Colombia es un país con paisajes de escándalo, gentes cálidas y encandiladoras, alojamientos y medios de transporte más que aceptables, músicas pegadizas y comidas sabrosas.
Colombia es un país para descubrirlo y disfrutarlo, mejor con tiempo que sin él, y para aprender de cada lugar algo nuevo de su cultura y tradición.
Sin embargo, cuando uno viaja como turista extranjero tiende a ir a los destinos y alojamientos que recomiendan las guías de viaje internacionales. El resultado son masificaciones en lugares en los que casi no se encuentra ningún colombiano viajando y donde los lugareños nos preguntan por qué decidimos ir allí si Colombia cuenta con lugares más bellos.
Es el caso de varios destinos en el norte del país, como Palomino, Isla Barú y Taganga. En ellos hay una zona de la playa destinada a los bares con música a volúmenes molestos y bebidas alcohólicas por doquier, donde el olor a marihuana es perenne. Para mucha gente esto es divertido, pero para los viajeros que van buscando un turismo responsable y experiencias propias del país salen muy desilusionados, porque sólo encuentran extranjeros borrachos.
Son localizaciones por lo general muy bonitas, en las que casi sólo se habla inglés o español con acentos de fuera de Colombia. Hay gente muy sucia que deja botellas y plásticos tirados, y los precios son mucho más elevados. La parte buena es que si uno madruga no se encuentra con casi nadie porque la mayoría está durmiendo la borrachera.
Y es que hay varios tipos de viajeros, esos que sólo buscan fiesta independientemente de la ubicación, y aquellos que buscan lugares y personas independientemente de los servicios que ofrezcan. Los primeros están contribuyendo a que parajes innatos se estropeen por especializarse en vender alcohol y drogas para ganar dinero y los segundos consiguen interactuar con la población y volver a generar amor por el extranjero y sacarles de la cabeza que somos billetes andantes.
Si eres de los segundos, sal a bailar a los lugares no tan turísticos y aprende del ritmo que llevan en la sangre. Sí, bébete Colombia pero a base de su café, su chocolate y probando su aguardiente.
Además, viaja al menos en un autobús dentro de las ciudades, habla con los colombianos todo el rato (haz caso de las indicaciones de “no dar papaya” en las zonas determinadas, que significa no dar la oportunidad de que te roben los objetos de valor por mostrarlos), visita lugares que te recomiende la gente local, come almuerzos en restaurantes populares (aprenderás a comer sopas sin estar enfermo), haz todos los “free walking tour” que puedas y descubre la historia de cada rinconcito contada por un colombiano.
Intenta buscar siempre la opción menos turística, como es el caso de Bonda en lugar de Minca, la zona de montaña perteneciente a Santa Marta, donde realizarás excursiones de días enteros por las montañas aprendiendo de la población y descubriendo historias más que interesantes, que te harán adquirir nuevos puntos de vista.
Es recomendable que investigues hostales como el Volunteer Hostel de Cartagena, que ofrece talleres de creación de lámparas con artesanos colombianos, un tour por el mercado de la mano de un guía local al que se le ha dado la oportunidad de formarse y destina el 25% de lo que pagas a acciones sociales.
En definitiva, ¡intégrate y no hagas el turista!