Quedamos a las 5 de la tarde en la Sede de Médicos Sin Fronteras, un antiguo supermercado en la calle Cavanilles de Madrid, que el propietario les ha cedido por 7 años. Allí me esperan Jośe Antonio Bastos, presidente de Médicos Sin Fronteras desde 2010, y David Noguera, que desde hoy toma el relevo como presidente de la ONG. Ambos comparten la pasión por la medicina y un espíritu de entrega que admiro. Dejaron su trabajo como médicos en España para ir a lugares de donde los demás huyen, Somalia, Siria, Ruanda, Congo, Sudán y una larga lista de países en conflicto han sido su casa durante años. Críticos con las políticas llevadas a cabo por la Unión Europea, en junio de este año MSF renunció a los fondos procedentes de la UE. El 90% de su financiación proviene de socios y donantes: 439.000 en España y más de 5 millones a nivel internacional. No dependen de ningún gobierno, lo que les permite mantener su independencia.
Hablamos de la fosa común en la que se ha convertido el Mediterráneo, que la ruta entre Libia e Italia es actualmente la ruta migratoria más mortífera del mundo, en la que 3.000 personas han perdido la vida en lo que va de año; hablamos de sus primeras experiencias en el terreno, de los momentos en los que temieron por sus vidas, de conflictos enquistados y de la falta de implicación de los Gobiernos. Una entrevista en la que hemos hablado de muchos temas para conocer desde dentro Médicos Sin Fronteras.
¿Qué os lleva a estar ejerciendo como médicos en España y un día dejar vuestro puesto aquí y marcharos a esos lugares del planeta donde más calamidades están pasando?
"Para mi", dice José Antonio, “el cambio es ser médico, más que ser médico aquí o allí, creo que es la atracción que supone el poder ser útil a otros seres humanos en situaciones difíciles. Trabajé durante años como médico en el pueblo de Barajas. Lo compaginé con MSF durante unos años, hasta que me di cuenta que no eran compatibles si quería profundizar. O sabía más de malnutrición de niños, malaria y heridas de guerra o aprendía más de diabetes, problemas de salud mental y otras cosas aquí. Y decidí irme por lo humanitario. Desde adolescente recuerdo la televisión en blanco y negro y la sensación profundamente desagradable de rabia y de impotencia viendo lo que pasaba, recuerdo la guerra civil de Líbano, las hambrunas en Etiopía y pensé me gustaría poder hacer algo más que sólo indignarme y estudié medicina con esa idea en la cabeza”.
David dice que le impulso algo muy naif, ver las noticias y sentir que algo no estaba bien. Y después hay una transición de ese impulso inicial, mezcla de indignación y de aventura, con ver el impacto de tu trabajo y entender que era una labor totalmente relevante, apasionante y que intentaría dedicar toda mi vida a esto. Y aquí llevo 15 años.
Le pregunto a José Antonio qué dificultades se ha encontrado durante estos años, al frente de Médicos Sin Fronteras.
La principal dificultad es que el mundo se ha vuelto completamente loco. En los últimos 4 años, desde las primaveras árabes hasta aquí han sucedido acontecimientos y problemas que nunca hubiéramos podido imaginar. Que el mundo se negara a responder a la epidemia de ébola porque los que se estaban muriendo eran africanos y hasta que no afectó a los países occidentales no hubiera ninguna respuesta, eso es atroz. Eso hay que haberlo vivido en primera fila para darse cuenta lo que es estar llamando a los gobiernos de los países occidentales durante 4 meses seguidos y que nadie te haga ni caso y que luego, de repente, cuando salta en los medios de comunicación, haya una respuesta. Nosotros sabemos lo que no quisieron hacer los líderes de la comunidad internacional con el ébola.
Desde no dar ninguna respuesta a nuestros llamamientos hasta falta de financiación, el no enviar equipos... Los bomberos de casi todos los países del mundo tienen equipos entrenados para entornos de contaminación química y biológica, que es exactamente lo mismo que nos estaba pasando a nosotros con la epidemia de ébola. Y ningún gobierno quiso enviar nada de ayuda, hubo una negativa a dar apoyo hasta que el problema se descontroló tanto que lo único que les preocupaba era que no llegué aquí. Pero antes hubo centenares de personas enfermas en África que no les preocuparon nada.
También en 2015 la crisis de refugiados en Europa ha sido muy dura, viene de una guerra en Siria con un altísimo nivel de sufrimiento y atrocidad, y nunca hubiéramos imaginado esa actitud por parte de los países europeos.
MSF renunció a los fondos de la Unión Europea, en junio de este año, precisamente por su actuación ante situaciones como esta.
David es tajante: "nosotros decidimos no aceptar fondos de una institución que está llevando tan lejos la destrucción y el aumentando el sufrimiento de miles de personas en el mundo. Esta deriva, falta de voluntad e incapacidad absoluta de responder a una tragedia que está en nuestro continente es algo que me cuesta mucho entender. Y, llegados a este punto, era contradictorio coger dinero de la UE cuando estamos siendo hipercríticos con sus posiciones. Nos pareció un gesto visible y una forma de poner el tema encima de la mesa". "Además", añade José Antonio, "no solo porque la respuesta de la UE a la llegada masiva de miles de personas aterrorizadas huyendo de una guerra fuera completamente incongruente con la tradición ética y legal de los estatutos de asilo y refugio, que se generaron en Europa en los años 40, sino por el acuerdo, un paso más allá, de la UE con Turquía de reenviar allí a los refugiados que llegasen a Europa. Y, sobre todo, después de 3 meses explicándoles porque nos parecía que eso era un error muy grave. Descubrimos también que había una lista de 19 países más, incluyendo Somalia, Sudán, Eritrea, Etiopía... con los que la UE quería hacer unos acuerdos muy similares de rechazo y contener dentro del país a la gente que quiere huir. Eso es absolutamente contrario al concepto de asilo y refugio".
¿Cómo se financia Médicos Sin Fronteras?
En este momento, un 90% con las cuotas de nuestros socios y las aportaciones de colaboradores y un 10% con financiación oficial gubernamental de instituciones como la Unión Europea antes o Emergencias de Naciones Unidas. El porcentaje sigue aumentando y esto es importantísimo, porque nos da una gran capacidad de reacción de emergencia y nos permite actuar con absoluta independencia. No tenemos que esperar a que lo que queremos hacer coincida con los intereses políticos de un gobierno.
Según la información que yo tengo, no aceptáis dinero de países que están en conflicto, por ejemplo el caso de Francia en Mali.
Sí, sistemáticamente en ningún país aceptamos dinero que tenga nada que ver con ninguno de los beligerantes para mantener nuestra neutralidad. Hace unos años decidimos no volver a aceptar fondos de EE.UU. en ningún país del mundo por su implicación en muchos conflictos. Creo que vamos camino de tener una recepción de fondos de gobiernos cada vez menor.
¿Cómo creéis que podría gestionarse el tema de la acogida de refugiados?
MSF en una organización humanitaria que rescata y ayuda a gente en momentos críticos y no pretendemos tener las soluciones a los problemas, pero si hay que ver un modelo en el que fijarse sería Canadá. 180.000 refugiados que se comprometió la UE a aceptar eran 3 refugiados por cada 10.000 europeos: los repartes en Europa y ni se nota. Canadá decidió acoger a 20.000 y ha aumentado a 30.000 en menos de 6 meses y eso es la prueba de que lo que ha hecho la UE no es la única opción y que se puede hacer mucho mejor. No sé las cifras exactas, pero cuando acabó la guerra de los Balcanes, Europa acogió a varios millones de refugiados bosnios y nadie habló de que hubiese ningún problema. No hay ningún límite técnico para Europa de acoger a 180.000 personas, ni en Inglaterra de acoger a 3.000. Cuando Cameron decía que los 3.000 refugiados de Calais iban a cambiar la composición cultural, 3.000 personas entre 10 millones de habitantes que tiene Londres, no creo que afecte: es una falacia.
David comparte esta opinión: "En España, que hemos sido tan dados a hacer olimpiadas, expos y traíamos a 50.000 personas y eso nos encantaba y no pasaba nada, que seamos incapaces de acoger 18.000 refugiados me da vergüenza. Esto no es un tema de capacidad, es un tema de voluntad política. Hay un plan europeo de acogida y tiene que haber fórmulas para no dejar que la gente siga sufriendo de esta manera.
¿El Gobierno de España, a raíz de la crisis, ha disminuído de sus presupuestos la ayuda que daba a las ONG?
Muchísimo, aunque a MSF nunca nos dio mucha ayuda. Pero para otras ONG ha sido dramático. Cuando la crisis empezó en España hubo recortes presupuestarios que supusieron una disminución de un 15% en la mayor parte de los ministerios, Cooperación disminuyó un 80%.
¿Cuales son los principales focos en los que actualmente está actuando Médicos Sin Fronteras?
Son muchos, pero los más visibles y los más complicados son Siria, Yemen, República Centroafricana, Sur de Sudán. Conflictos crónicos que llevan durando mucho tiempo y no despiertan mucha atención, Congo, Somalia o Burundi son conflictos ya olvidados en los que también estamos trabajando. Y en los últimos años hemos desplegado una actividad importante en México y en Centroamérica pensando en las víctimas de la violencia criminal.
Cuando se produce una emergencia, tipo el tifón de Filipinas, el terremoto de Haití, ¿cuánto tardáis en llegar al terreno, cómo se movilizan los equipos y cuál es es protocolo de actuación a seguir?
Nuestro compromiso es tener un equipo funcionando en el terreno en menos de 48 horas y lo conseguimos salvo que haya retos como en ciclón de Filipinas, que no se podía llegar ni por barco ni por avión a las zonas más afectadas; o en Haití, con el bloqueo en el aeropuerto de Puerto Príncipe por el ejército americano que no dejaba que nadie aterrizara.
Contamos con material estandarizado en kits que están almacenados y listos para poder ser enviados y unos equipos de emergencia con una lista muy larga de personas comprometidas a ser movilizadas en 24 horas.
Cuando llegáis, ¿qué es lo primero que hacéis, cómo se empieza a funcionar?
Lo más importante es ponerse en contacto con los líderes de la comunidad, si es un conflicto con los grupos armados para que sepan quién eres, informarles de que vienes a montar un hospital y que no piensen que eres un espía occidental. Hay que hacer una valoración de las necesidades, diagnosticar el problema y diseñar un programa para tratar ese problema.
A pesar de poneros en contacto con los grupos armados este año se han producido numerosos ataques a hospitales. No se está respetando la Convención de Ginebra.
En Siria y en Yemen se producen ataques no solo a hospitales, también escuelas, comedores, mezquitas. Nos parecen estrategias de guerra brutales e indiscriminadas contra civiles. Nos preocupa mucho que pueda haber un trasfondo más allá todavía del respeto a la asistencia médica a las personas heridas. Esto estaba protegido por las convenciones de Ginebra, pero en cierta manera parece que también se está perdiendo en pro de acabar con enemigos potenciales, aunque sea a costa de matar médicos, enfermeras, niños en incubadoras o familias: se mata a todos. Se aprobó una resolución que parecía muy esperanzadora en el Consejo de Naciones Unidas en mayo de este año, pero tristemente no ha cambiado el comportamiento de los ejércitos y en Yémen tuvimos otro ataque el mes pasado. Es un tema que atrae mucho la atención de los medios de comunicación, de la sociedad civil y de los líderes políticos mundiales, pero de momento ninguno está haciendo nada concreto para detenerlo.
¿Habéis llegado a temer por vuestra vida?
"Si, unas cuantas veces", dice José Antonio, "En Somalia, el este de Congo... Pero al final te das cuenta que el temer por tu vida 2 o 3 veces en un mes en una situación de conflicto difícil, aunque es aterrador, cuando lo ves con un punto de distancia te das cuenta de que la gente para la que trabajamos vive así constantemente".
"Hay un riesgo inherente a nuestro trabajo porque nuestro nivel de exposición es muy alto", comenta David, "pero tenemos una estadística de incidentes por debajo de la construcción o de los pescadores, aunque a veces si pasan cosas, claro. En los dos últimos meses llevamos 2 muertos, un compañero en Yemen y un conductor nuestro en Sudán al que mataron hace pocos días. Le atracaron en la calle y le volaron la cabeza. Y eso es muy duro. Son compañeros nuestros que trabajando en una ONG para ayudar a la gente, intentando que tengan una vida digna y perder compañeros de esta forma es tremendamente injusto. En Somalia, por ejemplo, tuvimos que retirarnos por seguridad y no hemos podido volver. Es una crisis olvidada que no le importa nada a nadie y es un país que a mi me duele".
Hay conflictos, como Somalia, o Sudán del Sur, que son conflictos enquistados. ¿Que se puede hacer ahí?
Se puede hacer lo que hacemos nosotros, salvar vidas y aliviar el sufrimiento, pero es un enfoque muy de persona a persona que no resuelve un conflicto. La distancia entre los gobernantes que tienen la capacidad de resolver los conflictos, entre su discurso y la realidad que vive la gente, es absoluta. Teniendo la capacidad de hacer algo no están haciendo nada. No entiendo cómo pueden convivir con eso.
¿Dónde realizas tu primera misión en terreno, José Antonio?
Fue en 1992, después de la segunda guerra del golfo, cuando Sadam Huseim fue expulsado de Kuwait, atacó a los chiítas del sur de Irak y la población kurda del norte huyó en masas hacia la frontera con Turquía. Yo me encontré en mi primera misión en un valle en la frontera entre Turquía e Irak, muy cerca de las zonas más afectadas por el estado islámico ahora mismo, con 120.000 personas durmiendo en tiendas de campaña.
Cuando llegas ahí y te encuentras esa situación, ¿cómo reaccionas?
Era la primera vez que tenía contacto con una crisis humanitaria y por supuesto me impresionó, pero en lugar de impotencia sucede lo contrario. Para mi la impotencia es lo que me produce verlo en televisión, saber que existe y no hacer nada.
Desde el primer día me integré en un equipo en un hospital de campaña con turnos de 12 horas, con un día de descanso. Y desde el principio comprobé el impacto positivo de mi trabajo en la gente a la que ayudábamos, eso es muy gratificante.
¿Que es lo que más os ha impactado en estos años trabajando en el terreno? Eso que recordaréis con los años.
Coinciden en que lo que más les impactó fue la generosidad de la gente a la que asisten y la entrega de los locales. "En el fondo, nosotros somos persona que disfrutamos con lo que hacemos, pero los que son de allí están tomando decisiones peligrosas y muy sacrificadas para ayudar a su gente. Un médico boliviano, un médico checheno o los médicos sirios que siguen trabajando allí, deberían darles el Premio Nobel de la Paz porque son auténticos héroes, son gente que saben que les pueden matar y se siguen quedando. Eso es lo que más me impacta, el grado al que llega la generosidad y la capacidad de sacrificio humano por otros seres humanos".
"En el tema de los sirios", añade David, "la esperanza del país son los refugiados, no los que se han quedado allí disparando. Ahora los tenemos nosotros, y es nuestra responsabilidad tratarlos bien porque ellos son la esperanza del país, la gente que se ha ido y ha escogido no matar. Y me impresionan esas personas que se han cargado su familia a la espalda y han cruzado un continente a pie".
Como Presidentes de MSF tenéis una labor más administrativa. ¿Echáis de menos cuando no estáis en el terreno?
Y aquí para ambos, su familia es determinante en la respuesta. "Todos lo echamos de menos, pero yo tengo 2 hijos, de 2 y 5 años, y entiendo que les hago falta" responde David. "Ya hice mi parte y ahora hay jóvenes muy conscientes y comprometidos que no tienen esta mochila para ir a conflictos. No me pasaría 6 meses en Siria ahora porque tengo miedo y una responsabilidad que antes no tenía. Ahora toca como presidente una labor más de representación, de portavocía, más política. Y ahí estaré".
"Lo he echado mucho de menos, pero al inicio de mi mandato y con 50 años tuve por primera vez una hija que le ha dado un sentido diferente a mi vida. Así ha sido menos complicado aceptar que estaba sentado y que no estaba viajando a las zonas de conflicto. Si yo no tuviera familia me iría a trabajar a Turquía o a Siria, pero ahora la situación es otra", dice José Antonio.
Vosotros que estáis en contacto con la situación que se vive en estos países y veis morir gente casi a diario, ¿no llega a ser desesperante observar lo poco que hacen los gobiernos tanto de un lado como de otro?
Tiene un punto de desesperante, pero sobre todo de incomprensible, yo no logro entenderlo. No puedo entender como se deja que la gente se ahogue en el Mediterráneo. No puedo entender que potencias mundiales no sean capaces de arreglar la situación de Sudán del Sur. La gente tiene que entender que en Siria no hay conflictos locales, son globales. La paz de Siria la firman los rusos y los americanos y en medio hay 10 millones de sirios sufriendo y perdiendo a sus familias.
Uno de los mayores focos de muerte está siendo el Mediterráneo, concretamente la ruta entre Italia y Libia. MSF también tiene ahí barcos de asistencia.
Tenemos en el Mediterráneo 3 barcos sacando gente del agua. Lo que está pasando ahora en Libia es una cosa espantosa: mafias de tráfico de personas que se dedican a secuestrar, torturar y violar a los refugiados. Tenemos una retahíla de testimonios que es espeluznante.
Cómo nuevo presidente de MSF, David, ¿qué le pedirías a los Gobiernos, cual debe ser su implicación?
Me cuesta, porque no nos escuchan. Les pediría que ejerzan su responsabilidad y que sean conscientes de que sus acciones también pasan un mensaje. Les pediría más reflexión y les diría que tienen una responsabilidad que va mucho más allá del corto plazo. Necesitamos una política más elevada en la que realmente se impliquen y ejerzan su influencia y utilicen sus recursos para mejorar la vida de los que más sufren y que lo hagan ya, porque el nivel de sufrimiento en el mundo no hace más que incrementarse. Esto es lo que les pediría. España es un actor global, no es EE.UU. pero es un país de referencia.
¿Que te gustaría decir para concluir?
Que ya que no nos escuchan los gobiernos, que nos escuche la gente. Estábamos acostumbrados a sentarnos con líderes rebeldes que tienen poca cultura democrática, pero tenemos también interlocución con gobiernos y señores con corbata aparentemente educados con los que se puede mantener una conversación. Y el problema es que no nos escuchan, no nos hacen caso y las políticas que hacen son antagónicas a nuestra forma de ser, sentir y algunos incluso nos bombardean. Por eso desde Médicos Sin Fronteras tenemos que decirle a la gente que nos siga apoyando porque es la forma de mantener nuestra independencia. Necesitamos la ayuda de la gente, su influencia y que sean más proactivos, que pasen el mensaje y que ejerzan su responsabilidad como ciudadanos.