensión entre lo corpóreo y lo efímero, la intimidad y el extrañamiento, la belleza y la abyección. Otra iteración de The end está serigrafiada con la propia sangre de Aires, entretejiendo su corporalidad en la obra. El proceso en sí se volvió ritualístico: su sangre fue extraída, mezclada e impresa en la partitura de la canción The end, un gesto final de encarnación y mortalidad, convirtiendo las letras de la canción tanto en un acto de creación como en una confrontación con los límites del cuerpo.

La exposición continúa su meditación sobre la desaparición y la fragmentación en la obra Mirrors, un conjunto de obras en grand formato compuestas de recortes de reconocibles escenas —guerra, pornografía, mapas, cuentos de hadas— en siluetas monocromáticas. Estas obras enfrentan los restos de la historia a través de la lente de la ausencia y la oclusión. La imaginería de sombras deja vacíos donde el ojo humano busca instintivamente continuidad. Aires utiliza el concepto de espejo (Mirrors) como un vacío tanto literal como metafórica, un espacio donde la percepción se dobla sobre sí misma. El espejo ha servido durante mucho tiempo como un dispositivo psicoanalítico — un emblema de autorreconocimiento, pero también de fragmentación, el sitio donde la identidad y la ilusión chocan. En Mirrors, el vacío recuerda a los estados de sueño y sonambulismo, balanceándose entre la conciencia y el olvido.

La experiencia de la muerte y la transformación es central a este cuerpo de trabajo, una idea subrayada por el propio reconocimiento de Aires con la pérdida. El título Blind fue trágicamente presagiado tras el reciente suicidio de un amigo cercano, quien dejó una carta pidiendo que sus seres queridos bailaran a Blind de Hercules and Love Affair. Este gesto final —una invocación de movimiento, de rendir la vista a la intensidad visceral del ritmo— resuena a lo largo de toda la exposición. Aires, en un año marcado por la pérdida y la vulnerabilidad corporal, se vuelve hacia el espacio entre presencia y ausencia, luz y oscuridad, saber y olvidar. Esta tensión existencial se refleja en las palabras de Rainer Maria Rilke, que también fueron citadas en la nota final de su amigo:

La muerte es grande.
Somos los suyos
de riente boca.
Cuando nos creemos en el
centro de la vida
se atreve ella a llorar
en nuestro centro1.

Rilke, quien una vez encontró consuelo en la ciudad natal de Aires, Ronda, comprendió que la muerte no llega como una intrusión, sino como un compañero siempre presente de la vida. Su poesía lucha con la impermanencia, trazando los contornos del vacío no como una ausencia sino como una fuerza que da forma a nuestra existencia. Las obras de Aires no ofrecen resolución, ni buscan proporcionar consuelo. En cambio, navegan por los espacios intermedios —donde la luz parpadea, donde las imágenes se disuelven, donde el significado permanece justo más allá de nuestro alcance.

Blind es una invocación de contradicción: belleza y horror, presencia y borrado. En una era definida por el simultáneo colapso y la proliferación de imágenes, la práctica de Aires exige que miremos —sin pestañear, incómodamente, honestamente. En esta serie de obras, como en gran parte de su práctica, la pregunta no es solo qué vemos sino qué sigue oculto, y cómo las lagunas en nuestra percepción dan forma a nuestra comprensión del mundo. La práctica de Aires opera como un contrapunto a la “cadena de margaritas” de la complacencia cultural y es una negativa a perpetuar los rituales vacíos de la conformidad estética. Sus obras exigen resistencia: al poder, a la gobernanza, a la vigilancia que reduce la individualidad a datos métricos. En su materialidad cruda y audacia poética, sus instalaciones crean espacios para la subversión y la autodeterminación.

Este es arte como urgencia. Una negativa a sucumbir a la inercia. Aires insiste en que permanezcamos dentro de la tensión, que permitamos que el malestar eche raíces, que reconozcamos las contradicciones que llevamos dentro de nosotros. En estos momentos de ruptura, su arte se convierte en un pulso —una fuerza que insiste en la vida frente a una oscuridad abrumadora, obligándonos a comprometernos no solo con las imágenes ante nosotros, sino con las condiciones inexorables de fragilidad y complejidad.

Notas

1 Rainer Maria Rilke, Final, en Antología poética, trad. Jaime Ferreiro Alemparte (Barcelona: Austral, 2016).