Conocí a Raúl Ruiz en Pontedera, donde preparaba la obra Edipo hiperbóreo (1989). Me recibió al almuerzo y pasé todo el día con él. Llegaron Francisco y Paulina, artistas chilenos que residían en Florencia.
Yo estaba buscando pruebas, por parte de los actores, de la historia reciente de Chile y esto me permitió conocer algunos de sus personajes más famosos, tales como Roberto Matta, José Donoso y precisamente Raúl Ruiz.
He estado muchas veces en el Atelier sul Mare en Castel di Tusa, en Messina, invitado por Antonio Presti, patrón siciliano, "el último excéntrico", por citar las palabras del gran viajero Stefano Malatesta. Cada vez que voy, me prometo que pasaré una noche entera en la torre de Segismundo, originalmente set de cine para la película Turris Eburnea, inspirada en la locura de Astolfo, personaje de la Chanson de Roland y que Ruiz había construido durante su estadía en Castel Tusa.
He imaginado a Raúl Ruiz cuando rodaba, hablaba y se quedaba dormido durante diez minutos cuando tenían que terminar una escena, ya que además de ser un verdadero excéntrico, era conocido por la velocidad de la realización de sus obras y por su gran libertad creativa, una constante reflexión sobre el lenguaje y los diferentes modos narrativos que posee el cine. Lo he imaginado mientras hablaba con Antonio Presti. La comunión entre los dos, sería sin duda un libro en sí mismo.
Otra etapa importante en Sicilia para él fue Gibellina, con el espectáculo La creación del mundo, en dos tardes, preparado en el haz de las Casas de Di Stefano por el director chileno.
Un viaje a Sicilia es esencial para entender quién era Raúl Ruiz realmente, y es por eso que estamos aquí, haciéndole este homenaje póstumo, junto con sus amigos y colaboradores, junto con su incansable mujer y extraordinaria cineasta Valeria Sarmiento.
Todo sucedió por accidente, mientras viajaba en tren a Milán. Fui al coche comedor e inesperadamente llegó el director Matteo Garrone, al que conocía porque era amigo de su padre Nico, crítico teatral con el que había compartido el verano romano junto el Asesor Renato Nicolini, los amigos del Beat 71, el teatro del Orologio, el Meta-teatro y muchos otros amigos actores, dramaturgos, directores y espectadores. Mateo me dijo que años antes su padre le había aconsejado ir a Sicilia y tratar de trabajar con Ruiz, "verás, será una experiencia que nunca olvidarás."
Después de la selfie, regresé a mi asiento y escribí este proyecto, después el encuentro con la amiga siciliana, con quien comparto una especie de armonía poética, la periodista Paola Nicita.
La positiva e inmediata respuesta del alcalde de Palermo, Leoluca Orlando, quien apoyó y adoptó inmediatamente la idea de hacer este homenaje póstumo a Raúl y dar las llaves de la ciudad a Valeria. Chile emerge honrado.
Es gracias a sus constantes visitas a Chile y a la leyenda que ha surgido en torno a Raúl Ruiz como nació un grupo de nuevos directores chilenos, capaces no sólo de utilizar la máxima libertad creativa, sino también de integrar el arte antiguo con el nuevo.
Memorable Tres tristes tigres, adaptación de la homónima novela de Guillermo Cabrera Infante, con la que ganó el Leopardo de Oro en el Festival de Locarno (1968). En ese año se casó con Valeria Sarmiento, que fue la montajista de la mayor parte de sus obras.
Después de haber sido consejero para el cine en el Gobierno de Salvador Allende, Ruiz se vio obligado a salir de Chile después del golpe de Estado del general Pinochet. Se refugió en Francia, donde continuó su actividad cinematográfica. Entre las obras más importantes están Las tres coronas del marinero (1982) y La ville des piratas (1983).
Su producción de películas incluye más de noventa títulos.
En 1994 Raúl Ruiz estaba en Palermo para el ciclo de reuniones "El cine como viaje clandestino", en el Albergo dei Poveri de Palermo, en el que participaron muchos de los eruditos aquí presentes.
Murió en París a los 70 años, mientras trabajaba en la película As Linhas de Torres Vedras, con John Malkovich, Catherine Deneuve e Isabelle Huppert. La película fue completada por su esposa Valeria Sarmiento, presente entre nosotros. Viuda de Raúl Ruiz y también una de nuestras mejores directoras.
Raúl Ruiz como arquitecto, como escribió el crítico de teatro y amigo Nico Garrone, amante de las construcciones imposibles como Gaudí, los proyectos destinados a no tener fin.