Cameron, el primer ministro del Reino Unido, llamó a una consulta sobre la permanencia o salida de la Unión Europea para consolidad su posición en el partido y, como todos ya sabemos, ganó la salida, que para muchos fue y es una reacción negativa a una política de migración “demasiado abierta”.
Esto no se lo esperaba Cameron y, como resultado del referendum, tuvo que renunciar como primer ministro y, por el momento, las consecuencias de esta “sabia elección” son: la caída de la esterlina, la caída de la bolsa, una reclasificación de la credibilidad económica del Reino Unido de AAA a AA1, la posibilidad de una nueva consulta en Escocia sobre su independencia y la permanencia en la EU, la reunificación entre Irlanda del Norte e Irlanda, que significaría el fin del Reino Unido, la exigencia de un estatus especial para la zona de Londres, una fuga de capitales aún no estimada, la perdida de puestos de trabajo en el sector financiero y bancario, la suspensión de planes de inversión por parte de compañías extranjeras y el riesgo de una nueva recesión con el peligro de la necesidad de una nueva política de apoyo económico para el sistema bancario, que impida su desvalorización.
Muchos ciudadanos ingleses residentes en Europa están evaluando la posibilidad de obtener una nueva nacionalidad y el gobierno italiano ha ventilado la idea de ofrecer la doble nacionalidad a todos los estudiantes ingleses en Italia con más de 2 años de estudios superiores.
Cameron ha jugado con fuego y se ha quemado las manos, pero también lo han hecho muchos dirigentes del partido laborista, que no han apoyado con pasión el proyecto europeo. Por otro lado, una organización principalmente de jóvenes ha lanzado una iniciativa de volver a llamar a una nueva consulta y para este objetivo han ya juntado millones de firmas, mientras los líderes del partido de gobierno y los partidarios del Brexit intentan posponer la petición formal de la salida de la Unión Europea del Reino Unido, evocando el artículo 50 del acuerdo de Lisboa al menos por algunos meses.
Todas las promesas de Boris Johnson para atraer votos para el Brexit eran, para decirlo con moderación, pequeñas mentiras: como los dineros extra para el servicio nacional de salud y el hecho de que la migración iba a terminar inmediatamente. Por otro lado, y esto es parte de la absurda situación en que se han puesto los ciudadanos del Reino Unido, la crisis causada con los resultados de la elección obligará al Banco Central a predisponer fondos extraordinarios para subvencionar los bancos y con menores entradas fiscales, en vez de una disponibilidad mayor para el servicio de salud, llegarán nuevas reducciones.
Muchas de las áreas donde el voto por el Brexit fue más alto son las que reciben más dineros como subsidios y transferencias por parte de la Unión Europea. Además, es probable que el mismo Boris Johnson sea el próximo primer ministro sin ser elegido directamente. Algo que él criticaba despreciativamente a las autoridades de la UE con las cuales tendrá que negociar las condiciones de la salida. Y, para lo que no lo saben, la UE absorbe la mitad de las exportaciones británicas y, comercialmente hablando, el Reino Unido depende más de Europa que Europa del Reino Unido.
Otra situación paradójica es que en Europa la gente se ha habituado a comunicar internacionalmente en inglés y ahora que los ingleses no serán parte de la Unión, habrá que considerar otro idioma: el francés, quizás, o el alemán u otro idioma minoritario. Quién sabe, pero por el momento los temas son otros y, entre ellos, cómo hacer más fuertes las instituciones europeas, ahora que los ingleses se despiden del continente, buscando la otra costa del Atlántico, que está siempre más a trasmano. En realidad, el Brexit niega una característica que considerábamos típica de los ingleses, una retórica simple, directa y clara y un pragmatismo utilitarista con objetivos anticipados. En este caso, se han tapado los ojos y disparado donde más hace daño.