“Todos para una y una para todos” no es ya una referencia a la clásica obra de Alejandro Dumas Los tres mosqueteros; lamentable y vergonzosamente en una sociedad patriarcal, profundamente machista, falocrática y misógina –porque sí, en nuestra sociedad se odia a las mujeres-, esta frase pone en evidencia la cultura de la violación presente y aceptada en nuestra cotidianidad.
Desde tiempos inmemorables, la reducción de la mujer a la condición de objeto y la violación, es decir, el acceso a su cuerpo de forma violenta y no consensuada para satisfacer los deseos sexuales de una masculinidad erigida y autoproclamada como dominante, ha sido una de las formas de violencia más degradantes y sistemáticas que ha experimentado la mujer; así lo ha evidenciado la historia del arte en obras pictóricas como: La violación de Edgar Degas, Luis de Orléans mostrando a su amante de Eugéne Delacroix, El rapto de Europa de Vecellio Tiziano, La violación de Persephone de Pedro Pablo Rubens, Escena de la violación y asesinato de una mujer de Francisco de Goya, Tarquino y Lucrecia de Mariano Fortuny, La violación de René Magritte, La violación de las Sabinas de Pablo Picasso, La violación de José Clemente Orozco, entre otras.
Por su parte, Hollywood también ha contribuido significativamente a naturalizar la violación perpetrada contra las mujeres, en apuestas cinematográficas como Infierno de cobardes, Perros de paja, Irreversible, pero también, la normalización de la violación masiva en películas como Acusados, donde la victima además es resposabilizada de incitar la violación contra ella cometida.
No obstante, estos hechos no son solo producto de una trama televisiva, de la imaginación de algún guionista o de las fantasías de algún film pornográfico. Recientemente ha sido noticia una violación colectiva en una favela de Rio de Janeiro en Brasil contra una joven de 17 años; en el vídeo (compartido por los violadores en las redes sociales) la adolescente aparece desnuda con signos visibles de violencia, donde además los agresores alardean y se ufanan de que el cuerpo inconsciente de la chica ha servido para satisfacer a 30 de ellos.
Después de la denuncia del vídeo, la joven agredida ha sido encontrada por las autoridades. Declaró que asistió a casa de su novio con quien mantenía una relación desde hacía 3 años para luego aparecer al día siguiente en otro lugar abusada por 30 hombres. El novio de la víctima y autor del vídeo en el que afirma -mientras muestra el cuerpo desnudo de la chica- “treinta pasaron por aquí”, se presentó junto a un amigo en la comisaría para dar declaraciones. El joven negó mantener una relación de noviazgo con la victima y manifestó que su amigo fue el único que tuvo relaciones sexuales consensuadas con ella. Sin embargo, aunque la víctima fue abusada y expuesta, los dos jóvenes fueron dejados en libertad después de declarar, pues, pese a que la policía civil de Río de Janeiro admitió que existen indicios de la violación colectiva, considera que todavía faltan pruebas para acusar a los presuntos responsables de los hechos.
Es decir, la cultura de la violación encuentra tanta aceptación en la sociedad contemporánea y es una realidad tan normalizada que los agresores sienten libertad de jactarse de los actos, grabar vídeos y tomarse selfies con sus víctimas sin temor a la sanción social o penal por la comisión de tales delitos; las víctimas son consideradas culpables y los victimarios continúan en libertad con total impunidad. Estos hechos en su conjunto, y la inacción de las instituciones de justicia, legitiman y perpetúan la violencia por razones de género y la concepción de la mujer como botín de intercambio; pero además, le dan un claro mensaje a los violadores: dispongan de las mujeres- A fin de cuentas, a ellas sus derechos nadie se los garantiza…