La identidad de género se define como la vivencia que tiene cada quien de su género, de cómo se siente, se percibe, se asume, con independencia del sexo biológico de nacimiento, es decir, la identidad de género es un proceso subjetivo, individual, que pertenece única y exclusivamente a quien lo experimenta; sin embargo, en muchos países, ser quien quieres ser puede costarte la vida.
Así ha quedado en evidencia en las estadísticas del Observatorio de Personas Trans Asesinadas de Transgender Europe (TGEU), la cual ha sistematizado un total de 2.264 homicidios reportados de personas trans en 68 países en todo el mundo entre el 1 de enero de 2008 y 30 de septiembre de 2016. En el continente asiático se han perpetrado 202 homicidios a personas trans, 116 en el continente europeo, 13 en África y 6 en Oceanía. No obstante, el continente americano lidera como el de mayores índices de homicidios de personas trans, presentándose 159 casos en América del Norte, aunado a la escandalosa y alarmante cifra de 1.768 casos en América del Sur y Central.
De acuerdo a estas cifras, en América del sur y Centroamérica ocurrieron el 78% de los homicidios de personas transgénero, presentándose como la región de mayor riesgo a nivel mundial para las personas trans. Este hecho pone en evidencia no solo a sociedades patriarcales y machistas, sino también profundamente conservadoras, intolerantes y transfóbicas, donde los crímenes contra las personas trans se caracterizan por sus niveles de ensañamiento, violencia y crueldad. Así lo ha señalado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su informe Violencia contra personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex en América publicado en 2015 en el que se afirma que “los homicidios por razones de género imputables a la orientación sexual y la identidad de género se caracterizan por un grado de violencia física grave que en algunos casos supera al que se encuentra en otros tipos de delitos de odio”.
Al respecto, la CIDH ha documentado numerosos casos de homicidios particularmente atroces, incluyendo casos de personas lapidadas, decapitadas, quemadas y empaladas. Muchas víctimas son apuñaladas de manera reiterada, sus genitales mutilados, o golpeadas hasta la muerte con martillos u objetos contundentes, les arrojan ácido o son asfixiadas. Algunas de las víctimas fueron reiteradamente atropelladas por carros, o incineradas, en muchos casos, las víctimas fueron asesinadas luego de ser sometidas a múltiples formas de extrema humillación, degradación, tortura y violación.
Un ejemplo de ello es el reciente caso de la mujer transgénero grabada, humillada, golpeada, apaleada y pateada para finalmente ser asesinada de un disparo en un callejón por cuatro hombres en Brasil. Su nombre era Dandara dos Santos, tenía 42 años y pasó a engrosar las estadísticas de homicidio en el país que lidera los crímenes por transfobia en el mundo y en América Latina, donde cada 28 horas una persona LGBT es violentada y donde han ocurrido 900 de los 2.264 casos de asesinato de personas transgénero a nivel mundial entre 2008 y 2016. A las estadísticas de Brasil le siguen México con 271 homicidios de personas trans, Colombia 114, Venezuela 110 y Honduras con 89.
Ahora bien, estos no son hechos aislados, ocurren con más frecuencia, intensidad y violencia de la que creemos, sin embargo, producto de los prejuicios y estereotipos que nos anidan, no se convierten en hechos noticiosos, no producen indignación en los espectadores y no son airadamente comentados en las redes sociales. Ante ello, y con el propósito de contribuir a su erradicación se hace necesario e imprescindible profundizar los esfuerzos en lo que refiere la visibilización, denuncia y sensibilización sobre las múltiples formas de discriminación y violencia de la que son víctimas las personas trans en la sociedad latinoamericana.