Hay dos modos opuestos de ver el mundo, uno es a través de filtros creados por un tribalismo estrecho y el otro es el abierto, basado en datos ponderables y reflexiones, que tienden a extirpar cada forma de prejuicio. Es decir, la búsqueda sin fin de niveles más elevados de certidumbre e imparcialidad. Un ejemplo de esto último es el método científico, la duda y la evaluación empírica de los hechos. Los ejemplos del tribalismo son el fanatismo, la ignorancia, la religión y todas las ideologías, que se anteponen a pruebas o hechos demostrables, y aquí también encontramos el nacionalismo en todas sus variantes y excesos.
Avanzar cognitiva y culturalmente implica dejar atrás los prejuicios y las creencias infundadas. Retroceder es, por el contrario, dejarse contaminar más y más por opiniones sin sustancia, que contradicen datos y hechos. Desgraciadamente, el mundo está en regresión y el tribalismo, con todas sus aberraciones y vicios, está creciendo o se expande. Las redes sociales se prestan a esto con la difusión de falsas noticias, falta de criterio y balcanización de las informaciones. Todo es posible y nadie es responsable es la consigna.
Los niveles de reflexión, la validez de las preguntas y la metodología se están reduciendo a un mínimo y todos prefieren las respuestas fáciles en vez del esfuerzo de pensar y razonar independientemente. Ante esta predisposición anticultural, que niega la libertad personal, la manipulación es cada vez más sistemática, como también lo es la superficialidad.
Hemos llegado al extremo en que la credibilidad de una afirmación cualquiera no está vinculada a otro factor que a la identificación con la fuente y la verdad se reduce a lo que dicen y afirman las personas del grupo de referencia, la tribu, sin que nadie asuma la responsabilidad de desenmascarar y denunciar tanta mentira, estreches mental e imbecilidad. Todo está permitido, es legítimo y considerando ciegamente como verdad incluso la más recalcitrante absurdidad.
La razón no es la verdad absoluta, lo es el diálogo, la reflexión, la capacidad de discernir, la disciplina y el método. En este paradigma, las conclusiones son siempre parciales y propensas a ser cambiadas por nuevas demostraciones, referencias, datos y el análisis estructurado de otras posibles conclusiones, que posteriormente serán experimentadas como hipótesis. El mundo es un universo de probabilidades, de procesos y de circunstancias que cambian.
Un programa político está fundado en un sinnúmero de suposiciones y postulados que tienen que ser confrontados con la realidad socioeconómica y, al hacerlo, podremos distinguir entre lo lógicamente sostenible y lo insostenible, entre un valor creciente y lo desvaluado. La humanidad ha acumulado una infinidad de conocimientos, métodos y técnicas que representan un patrimonio imponderable y son, además, nuestra historia y legado cultural y esto no lo podemos ignorar. Crecer culturalmente significa basarse en esta historia y, al hacerlo, aprender a pensarnos críticamente o, en síntesis, con criterio.