La represa de Tocoma, oficialmente Planta Hidroeléctrica Manuel Piar, es una central hidroléctrica de Venezuela, inacabada y localizada en el bajo río Caroní, en el estado Bolívar.
Llegada al campamento
Después de varias horas de viaje desde Caracas llegamos al embalse en construcción y al campamento del proyecto de Rescate de Fauna en Tocoma.
Ya era de noche, así que tuvimos poco tiempo para conocer a Heribert Dezeo, quien estaba a cargo del proyecto, y a Luis Balbás, que tenía mucha experiencia en este tipo de operaciones.
Después de una breve introducción nos señalaron el sitio donde podíamos dormir así que colgamos nuestras hamacas entre las camionetas al aire libre. No tenía techo, sino las miles de estrellas que estaban completamente despejadas.
La luna estaba llena y en la tienda de al lado se escuchaban los sonidos de los animales dentro de las cajas pero no sabía qué eran, ni cuántos. No podía esperar a que amaneciera para entender un poco más lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.
El proyecto de Rescate de Fauna en Tocoma
Me desperté antes de que las luces anaranjadas del amanecer enmarcaran los techos de los diferentes módulos del campamento.
Ese lugar era la base de operaciones de un proyecto de Rescate de Fauna, ya que se estaba construyendo una represa que estaba ocasionando la inundación de hectáreas de bosque generando miles de islas en donde quedaron atrapadas muchas especies. Aquí se encargaban de la búsqueda y rescate de esos animales para su posterior reubicación.
Fui al lugar en donde tenían las cajas con los animales rescatados. Vi al mono capuchino que estuvo haciendo ruido toda la noche, los frascos de serpientes venenosas, los sacos de tela que se movían (que aún no sabía que tenían adentro), las cajas llenas de cachicamos a los cuales di agua porque hacía calor, me asomé por los huecos de las cajas de madera para ver a los rápidos y nerviosos picures.
Había una cantidad inmensa de animales en ese lugar tan increíble, era muy extraño, había conejos, serpientes, reptiles, arañas, anfibios… ¡casi de todo! Y ahí me presentaron a Tocomita, un venadito bebé cuya madre la abandonó por el estrés de la situación y ahora nosotros éramos sus padres adoptivos.
Luego de pasearla un rato para que pastara, nos reunimos en la tienda principal donde nos dividimos en grupos para salir en lanchas en busca de animales.
En busca de animales
Yo no podía contener la emoción mientras nos dirigíamos hacia una de las islas que se habían formado. Empezamos a pasar entre las copas de los árboles que apenas se asomaban fuera del agua y poco a poco, mientras más nos acercábamos a la orilla, estos árboles iban cubriéndonos con sus copas, dejando caer sobre nosotros miles de invertebrados que habían quedado atrapados.
Al llegar a tierra vi algunos sapitos mineros que huían mientras caminábamos llamando mucho la atención con sus colores amarillo y negro que nos advertían su toxicidad. No muy lejos vimos un cachicamo y corrimos detrás de él mientras cerrábamos el frasco donde estábamos colectando los sapitos, pero logró escaparse. Escuchamos en el fondo unos monos araguatos o monos aulladores, que no estaban muy lejos, pero la isla, de menos de 1 kilómetro de diámetro, no nos iba a permitir atraparlos fácilmente y decidimos ir hacia una isla más pequeña.
Fue ahí, mientras nos devolvíamos al bote, que caí en cuenta de la gran densidad de animales que había en esa isla, no sólo por las miles de mariposas que huían a nuestro paso, ni por los cantos de las aves estresadas y los monos aulladores, sino por los rastros de animales que dejaban caminos abiertos y muy transitados; parecían autopistas que se entrecruzaban.
Salimos de nuevo, recorriendo con nuestros ojos alguna señal de vida aferrada a las ramas que apenas sobresalían del agua y logramos capturar algunos reptiles que aún se mantenían agarrados de las hojas. Igor Castillo me acompañaba mientras yo le hacía mil preguntas.
Llegamos a otra isla pero no vimos animales a simple vista y no pudimos quedarnos mucho tiempo por un nido de avispas causó nuestra retirada.
Continuamos y logramos rescatar más reptiles, entre ellos una serpiente, antes de pasar cerca de la represa.
La cantidad de agua que pasaba por ese lugar era impresionante, nos daba una idea de la magnitud de la inundación.
No salíamos de nuestro asombro cuando recibimos una llamada por radio que nos informaba sobre un mono araguato aislado en la copa de un árbol que apenas sobresalía del agua.
Llegamos lo más rápido que pudimos y observamos a las demás lanchas rodeando esta isla de hojas y ramas tratando de ubicar al mono que se escabullía entre las enredaderas. Tuvieron que utilizar una motosierra para reducir la altura de las ramas y así tener un acceso más fácil, con la suerte de que también pudimos ver a una zarigüeya y unas tarántulas que habían quedado atrapadas. Lograron acorralar al mono y lo atraparon junto a otros animales.
Los llevamos al campamento base donde se estaba cargando una camioneta para reubicar algunos que ya estaban bien de salud y listos para ser liberados, así que no nos demoramos en ir con ellos para ver la liberación.
La primera liberación
Llegamos a un lugar lejos de las personas, en tierra firme, al lado de unos matorrales que se convertían en bosque un poco más allá. Empezamos a ver los diferentes sacos y guacales para clasificar cuáles podían ser liberados en esa área.
Luis Balbás conocía mucho sobre los animales y no tardé en pegarme a él para aprender sobre la inmensa cantidad de especímenes que íbamos a liberar.
Liberamos a las guacharacas que tenían un escándalo, la liebre que salió tan rápido que casi ni la vimos, los cachicamos, a quienes les había dado agua a través de la rejilla del guacal, los picures que nos olieron un poquito antes de desaparecer, los ovillos de serpientes de todo tipo, una tigra cazadora muy agresiva pero hermosa con sus escamas negras y amarillas, matos de agua, iguanas… una variedad de animales que era difícil de asimilar.
Luego fuimos a otra zona donde liberamos a otro tipo de serpientes, como las anacondas, ya que estaba más cerca del agua. Ahí liberamos a los sapitos mineros venenosos, a las grandes tarántulas, lagartos apodos (sin patas) y mas serpientes.
Ya estaba cayendo la tarde cuando salimos a liberar a los morrocoyes en otro lugar y me di cuenta de que se me había olvidado colocarme protector solar. No sólo lo rojo de mi cara me lo recordaba sino un fuerte dolor de cabeza, ya que por la emoción no había tomado agua en toda la tarde.
Cuando llegamos al campamento colgamos de nuevo nuestras hamacas y el cielo despejado nos cubrió esa noche.
Me desperté temprano y paseé a Tocomita la venadita, le preparé comida con algunas cosas que traía, como frutas deshidratadas y logró comer bastante, lo cual alegró a todos porque estaba un poco deprimida y no quería comer mucho.
Mientras la paseaba revisaba con mis botas el pasto para evitar algún encuentro indeseable con alguna serpiente y unos minutos más tarde encontraron una cascabel cerca del campamento que había llegado nadando.
Nos montamos de nuevo en las lanchas y recibimos una llamada. Había un grupo de animales difíciles de capturar y necesitaban ayuda.
Una isla densamente poblada
Fuimos lo más rápido que pudimos y llegamos a una isla de pocos árboles, un poco más grande que una cancha de fútbol, con pasto alto y muchas rocas.
Había un grupo de monos aulladores atrapados en la isla y era importante recuperarlos a todos juntos ya que son animales muy sociales y liberarlos por separado sería condenarlos a una muerte segura. Así que esa era la prioridad, además no sabíamos cuánto tiempo llevaban aislados sin comida y bajo estrés, por lo cual debíamos actuar lo más rápido posible.
Mientras íbamos caminando tratando de acorralar a los monos vimos la cantidad de otras especies animales que saltaban huyendo de nosotros, entre serpientes, picures, mariposas, cachicamos… era una escena irreal, habían caminos de animales, nidos, guaridas, el olor de su presencia y ver una concentración tan grande de animales en un espacio tan pequeño era asombroso.
Con la ayuda del dron que llevábamos para filmar logramos dirigir a los monos hacia los rescatistas, donde uno a uno fueron capturados. Algunos fueron agarrados directamente de las ramas bajas de los árboles y otro saltó al agua donde fue interceptado por los voluntarios en las lanchas. No era sencillo manipularos porque trataban de morder, pero lograron atraparlos y meterlos dentro de la jaula sin accidentes.
Caminando hacia la lancha un animal pasó cerca de mi moviendo el pasto, aún no sabía qué era y fui corriendo detrás de él mientras llamaba al resto del equipo y logramos acorralarlo hacia unas rocas. Era un cachicamo enorme, muy fuerte, que pudieron agarrar por la cola mientras él trababa de liberarse.
Luego de meter a los animales en sacos fuimos al campamento donde Alexander Blanco revisaba el estado de salud de los mismos para ver si estaban aptos para ser liberados.
Los sonidos de las diferentes especies en las cajas se solapaban con las voces de los visitantes que venían a aprender sobre los animales y, tratando de hablar mas fuerte, estaba una chica educando a las personas sobre las diferentes especies que habían rescatado.
Llegó una lapa que estaba preñada y a pesar de su agresividad lograron sedarla para evaluarla. Así pasó la tarde, con mucho dinamismo, hasta que empezó a llover fuertemente y tuvimos que mover a los animales para que no se mojaran. La carpa principal se movía muchísimo, pero ese evento nos permitió descansar para prepararnos para la noche, ya que haríamos una búsqueda nocturna.
Recibimos la charla de seguridad y salimos con nuestras linternas hacia las lanchas para ver parte de la fauna que estaba mas activa de noche. En mi bote estaba Jenny Jaspe, quien había dado las charlas sobre los animales más temprano. Navegamos lentamente hacia la copa de un árbol que se asomaba fuera del agua y empecé a escuchar un ruido en el motor, como si metieras metal en una licuadora. Todos apagaron los motores y nos dimos cuenta que eran los miles de anfibios que estaban en el árbol cantando al mismo tiempo, era un ruido casi ensordecedor pero impresionante. Nos apresuramos a atraparlos antes de que saltaran y rescatamos muchísimos, pero con cuidado porque también habían avispas y arañas en las hojas.
Pasamos por varias islas y veíamos a las aves durmiendo acurrucadas mientras rescatábamos mas reptiles y anfibios.
Nos regresamos al campamento, colgamos nuestras hamacas y nos acostamos a dormir ya exhaustos.
El último día
¡Nuestro último día en el campamento vino precedido de un amanecer bellísimo!
Paseé a Tocomita, le escribí una nota a todo el equipo de rescate que colgué en la cartelera y me despedí de ellos tratando de disimular las lágrimas que querían asomarse.
Salimos a liberar a los monos araguatos que habíamos rescatado. Pasamos al lado de la represa y llegamos a una selva apartada, lejos de todo aquel caos. Cargamos las cajas y nos adentramos en el bosque hasta el lugar de la liberación.
Pusimos las cajas una al lado de la otra y abrí la primera puerta… qué privilegio me dieron de poder participar activamente en este proceso.
El mono, con su color rojizo oxigenado salió poco a poco, mirándonos y luego corrió hacia un árbol donde vocalizó algunas notas; lo mismo sucedió con los otros, se reunieron todos y de repente… todo se resumió a ese momento.
Estar buscando entre las ramas a las lagartijas y tuqueques, seguir el rastro de los cachicamos, lograr atrapar a las serpientes y monos, llevarlos en la lancha con cuidado, entregarlos al veterinario para que chequeara su salud y luego darles agua y comida para que estuvieran bien, pasear a Tocomita…
Todo se resumía en ese momento, en el de la liberación y verlos ir, luego de preocuparme tanto por ellos y ver por el estrés al que estuvieron sometidos fue abrumador, porque además fuimos nosotros los humanos quienes causamos este daño para nuestro beneficio.
Pero logramos salvar a muchos animales. Fue muy lindo y esperanzador ver que habían otras personas como yo, preocupados por su bienestar.
Creo que lo que más me gustó fue ver cómo personas que llegaban con miedo y con prejuicios sobre los animales se iban con cariño por ellos. Me dio la idea de que todavía hay esperanza...