“L’hotel, come rappresentazione del molteplice e incontro di esistenze e proveniente diferénciate, è, in fondo, immaginato come una città: città nella città, città nel paesaggio, un microcosmo di umanità pubblica e privata, di confronto e isolamento”.
Marco Casamonti
Durante las dos últimas décadas se han producido espectaculares cambios e innovaciones en la construcción hotelera, poniendo así fin a un periodo de estandarización y convencionalismo asociado al turismo de masas, y a un funcionalismo sin identidad que hoy rechazan las principales cadenas en favor de una arquitectura de autor.
Como contrapunto a la monótona uniformidad de diseño en que había caído la industria hotelera convencional, se produjo a partir de los ochenta un auténtico boom de diversidad y originalidad, pasando de la nostalgia a la fantasía y la exclusividad.
Se ha producido una mejora notable de la calidad en el sector, tanto en las nuevas creaciones como en las numerosas remodelaciones llevadas a efecto. Las actuaciones de reconversión hotelera de viejos edificios en los cascos antiguos como los edificios comerciales del West End londinense o los diseños de The Hotel de Jean Nouvel en Lucerna, The Regent Wall Street o de Wilson en Nueva York -transformando para la cadena Regent Internacional la antigua sede del Merchant’s Exchange (1827)- han contribuido de un modo muy significativo a la regeneración de importantes áreas urbanas.
En nuestro país son especialmente relevantes las ambiciosas operaciones de modernización de infraestructuras y servicios que Sevilla (Hotel Los Seises,…), Barcelona (Hotel Claris de MBM, Havana Palace,…), Valencia (Hospes, Westin, Barceló,…), Zaragoza (Hiberus,…) llevaron a cabo a partir de los noventa al calor de la Exposición Universal, de los Juegos Olímpicos, de la America’s Cup y de la Expo de Zaragoza.
Aunque quizá el aspecto más novedoso del diseño hotelero en los últimos tiempos lo constituya su particular asunción de la globalidad, no tanto por la adopción de determinadas estrategias encaminadas a realzar la imagen de marca de las cadenas, sino por la incorporación de estilos y tradiciones autóctonas con tal intensidad que los han llegado a convertir en un auténtico catálogo de la diversidad etnocultural.
En la actualidad dos son las principales estrategias de las cadenas. En primer lugar, la extensiva, que ha optado por gigantescos complejos vinculados generalmente a la arquitectura de recreo y de ficción que propicia la aparición de paraísos autosuficientes de vacaciones, desde Hawai pasando por Las Vegas hasta el sudeste asiático. Los complejos son verdaderos oasis de lujo concebidos para un turismo de cinco estrellas, ávido de megatracciones.
Es en Las Vegas, la ciudad por excelencia del juego y la diversión situada en el desierto de Nevada, donde podemos encontrar los mayores megapalacios del kitsch: The Venetian, Caesar’s Palace, Luxor, Excalibur,… Parafraseando a Venturi en su célebre “Living Las Vegas”, los iconos –Torre Eiffel, Plaza de San Marcos,…– se convierten en pura escenografía al servicio del impacto y la manipulación publicitaria. Así, una sociedad que practica un culto totémico al dinero erige su modelo: el hotel-casino, singular referencia de una metrópoli tematizada por una arquitectura vulgar plagada de falsificaciones al servicio del espectáculo mediático.
De ahí el éxito de la factoría Disney en la creación de las más portentosas e inimaginables fantasías para construir, junto a sus populares parques temáticos, auténticos hoteles de diversión y de vacaciones que se permiten incluso el lujo de contratar para ello a algunas de las principales figuras de la escena internacional, como Michael Graves, padre del postmodernismo, Frank Gehry o Arata Isozaky.
Disneyland París recibe todos los años más del doble de visitantes que el museo del Louvre y sus hoteles The Disney World Swan (cisne) de 758 habitaciones y Dolphin (delfín) de 1.510, en la periferia de Disney World, (Orlando), son un ejemplo único de la arquitectura folclórica histórica.
El notable éxito de los paquetes de ocio que ofrecen las agencias de viajes es el mejor exponente de la situación del mercado de turismo global, cuya democratización propiciaron los medios de transporte de masas y que ha hecho que los megahoteles proliferen a modo de islas artificiales por todo el mundo del Caribe al norte de Africa.
Como contrapunto otras empresas optan por una estrategia intensiva centrada en la explotación de pequeños hoteles que permite ofrecer a sus huéspedes un máximo de calidad en cuanto a servicios e instalaciones recuperando así la tipología del Gran Hotel del periodo entreguerras.
El retorno del Gran Hotel de lujo, arquetipo de la belle époque, que prácticamente desapareció de la escena internacional con la depresión tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se ha producido paralelamente a la consolidación de la actual sociedad de la información, cuya transición presagiara Alvin Toffler en su “Tercera Ola” y anunciara más tarde Francis Fukuyama, proclamando el triunfo del conocimiento sobre la producción, y con él el nuevo orden capitalista y democrático.
Se trata en el fondo de un movimiento nostálgico que ha alcanzado un enorme éxito de la mano del nuevo conservadurismo internacional, escogido por las nuevas clases medias. Así, el American Ritz Carlton Group ha logrado convertir un barroco y lujoso clasicismo en la marca de la casa.
Conviene recordar que fue a partir de la segunda mitad del siglo XIX, paralelamente a las reformas ilustradas y a la industrialización, cuando se consagraron dos nuevos tipos arquitectónicos: la estación de ferrocarril y el hotel. Tanto en las grandes ciudades como en las nuevas villas termales europeas (Bath…) bien junto al mar (La Toja,…) como en las montañas (Aix-les-Bains, Saint-Moritz, Baden-Baden, Vichy…), el hotel se convirtió en una especie de oasis de lujo, en un escenario teatral para la burguesía, en una especie de pabellón de invitados capaz de sumergir al espectador en un universo de recreo, placer y fantasía.
El renacimiento termal que vive desde hace décadas Europa evidencia la enorme conciencia ciudadana sobre el bienestar y la salud y explica el boom del spa en los hoteles urbanos. El acrónimo spa, derivado del latín salutem per aqua, salud a través del agua, es en realidad un término ambiguo bajo el cual podemos encontrar desde un salón de belleza hasta un centro social, pasando por un complejo lúdico-medicinal.
El lenguaje formal predominante sería el eclecticismo, con magníficas realizaciones centroeuropeas en Art Nouveau y escasas influencias del movimiento moderno, lo que explicaría el posterior triunfo del Art Decó en los años treinta –Miami Beach–. La vuelta a esos viejos hoteles-palacio, al gran hotel de lujo clásico, como el Ritz o el Bristol de París, ha hecho que establecimientos como el St. Regis de Nueva York o el Langham de Londres se hayan convertido de nuevo en buques insignias de las cadenas ITT Sheraton y Hilton Internacional.
Dejando a un lado las consideraciones anteriores, hoy son muchas las cadenas que han optado por una política de recuperación de la dimensión histórica en la arquitectura hotelera sin renunciar al lujo de un hotel moderno que, como singular escenario de las ceremonias sociales, debía ser un fiel reflejo de su cultura. Y de ahí, los nuevos boutique hotel y art hotel museum hotel (The Gershwin de Nueva York, Gladstone en Toronto…) que flirtean sin tapujos con el mundo del arte.
En los hoteles Westin, Hospes,… al igual que en sus referentes romanos originarios, el cliente puede encontrar baños, piscinas, sudatoria con variadas temperaturas,… que se complementan con bibliotecas, gimnasio y otros espacios al servicio del ejercicio o el entretenimiento.
Sin embargo, y a diferencia de otras cadenas, las propuestas de Ferrero, Hospes -Maricel, Palacio de los Patos,… no pasan por la reconstrucción -como si de un escenario teatral se tratara- de los hoteles-palacio de antaño, a menudo con lujosas y recargadas decoraciones históricas. La firma apuesta por actuaciones que supongan una nueva interpretación de la arquitectura histórica, con un claro triunfo de la modernidad en el lenguaje formal, en las propuestas tipológicas, las soluciones técnicas, la estructura espacial…