Abusar de una fórmula hasta quemarla es algo que se ha venido haciendo en todos los ámbitos artísticos casi desde la misma existencia del concepto del arte como negocio. La escultura, la pintura, la literatura o la música han tenido épocas en las que una u otra corriente estílística predominaba de forma tan desproporcionada que acababa desgastada y apartada durante algunas décadas, llegando en algunos casos casi a desaparecer. Esto es así hasta el punto que ha quedado reflejado en la que es considerada como la obra cumbre de la literatura española en lo relativo a las novelas de caballería.
Es la fábula de la gallina de los huevos de oro una y otra vez. Primero sucede que una corriente artística comienza a ganar popularidad para que más tarde la industria allegada decida sintetizar de manera objetiva los elementos que definen a esa corriente para finalmente replicarla a gran escala y exprimirla comercialmente hasta saturar al público, y no solo por la cantidad de obras generadas sino también porque la calidad de las mismas va menguando de igual manera.
Esta tendencia se ha hecho particularmente evidente en la industria del cine, la cual ha demostrado ser siempre propensa al empacho. Películas de monstruos, de catástrofes, de aventuras, policiacas o el cine western y bélico han tenido épocas en las que la sobreproducción de películas ha sido tal que ha acabado provocando un rechazo por parte de la audiencia hasta el punto de conseguir enterrar algunos géneros durante décadas.
Ciencia ficción, fantasía y superhéroes
Tanto la fantasía como la ciencia ficción son géneros que han encontrado en el cine un aliado perfecto. Esto se debe en gran medida a que pese a tratarse de un poderoso medio para contar historias, el cine siempre ha tenido la necesidad de deslumbrar a la audiencia, de mostrarles lo imposible, lo increíble, el más difícil todavía; y es que no hay que olvidar que es el cine un arte de origen feriante.
La fantasía y la ciencia ficción brindaban al cine unas historias en las que poder desplegar toda su capacidad de asombrar a la audiencia y al mismo tiempo estos géneros tenían la plataforma idónea para llegar al gran público, de ahí que los orígenes de ambos daten casi desde la invención del propio cine ya que la película de 1902 Viaje a la Luna de George Méliès puede considerarse de ambos géneros.
En el caso de las producciones de superhéroes, sus orígenes se remontan los años 40, pero hasta que se estrenó Superman, en 1978, el género estuvo relegado a un tercer plano. Aunque hubo varias superproducciones entre los 80 y los 90, fue a partir del 2000 que el género sufrió un boom y las películas de superhéroes empezaron a copar buena parte de las carteleras. Esto fue en gran medida gracias al avance de los efectos generados por ordenador (CGI) que permitieron por primera vez realizar escenas hasta entonces imposibles. De igual manera le ocurrió a los filmes de fantasía y ciencia ficción. La llegada y refinamiento del CGI ha permitido la materialización de escenas cada vez más impresionantes e increíbles así como la recreación de mundos y seres con una calidad cada vez mayor.
Dentro de este apartado cabe hacer mención al cine de animación, que aunque pueda considerarse fantasía es ya un género aparte. La polularización y la generalización de estos filmes ha crecido casi proporcionalmente al desarrollo del CGI.
El hombre que mató a Clark Kent
Actualmente las producciones de fantasía, ciencia ficción y especialmente las de superhéroes están acercándose poco a poco al punto de saturación del mercado. La industria ha mecanizado su producción y parece que piensa apretar el acelerador hasta exprimir al máximo esa gallina de los huevos de oro. Disney ya se ocupó de disipar dudas cuando anunció que sacaría una película al año de Star Wars hasta que se queden sin público y, como es lógico, el resto de compañías no se van a querer quedar atrás. De lo contrario, puede que Disney las acabe comprando.
Esta producción en cadena de este tipo de películas está conllevando de igual manera una lógica disminución en la calidad del género, y no solo porque una mayor producción de filmes lleve implícito que haya un menor porcentaje de ellos que sean buenos, sino porque al mecanizar el proceso a ese nivel acabarán consiguiendo dañar estos géneros de la misma forma que se dañó el western, y lo que quizá es peor, no solo están estirando los géneros, sino también sus personajes, los están manteniendo con vida año tras año, estreno tras estreno, mientras vendan entradas. Harán vivir a nuestros héroes lo suficiente como para convertirlos en villanos.