Toledo es considerada institucionalmente, junto a Córdoba y la soriana localidad de Ágreda, «Villa de las Tres Culturas». Ahora bien, si hay una celebración que define a la Ciudad Imperial, que llena de orgullo a sus ciudadanos, ya sean judíos, moros o cristianos, creyentes, agnósticos o ateos, de izquierdas o de derechas, niños, jóvenes, maduros y viejos, es la festividad del Corpus Christi, y su impresionante Procesión del Santísimo Corpus Christi en la Custodia de Arfe, que recorre las vericuetas calles del casco histórico toledano, especialmente emperifolladas para la ocasión y perfumadas con una intensa fragancia de tomillo e incienso.
Partiendo de la Puerta Llana de la Catedral Primada, llega la majestuosa custodia a la propia catedral, renovando cada año una manifestación fervorosa que es más que una celebración religiosa, que es más que una solemne festividad.
No hay una fecha determinada para el “Corpus de Toledo”, ya que cada año esta fiesta -declarada de Interés Turístico Internacional- se celebra en un jueves aleatorio, entre los meses de Mayo-Junio, en función del calendario litúrgico. En concreto, en este año 2017, toca marcar en el calendario la hoja del 15 de Junio. Este día grandioso y su procesión son el núcleo sustantivo de las ceremonias religiosas y de la vida espiritual, cultural, social, artística y turística de la ciudad; es el punto de partida de la Semana Grande de Toledo.
Sus convecinos y visitantes se agolpan en sus históricas arterias. Son tres horas de procesión ante miles de asistentes a lo largo de todo el recorrido, recreando, rememorando y homenajeando una tradición que se remonta al siglo XIV. Las primeras referencias escritas sobre el cortejo procesional son del año 1418, cuando ni siquiera existía aún la Custodia de Arfe ni existía la mencionada joya. Esta joya (1517-1524) de Enrique de Arfe fue un encargo del cardenal Cisneros y se conserva en la capilla del Tesoro. Labrada originalmente en plata, fue dorada posteriormente a finales del siglo XVI por orden del arzobispo Quiroga, para que hiciese juego con la madera dorada de la custodia del altar mayor.
Siempre fue la procesión del Corpus Christi de Toledo la más importante de Castilla. Si bien fue con los reyes Carlos I y Felipe II con quienes adquiere su mayor celebridad. Centenares de sillas viejas reservan el sitio ya el día anterior para ver la procesión en primera fila. Por delante de la custodia van las autoridades políticas y eclesiásticas y detrás los cadetes de la Academia de Infantería. Y esa misma noche previa, la corporación municipal anticipa el recorrido acompañada por “el pertiguero”, quien tiene la misión de comprobar que nada, ningún toldo o motivo ornamental, impida el paso de la custodia, dado que esta mide casi cuatro metros de altura.
Llega el día grande. Los balcones de la Plaza de Zocodover y de sus calles aledañas están preñados de escudos, telas bordadas y motivos eucarísticos. Hierbas aromáticas cubren el suelo. Y en la Catedral ya están también desplegados los tapices flamencos de los siglos XVI y XVII. Y a las 11 de la mañana, tras la misa pontifical, empieza a salir del templo por a Puerta Llana la comitiva procesional. Con ellos, a caballo, el piquete de la Guardia Civil en uniforme de gala y los timbaleros municipales. Además del “pertiguero”, la cruz del cardenal Carrillo con la manga del cardenal Cisneros, acompañados de más de treinta grupos religiosos, gremios, cofradías y hermandades, con sus correspondientes trajes típicos tradicionales, pendones y guiones.
Todo empezará semanas antes para su Jueves, para su Corpus Christi. Toledo, la ciudad entera, todas sus instituciones públicas y privadas, todos sus habitantes –moradores y adyacentes– preparan una decoración única, convirtiendo sus calles en una colorida exposición universal de flores y tapices, banderas y estandartes. Destacan sobremanera y como seña de identidad única los toldos, que cubren el itinerario de la Procesión. Su cometido –originario– es mitigar el fuerte calor que normalmente hay que soportar en estas fechas. Si bien, en caso de que llueva y se mojen, también se considera un buen augurio.
Y todo terminará semanas después, entre las cuales se puede aprovechar para participar en las innumerables actividades culturales que se programan en esta Semana Grande de Toledo. Por dar un par de pinceladas, no podemos dejar de recomendar otro recorrido de gran interés, muestra del inmenso patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad de Toledo: los patios toledanos, que, con motivo del Corpus y de su ya tradicional concurso, también se engalanan para recibir con las puertas completamente abiertas a todos los visitantes.
Pero hay mucho más para llenar el espíritu en estos días; desde misas en rito hispano-mozárabe, el popular Desfile de Gigantones, conciertos corales, de música clásica, lírica o contemporánea y de vanguardia, la ofrenda floral de colegios, cofradías, hermandades y asociaciones de la ciudad, presidida por el Arzobispo en la Puerta de los Reyes de la Catedral Primada, hasta fuegos artificiales, pasacalles y batucadas, verbena popular, talleres circenses e infantiles. Y ante todo, oración; es momento de rezar. Mas todo es motivo de inspiración y todo nace cada año en Toledo con la procesión del Corpus.