Sudor frío, vértigo, náuseas, un fuerte zumbido en los oídos, vómitos, mareos y gran malestar general. Quienes lo sufren aseguran que cuando padecen las crisis es insufrible, y algunos han acudido a consultas médicas creyendo que se trataba de alguna clase de tumor. Lo que estas personas padecen es el síndrome de Menière, una enfermedad que afecta al oído interno y que provoca daños en la función auditiva y en el equilibrio.
Descrita por primera vez en el año 1861 por el médico francés Prosper Ménière, y por quien ahora esta dolencia lleva su nombre, este síndrome encuentra en la endolinfa su principal causa. La endolinfa es un fluido que sigue los diferentes movimientos que hacemos con la cabeza y permite que los receptores nerviosos del oído interno o laberinto envíen una señal al cerebro sobre la posición que ha tomado el cuerpo. Sin embargo, las personas que sufren la enfermedad o síndrome de Menière padecen una hiperproducción de la endolinfa, lo que conlleva a un aumento de la tensión interna que inflama el propio oído. Como consecuencia de ello, la persona sufre problemas de equilibrio, descenso de la capacidad auditiva y esporádicos episodios de crisis.
Según estimaciones, se calcula que alrededor de unas 100.000 personas desarrollan el Síndrome de Menière cada año. Su evolución varía mucho de unas personas a otras pero, por lo general, afecta a personas a partir de los treinta años y se caracteriza por aparecer de forma ocasional e imprevista con vértigos, ruidos y mareos. A algunas personas comienza con acufenos, es decir, ruidos percibidos desde el interior del oído como zumbidos, silbidos o siseos, seguido de una pérdida auditiva en un solo oído, mientras que a otras personas no se les presenta ningún síntoma hasta que sufren una crisis de vértigo. Estas crisis o ataques tienen una duración de entre 20 minutos y 2 horas, aunque hay quienes aseguran que pueden estar así hasta un día. Posteriormente, este desaparece y puede no volver a presentarse durante un periodo prolongado de tiempo.
La causa inicial de la enfermedad es desconocida y no existe ningún tratamiento que la cure. Pero sí hay un tratamiento que permitirá sobrellevar el vértigo. Para ello, la mayoría de especialistas coinciden en ir aumentándolo poco a poco. Primero, mediante una dieta especializada basada en la reducción de la cantidad de sal, eliminación o disminución del café, los frutos secos y tabaco. A pesar de que se trate de una medida bastante aceptada, en la mayoría de los casos se les suele unir un tratamiento médico con vasodilatadores y diuréticos que tratan de disminuir la cantidad de líquido en el oído para reducir el vértigo y las náuseas. No obstante, hay casos en los que estos pasos no son suficientes o personas que no responden a estos medicamentos y tienen que recurrir a otras alternativas. Estas pasan desde la inyección de corticoides que bajarían la inflamación hasta recurrir a antibióticos que eviten que el cerebro reciba las señales erróneas que produce el vértigo. Este método solo se da en situaciones extremas ya que, en ocasiones, puede lesionar células de audición en el paciente.
Como última solución, y la más extrema, se recurriría a la cirugía. Las operaciones para tratar esta enfermedad serían la descompresión de saco endolinfático, que cura el vértigo pero no hace desaparecer los ruidos ni la sordera, y la neurotomía vestibular, que corta el nervio de equilibrio del cráneo, pero existen riesgos y pueden darse efectos colaterales. Por último, estaría la laberintectomía, que ya implica la extirpación del laberinto perdiendo completamente la audición en ese oído. No son procedimientos muy recomendables en el Menière y solo se suele recurrir a estas operaciones en casos muy estudiados y extremos.