Las elecciones norteamericanas han dejado sorprendido a medio planeta. Muy pocos pensaban que Trump podría, realmente, llegar a ser el triunfador. Para alegría de muchos y decepción de otros – casi tantos- esa ha sido la decisión. Para vivir la experiencia más de cerca y dejar a un lado mi Florida, por fin, me desplacé a la capital del país. Un día histórico es digno de vivirse de cerca. Ya instalada en la fría Washington D.C., me di cuenta de que mis expectativas no iban a verse cumplidas. Igual es que somos muy exagerados en España, pero, la verdad, me esperaba pancartas, gente vitoreando en las calles a su candidato o, al menos, algún que otro cartel cerca de la Casa Blanca. Nada de eso. La ciudad absolutamente en calma y sin rastro perceptible de que un evento tan importante fuera a suceder. Lo único que podría hacer presagiar algo era una especie de escenario de madera que estaban construyendo delante de la Casa Blanca. Pensé para mí, será que están guardando toda la artillería para el mismo día de la votación o, verdaderamente, se toman muy en serio la jornada de reflexión. Decepción encima y mochila también me dediqué a hacer turismo. Una ciudad preciosa, por cierto. Muy recomendable para visitar. Para mi sorpresa, ningún edificio puede ser mas alto que el Capitolio, así que la diferencia con Nueva York es abismal.
Pues bien, el mismo día de las elecciones, al igual que el anterior, decepción al canto. Los típicos turistas visitando Casa Blanca, Capitolio y demás, pero ni rastro de pancartas o gente animando a su político favorito o menos decepcionante. Ni siquiera había un gran despliegue de seguridad en el recinto, apenas unos pocos guardias, supongo que eso es lo que quieren que pensemos, pero estoy segura que los anillos de seguridad de la zona deben ser impresionantes. Eso sí, esta vez puede ver a gran cantidad de prensa merodeando por el lugar y consiguiendo la mejor toma para la conexión en directo. Al menos, era algo. En fin, durante todo el día me dediqué a caminar la ciudad nuevamente, pero sin encontrar ningún tipo de actividad especial. Las elecciones caen en martes y todo el mundo tiene que ir a trabajar, pero, eso sí, todas las televisiones que me encontré estaban con noticias y sondeos. La cosa se animó hacia las ocho de la tarde cuando ya quedaban unas tres horas para saber el resultado final. La capital, ya envuelta en un manto negro y frío, se inundaba de colas para entrar en bares y distintos edificios. Gente bien vestida que se reunía en fiestas privadas para ver el resultado de las elecciones. Colas interminables y personas de buen humor. Por ejemplo, la cola para entrar al Washington Post Building llegaba hasta media manzana.
Yo no podía ser menos y me acomodé en un bar a deleitarme con las conversaciones políticas. Casi todo el bar prestaba la mayor de las atenciones a los sondeos y explicaciones de los votos, estados, recuentos, etc. Casualidades o no, pero las conversaciones que rondaban a mi alrededor eran todas favorables hacia Clinton. No es que hablaran bien de ella, más que nada parecía que era la única opción que les quedaba frente al republicano. Los ánimos se fueron caldeando a medida que Trump conseguía más y más votos. Un sentimiento mezcla de tragedia y estupor inundó el bar cuando Trump ganó Florida. Yo tan lejos de allá y a la vez tan presente. Un estado clave en las elecciones. En ese momento casi todo el mundo entendió quién iba a ser el 45º presidente de los Estados Unidos y reinaba un silencio casi sepulcral. Desde ese punto hasta que dieron el resultado final, las conversaciones rondaron hacia el tipo de política exterior que tendría el país, la cantidad de demócratas que no habían querido votar por culpa de la trayectoria de Obama o el numero de partidarios de Sanders que se negaron a votar a Clinton. En definitiva, toda el tipo de conversaciones que estamos escuchando últimamente en las noticias era lo que se podía escuchar ya en la resaca de las elecciones.
El show terminó a eso de las dos de la mañana y el público no estaba, aparentemente, para mucha fiesta. Se terminó la jornada electoral y se olía en el ambiente que la capital tendría que prepararse para mucho más papeleo del esperado para el traspaso de poder. No voy a entrar en el mundo de las bromas y los memes que se han hecho a expensas de las elecciones porque no daría abasto, pero la cara del personal de la Casa Blanca era un poema.