Toscana no es solamente la Catedral, la Galería de los Uffizi o el Baptisterio en Florencia; tampoco es Siena y su famosa Plaza del Campo, donde todos los años en agosto se celebra el Palio; ni siquiera Pisa y su Torre inclinada. Es mucho más, ya que cada trocito de esta región, ubicada en el centro de Italia, es capaz de narrar más de una historia para que el viajero recorra y conozca la “Toscana verdadera”, un auténtico tapiz de historias increíbles y sorprendentes, de una belleza estrepitosa.
Gracias a un proyecto innovador patrocinado por la Región Toscana, (junto a Toscana Promozione Turística y Fondazione Sistema Toscana) será posible entrar en cada pueblito, y conocer lugares desconocidos y encantados, gracias a un conjunto de historias breves, que cada día permitirán adentrarse en un lugar nuevo. Todo ello gracias al sitio www.toscanaovunquebella.it, que hasta ahora está solamente en italiano e inglés, pero que en pocos meses estará también en otros idiomas, incluido el castellano.
Será posible ir delimitando las áreas según el interés de cada viajero, gracias a un mapa interactivo para elegir las historias en base a las áreas geográficas que más llamen la atención: puede ser playa, montaña, la vía Francígena (la antigua vía que desde la Edad Media partía desde Canterbury y terminaba en Roma, y que en Toscana sigue un trazado especial), los principales sitios Patrimonio Mundial UNESCO, enogastronomía, ciudades de arte o simples pueblitos, porque cada sitio reviste un encanto y un interés especial.
Navegando por el sitio será posible adentrarse de la mano de Marco Malvaldi, uno de los autores de novelas policiales más famosos de Italia, en una Pisa inédita, que sugiere un paseo por las murallas de la ciudad, para observarla desde arriba: se podrá admirar, por ejemplo la Iglesia de San Torpé, una visión diferente de la Torre o atravesar desde lo alto el barrio de San Francesco, siempre lleno de los estudiantes de la cercana universidad.
¿O por qué no detenerse en Certaldo, descrita por un Boccaccio desencantado?, ¿o admirar la monumental escultura “Il Marinaio”, profundamente expresiva que invita a visitar San Vincenzo y que desde sus siete metros de altura, desde 2010 mira el mar desde este puerto, como “un símbolo de proyectarse al futuro”, según cuenta su creador, el escultor Giampaolo Talani?
Sugestiva la narración de Marco Vichi, otro escritor italiano, de una Impruneta descrita a través de las vivencias de dos niños, extasiados ante el resplandor de las llamas de los hornos donde se cuecen los ladrillos. Y luego Manciano, Montemerano, “el pueblo con forma de corazón”, Pescaglia o Poppi, entre otros.
Y visitando Vinci no se puede no imaginar a un joven Leonardo (de Vinci, por supuesto) mientras recorre los senderos que se encaraman hacia el monte Montalbano y observa el agua de los torrentes que lo atraviesan, los molinos con sus ruedas que se mueven con una débil energía, que rinden testimonio de las primeras experiencias del genial inventor.
Como se señalaba al principio, Florencia es mucho más que sus tesoros de arte (que no son pocos) y es su Alcalde, Dario Nardella, quien invita a conocer otra Florencia: alejarse del centro histórico, acercarse a los mercados y a los talleres artesanos donde el tiempo parece haberse detenido. Sugiere pasear por el “parco delle Cascine”, ir al Teatro de la Opera o a los numerosos conciertos de verano al aire libre. Vale la pena hacer un esfuerzo y subir por “Erta Canina”, que puede parecer una cuesta muy empinada, pero que paga el esfuerzo: al llegar a la cima el panorama es impagable.
En Murlo con los etruscos
Un lugar que incluso pocos italianos conocen es Murlo, un pueblito de 114 kilómetros cuadrados, al sur de Siena, que se encarama por las suaves colinas de la zona. En realidad es un conjunto de caseríos que se remontan a la Edad Media, cuyo origen se pierde en los entresijos de la historia. En esta zona hay trazas de asentamientos humanos ya desde la Edad de Hierro. Lo demuestran los objetos de metal encontrados en la región y que se pueden ver en el “Antiquarium Poggio Civitate”, el museo Arqueológico de Murlo, una fortaleza que era la residencia del Obispo. De hecho, la zona que corresponde al actual territorio de Murlo se llama “Feudo del Obispo”.
En este Museo se encuentra una exposición permanente única en su género dedicada a los etruscos. Y no es que en Italia no haya otros lugares importantes dedicados a este pueblo (según Herodoto proveniente de Lidia, zona de algunas provincias de la actual Turquía), antepasados de los romanos que poblaron alrededor del siglo XII a. C. las actuales regiones italianas de Toscana, Umbría y el norte del Lacio.
Lo que hace al “Antiquarium” único y especial es que por primera vez se muestran trazas de lo que era la vida diaria de este pueblo con el descubrimiento y las posteriores excavaciones que empezaron hace 50 años en Poggio Civitate, un lugar ubicado en una de las numerosas colinas que separan la Toscana central de la costa del mar Tirreno.
Lo interesante es que aquí se encontró no una necrópolis ni una ciudad, sino un edificio con características específicas y hasta ahora desconocidas: un elegante palacio, construido entre los siglos 600 y 550 A.c., donde vivía sin lugar a dudas un aristócrata, probablemente señor de todo un territorio.
En el terreno, circundado por murallas, además del edificio señorial se encontraron talleres de carpintería (hornos para cocer la terracota de los techos), de orfebrería (las figuras que adornaban los techos), de hilandería (carretillas de hilo, agujas), de artesanía (platos, ánforas) un templo votivo de medianas dimensiones (estatuas presumiblemente de divinidades). O sea, todas las actividades para el quehacer cotidiano.
Lo curioso es que este lugar fue descubierto casi por casualidad: hace más de 50 años, un campesino de la zona habló con el arqueólogo italiano Ranuccio Bianchi Bandinelli y le contó que, mientras araba su terreno, encontró “como muros de piedra”. El arqueólogo, estimulado por estas palabras y por los restos que se encontraban esporádicamente, se imaginó que podía existir un importante asentamiento en este lugar.
En 1966, el arqueólogo estadounidense K.M. Phillis obtuvo la concesión del Estado italiano para los trabajos que de inmediato dieron como resultado los interesantes descubrimientos que se señalaban anteriormente: han pasado 50 años desde esta fecha y todos los años en junio y julio un grupo de arqueólogos y grupos de estudiantes estadounidenses (en los últimos años de la universidad de Massachussets Amherst), vienen a Poggio Civitate a escavar.
Desde hace dos años, la Municipalidad de Murlo creó el Festival “Blue etrusco”, que desde mediados de julio hasta fines de septiembre ofrece una serie de iniciativas artísticas, musicales,¡ y enogastronómicas para celebrar a este antiguo pueblo y sobre todo el asentamiento de Poggio Civitate, que fuera destruido por un incendio el año 600 a.C., reconstruido inmediatamente después y abandonado definitivamente casi un siglo después por causas desconocidas: el gran misterio es el hecho de que el palacio, los talleres y el templo fueron destruidos voluntariamente y alrededor de toda el área habitacional fue construido un terraplén de piedra para impedir el acceso al lugar, que permaneció de este modo intacto durante 2.600 años.