La indignación da paso a una angustia asfixiante cuando descubres que no sólo quieren limitar tus sueños, sino que además se esforzarán al máximo para truncar las pocas posibilidades de tu incierto presente; cuando te das cuenta de que no parece que haya muchas alternativas: o claudicar o partir (si no te dan antes la patada)...
Te planteas si es legal (no hablemos ya de si es justo) que te “soliciten” algo así. ¿Hasta qué punto puede una empresa invadir la vida personal de sus trabajadores? ¿No tienen suficiente con bloquear tu experiencia profesional con sus maneras de antaño? Modernos para el coaching, pero más viejos que los dinosaurios a la hora de tratar con su personal, o lo que ellos llaman “gestión de recursos humanos” que relega a los empleados a simples recursos. ¿Por qué se consideran legítimos para decidir lo que publicas o no publicas en tu perfil personal y profesional de LikedIn?
Tal vez si explico el caso que motiva estas palabras, se comprenda mejor. Yo aún estoy estupefacta. Esta mañana, una compañera del departamento de Recursos Humanos (yo trabajo en el de Comunicación) ha venido a hablar conmigo y me ha “solicitado” (sugiriendo que venía de la dirección de la empresa) que deje de compartir cosas personales, como que doy clases particulares de Lengua Castellana y Literatura, en mi perfil de LinkedIn. En mi perfil, no en la página de la empresa que también administro y donde, evidentemente, no lo hago.
Parece que, aunque yo soy yo antes de entrar a trabajar aquí, LinkedIn no debe saberlo. Ni debe saber que, además de pasar gran parte de las horas del día haciendo lo que se me manda en esta empresa, dedico otras horas de mi día a hacer cosas diferentes, como dar clases o escribir en otros sitios (cuando escribía). Cosas que, por cierto, no entran en competencia directa ni indirecta con mi trabajo en ese departamento.
No, no he firmado ningún contrato de exclusividad. Firmé confidencialidad y es algo que continúo respetando. No cuento “secretitos” de la empresa en la que trabajo porque sí firmé un contrato donde dije que no lo haría. En ningún momento se me ha ofrecido un aumento de salario – ni un cambio de contrato- para que firme un convenio de exclusividad que me impida escribir en otros lugares usando mi nombre y mis apellidos. Míos, no de la empresa. No. Se me exige subrepticiamente que supedite mi existencia al trabajo que desempeño en esta compañía. Una compañía que no es capaz de hacerme un contrato en el que se reconozca mi categoría real como técnico de Comunicación, no como auxiliar administrativa que recoge unas labores que no desempeño y que están muy por debajo de las que sí realizo. Un lugar donde la posibilidad de que se me ofrezca un contrato justo donde, tal vez, pudieran plantearse (previo pago, como en todas partes) cuestiones de exclusividad está descartada. Porque, claro está, que una periodista dé clases de Lengua Castellana y Literatura está muy mal visto y entra en competencia directa con mi trabajo en el departamento de Comunicación de una empresa alimentaria.
No puedo evitar sentir que es una forma de extorsión. Una más de las que utilizan y que tragamos como si fuesen normales, como si estuviesen en su derecho, como si el miedo fuese más fuerte que la dignidad y ya ni siquiera pudiéramos ser nosotros fuera del trabajo, fuera del “recurso humano” que suponemos para la compañía.
¿Quieres exclusividad? ¿Tienes miedo de que otros vean lo polivalente y capaz que puedo ser? Págame más. Trátame mejor. Deja de considerarme imbécil, como si no se me fuese a ocurrir que lo que me “sugieres” es ilegal, más aún desde tu posición de superior. No tienes derecho a impedirme que hable de mí y de mis habilidades profesionales, aunque se salgan de las competencias que desarrollo en tu empresa, en mi propio perfil. Podría entender que me sugirierais que no pusiera a parir la empresa desde mi perfil (algo que no hago aunque haya múltiples motivos y ninguno esté sujeto a un contrato de confidencialidad). Pero no estáis legitimados para controlar lo que soy fuera de mi horario de trabajo en esta empresa ni, evidentemente, para censurar lo que puedo o no decir.