Hoy en día, en nuestra civilización es fácil adivinar las consecuencias positivas de reciclar correctamente o hacer un buen uso de las materias. Los detractores del ecologismo razonan que, en el mundo desarrollado, es difícil cambiar las políticas medioambientales. Cierto o no, hay cosas que están en nuestra mano, como pequeñas costumbres a la hora de hacer la compra que pueden ayudar a que nuestro paso por el planeta sea más responsable.
Imaginad que tenéis sed y decidís comprar una botella de agua. Pocos son los que mirarán mucho más allá de la marca que compran. Sin embargo, si observamos el envase encontraremos un número que seguramente no sepamos qué significa. Pues bien, forma parte de la clasificación del Sistema de codificación de SPI (Sociedad de Industrias de Plásticos). Según esta enumeración, los plásticos con clasificación 1 y 2 (conocidos como PET y HDPE, respectivamente) son los más fáciles de reciclar, siempre y cuando los depositemos en su contenedor correspondiente. Pero si podemos prescindir de comprar a diario una botella de agua de este material, y usar un envase reutilizable, mejor aún.
Hablando de plástico, no es necesario decir mucho acerca del impacto de las bolsas de este material. Cierto es que parece necesario tener alguna bolsa de plástico en casa, ya sea para guardar algo puntualmente, utilizarlo como bolsa de la basura, etc. Pero desde luego podemos limitar su uso. Hay bolsas reutilizables para hacer la compra que resultan más cómodas y resistentes. Ahora imaginemos que vamos a una farmacia a comprar un medicamento. ¿La pequeña bolsa que nos dan la vamos a volver a usar? Quizás sí, pero no es muy práctica. Si llevas una mochila o un bolso, es probable que no la necesites.
Es cierto que hacer una compra responsable con el medioambiente resulta costoso: generalmente, los productos obtenidos de una manera menos dañina para el planeta tienen un coste superior. Pero bien es cierto que, si está dentro de nuestras posibilidades, podríamos incentivar que estas mercancías puedan competir dentro del mercado dominado por las grandes marcas. Hay otras maneras originales y atractivas de adquirir productos más naturales: los huertos urbanos, que poco a poco van proliferando en las ciudades. Al menos, nos libraremos de consumir tantos pesticidas. También podemos fijarnos en los muchos productos que llevan el sello de agricultura o ganadería ecológica. De la misma manera que, al comprar atún, podemos comprobar bajo el lema Dolphin-Safe si los delfines, que ocasionalmente nadan junto a los atunes, han recibido o no un trato violento. Igualmente, al comprar huevos, podemos ver la forma en que se han criado las gallinas.
Parece lógico que haya que incentivar la compra responsable. Por desgracia, quien más poder tiene para reducir el daño al medioambiente son las grandes empresas, junto a las políticas que gobiernos y organismos hacen acerca del tema. Pero si podemos ayudar, aunque sea con un granito de arena, ¿por qué no intentarlo?