Michel Soskine inaugura la temporada artística coincidiendo con Apertura 2017, con la segunda exposición de Ángel Alonso en Madrid (Laredo 1923 París 1994). Exiliado en Francia desde 1947, hombre de carácter fuerte y de pintura contundente, amigo inseparable de María Zambrano, ha sido en ocasiones olvidado por la historia del arte español. Veinte años después del fallecimiento del artista en París, su obra reaparece con toda su fuerza y radicalidad. En palabras del historiador del arte Francisco Jarauta, “Alonso domina la materia y la técnica que él mismo se ha dado y con las cuales consigue corporeizar los colores que más le obsesionan”.
La exposición estará compuesta por una selección de obras, especialmente de los años sesenta a los noventa, periodo en que el artista alcanza su estilo más depurado. En sus últimos años, tras una etapa en la que trabaja casi sobre el blanco y negro –con series como Desastres, 1991–, se vuelve a entregar al color “lo que da como resultado unas poderosas telas en verde, amarillo, naranja y blanco de sus últimos años”, explica el escritor Juan Carlos Marset al hablar de la obra de Alonso. La exposición está dividida en dos salas; en una de ellas se exponen obras compuestas exclusivamente en blanco y negro y en la otra, se reúnen obras con el color como protagonista.
Ángel Alonso utiliza el color y lo trabaja desde la textura. “Los colores son obstinados, hacen abrir los ojos de par en par”, afirmaba el pintor. Sus tonos exceden los límites del lienzo y se mezclan con la materia, con la tierra, la madera, las piedras y los objetos que el artista introduce en las obras. “El color sobrepasa el lienzo, desborda los marcos, borra o no tiene en cuenta los soportes”, detalla Marset.
Dentro del último periodo de Alonso, en ocasiones a través de cuadros en pequeño formato, “la textura se purifica al máximo y la capa de color se vuelve porosa y sutil”. El artista no abandona su investigación constante sobre la materia y la técnica en la búsqueda de lo esencial en la pintura que le había acompañado en toda su trayectoria. En este sentido destacan sus dos últimas series, una en negro sobre madera y otra en negro sobre blanco que para Marset representan “la conclusión de su obra”.
Hombre de carácter fuerte, temperamental y solitario, siempre quiso mantenerse alejado del mercado del arte e incluso renunció en 1952 a exponer sus obras en la prestigiosa galería parisina Jeanne Bucher. Este rechazo ha mantenido su trabajo fuera del circuito comercial, manteniéndose solo con el apoyo de coleccionistas seleccionados.
Ángel Alonso (1923, Laredo – 1994, París) llegó a Francia a finales de los años 40. Previamente, entre 1938 y 1939, había sido detenido, encarcelado y condenado a muerte. Su familia presentó una petición de indulto que fue aceptada y regresó a casa, pero unos meses más tarde fue de nuevo detenido por deserción, al no haber completado el servicio militar obligatorio. Fue deportado a la isla de Fuerteventura pero logró escapar y, tras un periodo de clandestinidad, es cuando logra cruzar la frontera francesa en 1947. Nunca volverá a España.
Al llegar a París se integra en un grupo de pintores, escritores, críticos y galeristas muy activos en aquella etapa. Entabla amistad con Vieira da Silva, Árpád Szenes y sobre todo Pierre Tal-Coat y Nicolas de Staël con los que se lanza a la investigación sobre la esencia de la textura y el color, a partir de la influencia de Matisse.
En 1950 las autoridades francesas amenazan con extraditarle a España, tras haber sido declarado fugitivo por Franco, pero un grupo liderado por el poeta Francis Ponge logra evitarlo gracias a un comité de apoyo compuesto, entre otros, por Michel Leiris, Henri Calet y Pierre Descargues. Es en esa misma época cuando conoce a María Zambrano y entabla con ella una estrecha amistad que les uniría toda la vida.
Descubre en 1962 los paisajes de Gennevilliers, a las afueras de París, donde traslada su estudio y encuentra una fuente inagotable de inspiración y renovación, especialmente en los materiales provenientes de la naturaleza. Dos décadas más tarde su amigo Pierre Tal-Coat le cede su estudio en la capital francesa y alterna ambos lugares de trabajo hasta que por problemas de salud, al final de su vida, tiene que abandonar Gennevilliers y se recluye en París entregándose con fuerza a la pintura hasta sus últimos días.
El exilio de Ángel Alonso y su rechazo al mercado hicieron que su obra fuese apenas expuesta en España, hasta que en 1996 se celebra la exposición retrospectiva Ángel Alonso (1923-1994) en la Fundación Marcelino Botín (Santander, agosto-septiembre de 1996), que después itineraría al Instituto Cervantes (París, octubre de 1996) y al Círculo de Bellas Artes (Madrid, enero de 1997). Dos años más tarde se llevaría a cabo una exposición en la Galería René Metras en Barcelona y, desde entonces, su obra no ha sido expuesta en España hasta hoy, dos décadas después de su fallecimiento.
En 2009 el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid) adquirió un gran número de sus obras, mientras que el Ministerio de Cultura se convirtió en depositario de sus archivos (escritos, correspondencia, documentos), teniendo como objetivo la futura creación de una fundación en Cantabria. Entre 2013 y 2014 su obra ha sido objeto de una gran muestra retrospectiva en el museo de L’Ar[T]señal de Dreux (Francia).