Confirmado. España vivirá sus segundas elecciones generales en seis meses. Será el próximo 26 de junio, el segundo intento de formar un Gobierno que no escenifique lo más rancio de la pólitica española. El segundo intento de que las principales formaciones se pongan de acuerdo. Si los pronósticos son acertados, el fragmentado mapa de colores del Congreso no variará mucho, aunque es de esperar que esta vez, aunque sólo sea por vergüenza, alcancen un consenso.
Porque ya lo decía Loquillo en aquella canción: para qué discutir, si puedes pelear. Los "yo no me siento contigo", "yo con usted no hablo" y "si no estás conmigo, estás con mi enemigo" que hemos vivido día a día durante casi seis meses no han hecho más que agudizar la sensación de que algo no va bien. Desde Europa nos miran ensimismados, casi incrédulos, por una situación que en cualquier otro país se resolvería con un mero ejercicio de responsabilidad de Estado. Pero no, aquí no. Seis meses, con sus semanas y sus días, sus dos sesiones de no investidura, sus reuniones interminables, sus libros de baloncesto con dedicatoria, sus ruedas de prensa y sus debates televisivos con los mismos tertulianos de siempre. Para nada. Seis meses sin Gobierno. Una ley paralizada – la Lomce de Educación- y la Bolsa preguntándose aún si España está, y si se le necesita.
Y lo más preocupante es que en estos seis meses hemos asistido casi como en un teatro a la convulsión interna de los partidos que pretenden cambiar España: dimisiones en masa en Podemos con una desavenecia mayúscula entre sus dos principales dirigentes, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón; y el omnipresente rumor de batalla por el liderazgo del PSOE entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. Ay, esa imagen en la Feria de Abril... Ella tan vestida de flamenca, él aguantando el tipo manzanilla en mano.
Pero seis meses han dado para mucho más. Incluso para una dimisión. Sí, ustedes pensarán que hablo en broma. Pero no, en España se dimite. Los 'Papeles de Panamá' se han llevado por delante el Ministro de Industria -en funciones- José Manuel Soria. Mientras,en Valencia medio Partido Popular ha sido borrado de un plumazo por la corrupción. Si las consultas para formar Gobierno llegan a durar un poco más, se presenta Mariano él solo a las elecciones.
Y ahí está Ciudadanos, los únicos que no dejan entrever terremotos internos y que se agarran a su acuerdo de Gobierno fallido con el PSOE aunque se lo tumbe medio Congreso de los Diputados. Pueden ser -no me hagan mucho caso, yo ya no entiendo nada de este país- los grandes beneficiados en estas nuevas elecciones. Y ojo con la fusión Podemos-IU: con la ley electoral en mano y repetiendo resultados de los primeros comicios, podrían ser la segunda fuerza política del país, desbancando al PSOE de su hegemonía en la izquierda.
Yo me fijaré mucho en la abstención. Será un dato socialmente relevante y que indicará el grado de hartazgo de los españoles. Y es que oiga, la política es divertida, pero hasta un punto. Y además, si me pongo a pensar en los más de 150 millones de euros que constarán las nuevas elecciones, pues me cabreo. Esperemos que, tras el 26 de junio, la pelea no dure otros seis meses, y se quede sólo en una fructífera discusión.