La ciudad de Santiago de León de Caracas se refundaría el 25 de julio de 1567, sobre la desaparecida Villa de San Francisco, la cual había sido fundada siete años atrás en el hato del mismo nombre. Caracas comenzaría a prosperar y sus habitantes verían como cosa del pasado las escaramuzas y tribulaciones que habían llevado con éxito a la conquista y creación de la ciudad.
En 1574, sin embargo, serían “visitados” por la langosta, quizás la especie Schistocerca flavofasciata o alguna similar. “Nubes” de estos voraces insectos atacaban masivamente toda vegetación, pero diezmaban especialmente los campos sembrados de trigo y otros cereales. Como medida para controlar tal plaga, las autoridades construirían una ermita dedicada a San Mauricio, quien para proteger futuros cultivos, sería convertido en el abogado de tan maligno bicho. Esta anécdota es la primera conocida sobre insectos en Venezuela.
Nada más se sabe de insectos hasta que cuatro años después, Don Juan de Pimentel, caballero de la Orden de Santiago, para entonces gobernador de la Provincia de Venezuela, describiría en su "Relación de Nuestra Señora de Caraballeda y Santiago de León como algunos fundadores de la ciudad habían introducido abejas (Apis mellifera) desde Europa y participaban abierta y exitosamente en el comercio de cera y miel.
Llega 1594 y los caraqueños se encuentran tristes y apesadumbrados al enterarse de los constantes robos que en las costas realizaban los piratas. La situación se agrava cuando las sementeras de trigo comienzan a llenarse de “gusanos” (Spodoptera frugiperda) que en muy poco tiempo devoran hojas y espigas. El Ayuntamiento de la ciudad se reúne en emergencia, pero antes de abrir la sesión pide se oficie misa al Espíritu Santo y que se escoja un patrón que abogue por los afectados. Entre cien santos, se escoge a San Jorge, quien debe haber sido muy eficiente en controlar tan dañina plaga, ya que en años posteriores se deja de nombrar, se olvidan de la limosna y desaparece su ermita.
La vida de la Provincia de Venezuela pasa entonces sin mayores acontecimientos entomológicos, aunque comienza a ser visitada por algunos naturalistas, destacando entre ellos un discípulo de Carl von Linné (1707-1778), el botánico sueco Pehr Löfling (1729-1756). Este, formando parte de la Expedición de Limites del Orinoco producirá diversas publicaciones en las cuales presenta las primeras descripciones científicas de flora y fauna de Venezuela.
Los trabajos de Löfling eventualmente llegarán a mano de Alexander von Humboldt (1769-1859), quien los utilizaría como base para realizar sus estudios y recorridos por el país entre 1799 y 1800. En su obra, Viaje a las regiones equinocciales…, Humboldt hace numerosas alusiones a insectos. Los escritos del naturalista prusiano estimulan entonces a otros europeos a visitar a las posesiones españolas en el nuevo continente.
Es así como el explorador y entomólogo, especializado en coleópteros, Auguste Sallé (1820-1896), llega a Venezuela en 1846, residenciándose en Caracas hasta 1848. Se dedica a estudiar escarabajos y gorgojos de la ciudad y sus alrededores, describiendo muchos de ellos. Aquí conocerá a los hermanos Marco Aurelio (1831-1866) y Carlos Eduardo Rojas (1830-1919), a quienes imparte sus conocimientos y estos, a su vez, le ayudan a colectar insectos y otros ejemplares de historia natural.
Ambos jóvenes eran hijos del distinguido economista y comerciante de libros Don José María Rojas y Doña Dolores Espaillat, originarios de la zona española de la Isla de Santo Domingo (hoy República Dominicana). Marco Aurelio estudia en Caracas, en el Colegio Independencia. Cursará estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela, convirtiéndose en uno de los discípulos más apreciados del médico, científico y eventual presidente de Venezuela, José María Vargas (1786-1854).
Durante los años de estadía de Sallé en Caracas, Marco Aurelio y su hermano lo acompañan a colectar coleópteros en los alrededores de la ciudad y el Ávila. Gracias a sus constantes visitas al investigador francés, ambos entablan una perdurable amistad. Con apenas 24 años de edad se gradúa Marco Aurelio de médico, pero a esa edad ya era un naturalista consumado y tenía suficientes conocimientos entomológicos que le habían permitido enviar a publicar sus primeros manuscritos acerca de coleópteros venezolanos.
Ese mismo año (1855) aparecen dos de sus trabajos en los cuales describe a los bupréstidos Hyperantha vargasi e Hyperamtha sallei (hoy ambos en el género Conognatha), nombres escogidos para homenajear a sus principales mentores en las Ciencias Naturales. Estos trabajos aparecerán en los Annales de la Société Entomologique de France, de la cual era miembro desde 1851, y en la Revue et Magasin de Zoologie.
Apenas graduado ejerce su profesión de Médico en San Fernando de Apure por unos 16 meses. Regresa a Caracas para partir a Francia en mayo de 1856, aunque viaja previamente a Nueva York y Filadelfia, en Estados Unidos de América con la intención de visitar a dos hermanas. Ya en Francia, se especializará en técnicas modernas de Medicina en varios hospitales de París donde permanece hasta 1858. Es evidente que mucho del material entomológico que había colectado en Venezuela lo llevó consigo ya que durante estos años publica varias notas en las revistas científicas anteriormente citadas. Su interés por la entomología y la aparición de estos trabajos de investigación sobre insectos lo convierten, indiscutiblemente, en pionero de la entomología en Venezuela.
A pesar de ejercer la medicina, su interés en las ciencias naturales y particularmente su deseo de dar a conocer los insectos de su país natal, es innegable:
¿Quién no conoce sobre la emigración de un infinito número de aves? Pues bien, esta migración también es realizada por algunos Insectos. Tuve ocasión de ver el hecho. Me acuerdo que estando en la montaña del Ávila, en el mes de mayo de 1850, sentado a la puerta del rancho (choza) en la cual permanecía, cuando escuché un ruido particular que llamó mi atención. Alcé los ojos para buscar la causa de este ruido y yo observé una inmensa cantidad de animales que figuraban como puntos en la inmensidad del espacio. Venían del este y se dirigían hacia el oeste; poco a poco se acercaban y los vi pasar bastante cerca para reconocer que eran Golofas. El orden en el cual iban era admirable: de dos en dos y a recesen tres de frente, siempre realizando un ruido sordo, parecían entonar un himno de adiós a estos Lugares; donde habían vivido durante más de un mes. …
Estimo que allí vería entre 2.500 a 3.000 individuos. Pregunté al propietario de la choza en la cual permanecía si estos Insectos pasaban toda el tiempo; me dice que pasaban todos los años en este mes y siempre a la misma hora, y después no reaparecían sino hasta el año siguiente y que vivían en unas montañas situados a tres leguas de este lugar. Al año siguiente, en efecto, y en el 1852, he podido corroborar el hecho; ya que, yendo algunos días antes de la fecha estimada a la montaña, he colectado algunos Insectos del gran número que se encontraba. Tres días después pasaron, tal como el año anterior, de cinco a seis horas en la noche, en el mismo orden y con el mismo ruido, y los observé durante más de un cuarto de hora hasta que desaparecieron completamente. Durante ocho días que permanecí en este lugar, fui tres veces a la montaña para colectar mis ejemplares, pero encontré los Carrizos (Arundinacea, clase de Bambú) desiertos, sin encontrar ningún Insecto. Indudablemente había terminado la época de apareamiento.
En 1857, Marco Aurelio publica el libro El Reino Animal, según la clasificación de Cuvier o historia sucinta de los seres animados, el cual parece haber sido muy exitoso ya que tuvo varias ediciones sucesivas. Al año siguiente viaja a Inglaterra e Irlanda, donde se especializará principalmente en Londres, en ciertas técnicas modernas relacionadas con su profesión, incorporando visitas de estudio a Escuelas de Medicina de Edimburgo y Dublín.
Regresará a París en 1859 donde se reunirá con su hermano mayor Arístides (1826-1894; escritor, médico, historiador, divulgador científico), quien perfeccionaba estudios en ciencias naturales y médicas, y con quien ya había publicado algunos artículos divulgativos sobre las ciencias de la naturaleza. Juntos viajan a Nueva York y desde allí, Marco Aurelio se dirige a Nueva Orleans, cuyas condiciones sanitarias no tolera y lo motivan a regresar a Cuba. Allí se residencia en la provincia de Cienfuegos y ejerce exitosamente la medicina. El 21 de Mayo de 1863, la Real Academia de Ciencias Naturales de Cuba le distingue al premiarlo por un trabajo que había realizado sobre Fístulas. En diciembre de 1863 vuelve a Nueva York, donde, enfermo con la fiebre escarlatina muere el 17 de Junio de 1864.
Enterado de la prematura muerte de Marco Aurelio, Sallé escribiría un muy sentido obituario:
C’est avec un chagrin profound que je viens communiquer … la mort de notre ex-college le docteur Marco A Rojas, dont on imprime en ce moment meme des Etudes entomologiques sur les insectes de son pays. Il m’avait laisse le manuscrit de ces etudes pour le presenter a la Societe, et j’ai le regret amer de ne pas l’avoir fait plus tot, car il n’aura pas la satisfaction de voir paraltre son travail ... mais qui aurait pu prevoir un si prompt malheur?
Varios insectos fueron descritos por Marco Aurelio Rojas (Hyperantha vargasi, Hiperantha sallei, Semiotus caracasanus, Spheniscus chevrolatii, Colobogaster acostae, Taeniotes pazii) y a su vez algunos serían nombrados en su honor, tales como el Cerambícido Metopocoilus rojasi y el Curculiónido Lixus rojasi.
Aunque ciertos nombres son hoy sinónimos de otras especies o han sido incluidos en otros géneros, es indiscutible la huella que dejó el caraqueño entre entomólogos del mundo. La pasión de Marco Aurelio por los insectos también fue compartida por su hermano Carlos Eduardo. Este último se convertiría en miembro activo de la sociedad de Ciencias Físicas y Naturales de Caracas entre 1866 y 1878. Inéditos quedarían varios manuscritos en los que ambos venían trabajando, incluyendo El Reino Vegetal y Recuerdos de Viajes.
Sirvan estas líneas para honrar al primer entomólogo nacido en tierras venezolanas.