No cabe duda de que Tailandia está viviendo una época dorada en cuanto al desarrollo turístico se refiere. Tanto es así, que uno de sus principales intereses en este aspecto parecen ser los modelos de desarrollo sostenible ante la demanda constructiva de complejos hoteleros y demás facilidades para albergar a los visitantes -se cuentan por millones- que tiene al año. Es sin duda uno de los destinos más visitados del mundo en estos años en los que vivimos, por lo que el país se está viendo obligado a ponerse las pilas de cara al turismo.
El país posee como virtud que los visitantes la recorren de norte a sur (o viceversa, obviamente) pues al sur están las playas, pero el norte también está dentro de los circuitos tanto de viajeros como de turistas, viniendo a decir que los visitantes se reparten por todo el país.
En una búsqueda quizá de la mejora de las actividades dentro de estos circuitos, han aparecido nuevos monumentos, nuevos hitos que visitar, nuevos sitios para que el extranjero deje su dinero, lo cual favorece el desarrollo de estos monumentos. En el norte, se destacan sin duda, en la ciudad de Chiang Rai, La Casa Negra, y también, en contraposición con ella, el Templo Blanco.
La Casa Negra o Baandam Museum fue concebida por el artista Thawan Duchanee, y está constituida realmente por numerosas casas de madera negra que albergan desde excelente piezas de marquetería a animales disecados, pieles, cuernos, construcciones y lo que podríamos llamar instalaciones, dentro de ellas, además de constar los jardines con otras obras de carácter más “original” y formaciones similares a monumentos megalíticos. Es sin duda un lugar muy particular que en cierto sentido, como decimos, le da el contrapunto al Templo Blanco.
Este Templo Blanco, también conocido como el Wat Rong Khun, se debe al arquitecto Chalermchai Kositpipat, y su construcción comenzó en 1997. Los que lo hemos visitado no podemos pasar por alto ciertas similitudes con la Sagrada Familia de Barcelona, pues ambas continúan en construcción, y acaparan más atención que obras que se podrían considerar más completas, al menos, terminadas, apareciendo ambas en todo tipo de guías de viajes. Esto hace que se conviertan a ojos de los visitantes en visitas obligatorias, lo que en moda se conoce como “must”. Al Igual que la Casa Negra, el Templo Blanco consta de varias construcciones, y numerosos elementos decorativos, y la finalización del conjunto está prevista para 2070. Así pues tampoco está previsto que el arquitecto vea con sus propios ojos la obra terminada.
Da la impresión que, de una forma muy inteligente, Tailandia está promoviendo estos puntos para crear una economía local. Como ocurriera en la Edad Media, en la que las ciudades se creaban y prosperaban alrededor de la creación de las catedrales, estos hitos urbanos crean una afluencia de gentío que afecta por obligación a la economía de la comarca.
El templo posee una serie de características que incrementan su significado como obra, pues el blanco viene a ser la pureza de Buda; el puente de acceso al templo hace mención al puente que cruzó Buda cuando predicó dogma por primera vez; y los sufrientes bajo el mismo da idea de que para llegar al bien es necesario el sufrimiento. Semicírculos representan la humanidad y animales pintados como el elefante, el naga, el cisne o el león vienen siendo los cuatro elementos que serían el mundo, el agua, el viento y el fuego. Al igual que toda la Historia del Arte, este edificio está lleno de símbolos y elementos que enriquecen su significado.
La cuestión es que al mismo tiempo, en los elementos decorativos que se exhiben en los jardines, aparecen figuras mucho más reconocibles que la representación del agua a través de un naga, incluso por los niños. De uno de los árboles cuelgan las cabezas de los superhéroes contemporáneos más seguidos: Batman, Ironman, Hellboy, personajes de cine familiares a todos como Gollum, o personajes clásicos del cine de culto como Hellraiser.
Podría decir que todos ellos parecen estar situados en las cercanías de un templo porque son figuras heroicas, dignas de seguir, como los antiguos héroes griegos en esculturas, pero no sería cierto. Gollum no es ningún modelo a seguir, por citar algún ejemplo rápidamente reconocible. Podríamos devanarnos el cerebro buscando el argumento perfecto para esta colección de cabezas, como por ejemplo el aspecto infernal. Pero lo cierto es que de hecho, el único elemento en común que veo que poseen es el conocimiento general que tenemos de estos personajes a través de la cultura contemporánea. Reconocible incluso y a veces sobre todo, una vez más, por los infantes. Incluso entre las manos de los sufrientes que se sitúan debajo del puente se puede ver la mano de Terminator, calcada del momento en la que se está a punto de derretirse.
Por tanto, no podía dejar de preguntarme, ¿qué pintan todas esas figuras allí? Quizá tengo una idea muy anticuada de lo que viene siendo la iconografía y su pertenencia a un entorno y una época. Nada en contra de los superhéroes y personajes pop-ulares del siglo XXI, es solo que encuentro confusa la reunión de estos individuos en cierto lugar. Si estuvieran en un parque temático (complejos que son igualmente centros de peregrinación y que ayudan a la economía local) en Hollywood –por decir algo-, me parecería lo más coherente del mundo. En un templo de nueva creación al norte de Tailandia, tiende a dejarme con el cerebro en blanco, como el templo.
¿Es que acaso la nueva religión del culto al personaje popular es compatible a las enseñanzas de Buda? ¿Ha decidido el arquitecto echar mano de estos revienta taquillas para animar el trasiego de gente? ¿Constituyen la parte lúdica dentro del cansado deambular entre tanta religiosidad, turistas y cámaras de fotos?
No sólo no conseguí llegar a ninguna conclusión que me ayudara a entender esa combinación de elementos, sino que cuando trataba de hacerlo mi cerebro dejaba de funcionar.
Lo único que llegué a entender como conclusión acerca de todos estos hechos es que la industria del espectáculo constituye en sí misma una nueva religión, con iconos y santos que poseen tantos devotos como cualquier otra religión. Los viajes, internet y todo el sistema de vida contemporáneo hacen que mezclemos conceptos: el consumo de forma fraccionada crea collages en nuestras cabezas y a menudo los resultados son bastante peculiares.
Como profesional de la Historia del Arte, señalaría que lo que está construido hasta ahora parece carecer de una coherencia ideológica, pero que emplea elementos que consiguen atrapar la atención del visitante, empezando por el uso de materiales como espejos que hace de la construcción un edificio brillante que por fuerza, atrapa la mirada. Como consumidora de la cultura popular tengo la capacidad de dejar la cabeza en blanco y simplemente pensar “¡que guay!” ante un árbol con las cabezas de algunos de mis superhéroes favoritos. Pero como persona humana, no puedo dejar de ver que, posiblemente al igual que la Sagrada Familia, más que en un edificio entendido en su grandiosidad por una combinación de continente y contenido, se está convirtiendo en un elemento más a realizar si vas a Tailandia, algo de la lista a hacer y tachar. Dejemos a un lado los criterios propios y sumémonos a la masa. Eso es lo que vale, sólo tienes que unir budismo con superhéroes. Y a ser posible, adquiere algún souvenir. Si no lo haces, te arrepentirás.