Sus palabras eran las más esperadas tras el escándalo de los ‘Papeles de Panamá’, revelados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, en inglés). Los medios de comunicación occidentales le apuntaban con el dedo acusador, aunque su nombre no figuraba como cliente del bufete Mossack Fonseca. El presidente de Rusia, Vladímir Putin, se hizo esperar una vez más, pero habló.
Cumplió con su habitual estrategia y dejó que su nombre protagonizara portadas, titulares y cientos de mensajes en las redes sociales para elegir el momento oportuno. Un foro con periodistas, todo calculado y bien escenificado. Allí marcó de nuevo la estampa irónica made in Putin para tirar por tierra cualquier atisbo de debilidad. "Su servidor no está allí, y no hay nada de qué hablar. Pero hay una misión y hay que trabajar. ¿Qué hicieron? Un producto informativo".
El presidente ruso lograba así contraatacar y mostrarse como la víctima de la ‘guerra informativa’ que Occidente mantiene contra el Kremlin de un tiempo a esta parte. El efecto bumerán ya estaba en marcha y el golpe pronto iba a ser devuelto. Entonces fue cuando Vladímir Putin se refirió a su ‘admirado’ Serguéi Pávlovich –director de orquesta ruso que aparece en los documentos- como un amigo, un ‘artista del pueblo’ de quien aseguraba sentirse muy orgulloso.
En apenas dos minutos de intervención contestaba a las acusaciones de ser uno de los vinculados con la trama de las offshore de Panamá. No olvidemos que en los 11 millones y medio de documentos desvelados aparecen hasta 12 jefes de Estado y numerosas personalidades de la política, el deporte y la cultura entre otros ámbitos. Pero la filtración abarca más, 128 políticos y cargos públicos de diferentes países.
Cifras y cargos que por sí no dicen mucho pero, si entramos en nombres, estos son algunos: Sigmundur Davíð Gunnlaugsson, ex primer ministro de Islandia y primera víctima; el rey de Arabia Saudita, Abdalá bin Abdelaziz al Saud; el actual presidente de Argentina, Mauricio Macri. También figura el padre del primer ministro británico, David Cameron; el presidente ucraniano, Piotr Poroshenko –el llamado ‘rey del chocolate’- y el ex primer ministro Pavlo Lazarenko. Pero además, el expresidente de la UEFA Michel Platini y el futbolista Lionel Messi en cuanto a deportes. El cineasta español Pedro Almodóvar y la Infanta doña Pilar de Borbón. Sin olvidarnos de la familia Mubarak –hijos del expresidente egipcio- y algunos amigos del mandatario ruso.
La publicación de la ‘filtración más masiva de la historia’ fue vista por muchos medios como una oportunidad para cargar contra el presidente ruso, Vladímir Putin, y abrir fuego contra él. Una acción que el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, -también incluido en la lista- definió como Putinfobia, al igual que todos los intentos de “no hablar bien de Rusia”, haciendo especial hincapié en el ‘silencio’ que la prensa occidental imponía a los ‘éxitos’ de la operación antiterrorista rusa en Siria, el avance hacia la paz en el país árabe o la reciente toma de la histórica Palmira –ciudad siria baluarte del Estado Islámico- conquistada por los yihadistas el año pasado.
El secretario de Prensa de Putin aseguró que el Kremlin sabía ya en marzo de la ‘guerra mediática’ que se tramaba contra el líder ruso y esperaban eventuales ataques como las acusaciones de los papeles. Analistas y expertos de esta corriente aseguran que “las filtraciones están siendo utilizadas de forma selectiva desde el punto de vista político”. Hay otras voces que van más allá y se preguntan por qué no hay ningún representante estadounidense en los papeles.
WikiLeaks parece tener la explicación a la pregunta. Para el célebre portal de las filtraciones, la investigación fue realizada por Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP, en inglés) y financiada por la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID) y uno de los fondos del multimillonario George Soros.
La web incluso publica en su cuenta oficial de Twitter “El ataque de los Papeles de Panamá contra Putin fue organizado por la OCCRP, tiene como objetivo Rusia y los países de la ex Unión Soviética y fue financiado por la USAID y Soros”. Mientras, en otro mensaje de la red social concreta “Las afirmaciones de que los Papeles de Panamá por sí mismos son una “trama” contra Rusia no tienen sentido. Sin embargo, la organización de D.C. y el dinero de la USAID inclinaron la cobertura”.
Las conclusiones de WikiLeaks tuvieron las primeras reacciones que apuntan a EE.UU. como responsable de una jugada, pensada para atraer los grandes flujos de dinero a costa de escándalos "prefabricados". Quizá no sea una hipótesis tan descabellada sabiendo que el país norteamericano se niega a compartir información fiscal con otros países, bajo los parámetros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Por cierto, Panamá tampoco se sumó a dicha medida aunque prometa que colaborará con las investigaciones fiscales y judiciales.