Desde fines de octubre abrió sus puertas el Nuevo Museo de la Catedral de Florencia, que conserva la colección más importante del mundo de esculturas de la Edad Media y del Renacimiento florentino. Se trata de 750 obras entre estatuas, alto y bajorrelieves en mármol, bronce y plata de los artistas más importantes del periodo, entre ellos Michelangelo, Donatello, Arnolfo di Cambio, Lorenzo Ghiberti, Andrea Pisano, Antonio del Pollaiolo, Luca della Robbia o Andrea del Verrocchio, por citar solo algunos de los 500 artistas y arquitectos que han dejado su huella en la Catedral y, en consecuencia, en este Museo.
De este conjunto de maravillas, aproximadamente 200 de ellas se exhiben por primera vez tras haber sido restauradas, entre ellas una escultura en madera de Donatello que representa a María Magdalena, la Puerta Norte que Norberto Ghiberti realizó para el Baptisterio de Florencia y 27 paneles bordados en oro y seda polícromas diseñadas por Pollaiolo. Asimismo se exhiben obras nunca antes vistas y hasta ahora conservadas en las bodegas, como las quince estatuas medievales y alrededor de 70 fragmentos de la fachada original de la Catedral.
El Museo fue fundado en 1881 con el objetivo de recolectar todos los trabajos realizados en el curso del tiempo para los monumentos de la Catedral de Florencia y con este fin se utilizaron los mismos ambientes medievales que Miguel Ángel usara para realizar su monumental David. Pero este Museo fue insuficiente para guardar la enorme cantidad de obras, entre ellas algunas de vastas dimensiones; por eso, en 1997 la Obra de Santa María de las Flores compró un gran edificio al lado del Museo, donde había funcionado el antiguo “Teatro de los Intrépidos”. De la unión de estos dos edificios nació este nuevo espacio de tres pisos con 6.000 metros cuadrados de superficie y 25 salas, algunas de ellas muy grandes, hecho que permite valorizar obras únicas en el mundo como una Piedad de Miguel Ángel, la citada María Magdalena y los Profetas, además de un colosal modelo igual al frontis antiguo de la catedral, que proyectara Arnulfo de Cambio en el año 1296 y que fuera destruido en 1587.
Como un homenaje a la visita que el Papa Francisco realizó a Florencia, el Palazzo Strozzi inauguró la exposición “Belleza Divina: de Van Gogh a Chagall”, una interesante muestra, que durará hasta fines de enero de 2016, sobre la relación entre el arte y lo sagrado en un período poco conocido acerca de esta temática: desde la mitad del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX.
La exposición de más de 100 obras, de artistas italianos (Domenico Morelli, Gaetano Previati, Felice Casorati, Renato Guttuso, Lucio Fontana, Emilio Vedova, Manzú, entre otros ) e internacionales como Vincent van Gogh, Jean-François Millet, Edvard Munch, Pablo Picasso, Max Ernst, Georges Rouault, Henri Matisse, por citar solamente algunos nombres, constituye una ocasión extraordinaria para conocer obras muy famosas desde un punto de vista inédito, ya que se presenta como un argumento que baja de los altares y que no solamente entra directamente en el debate artístico de este período, sino que también analiza los grandes temas que desde siempre son objeto de discusión en lo que concierne a la religiosidad.
La muestra analiza y contextualiza casi un siglo de arte sacra moderna, partiendo de la mitad del siglo XIX, cuando las nuevas expresiones artísticas fueron sostenidas por el papa Pío IX, hasta el año Santo que se celebró en 1950: una “belleza divina” que asume el significado de gracia estética en obras que reflejan cada una en modo diverso una gran espiritualidad.
Grandes protagonistas de la exposición son obras maestras del arte mundial como el Angelus de Jean-François Millet, (préstamo del Mueo de Orsay de París), una obra que emana una religiosidad atávica, como un sentido transversal de lo sacro; la Piedad, de Van Gogh (de los Museos Vaticanos), una obra de gran importancia porque el artista raramente pintó temas religiosos; la Crucifixión, de Renato Guttuso (de la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma), una pintura con una gran connotación política que expresa, como el Guernica, un aullido de dolor; la Cruxifixión Blanca, de Marc Chagall, (del Art Institute de Chicago), según se rumorea la obra que más le gustó al papa Francisco.
De las obras expuestas emerge un hecho concreto: más allá de los prejuicios se advierte que la relación entre arte y sacralidad nunca sufrió censuras, es decir que, por el contrario, cada artista sintió la necesidad de expresar, en algunos casos incluso en modo conflictivo, su relación con la dimensión de lo trascendente.
Como en todas las exposiciones organizadas por la fundación “Palazzo Strozzi”, esta muestra da la posibilidad de crear un itinerario especial en todo el territorio, descubriendo lugares y obras de arte no solamente en Florencia, sino en toda la región. En este sentido, con un solo ticket, que cuesta 15 euros, será posible visitar “Belleza Divina”, el Nuevo Museo de la Obra de la Catedral y el Baptisterio de San Juan, un recorrido que permite atravesar ocho siglos de historia del arte, desde la Edad Media al arte moderno, siguiendo las obras de arte que han dejado su impronta indeleble en la ciudad y que han contribuido a plasmar su historia: desde la ya citada Piedad de Miguel Angel a la Piedad de Van Gogh; desde la Cantoria, de Luca della Robbia al Angelus de Millet; de la Magdalena penitente de Donatello a la Cruxifixión de Guttuso.
Y en la dinámica de los nuevos itinerarios de la ciudad, no hay que perderse una visita al Teatro de la Opera de Florencia, uno de los más innovadores de Italia que nació en el lejano 1928 como institución europea con una orquesta que ya desde su creación pareció ser la consecuencia natural de la dimensión internacional de una ciudad considerada con justa razón un cofre de arte y cultura: mayo es un estupendo periodo para visitar Florencia, sobre todo por la ya tradicional cita musical “Mayo Musical Florentino”, el festival de música más importante de Italia y de Europa (sin restarle méritos a Salzburgo), que justamente a partir de la orquesta no solo reafirmaba los valores tradicionales de la cultura musical internacional, sino que también indicaba vías nuevas, tanto en el repertorio como en lo que significa el espectáculo mismo.
Otra cita ineludible es el Teatro de la Pergola, entina histórica de Florencia y uno de los teatros más antiguos y fastuosos de Italia, construido en 1656 por encargo de la Academia de los Inmóbiles que en ese momento estaba dirigida por Giovan Carlo de Medici, descendiente de la famosa familia de mecenas renacentistas. Su verdadero estreno en sociedad fue, sin embargo, en 1661 cuando, en ocasión del matrimonio del futuro gran duque Cósimo II con Margarita Luisa d'Orléans, se representó la obra clásica Hércules en Tebas.
Con este teatro se experimentó por primera vez la forma en semicírculo que, como quedaría demostrado en el correr del tiempo, proporcionaría una mejor acústica. Aunque a lo largo de los siglos ha experimentado numerosas transformaciones, y a pesar de que tras el aluvión de 1966 fue necesario realizar numerosas obras de restauración, el Teatro de la Pérgola confirma hasta el día de hoy su importancia y sigue manteniendo un rol de primer plano en el panorama de los espacios teatrales, no solo florentinos, sino italianos.
Florencia siempre fue una ciudad de Artes y Oficios: en este sentido vale la pena una pasada por el taller “Filistrucchi”, el más antiguo de la ciudad especializado en maquillaje, pelucas, máscaras y disfraces tanto para teatro, cine, televisión, como para cualquier otra necesidad.
Enlaces de interés
Museo dell'Opera del Duomo
Teatro la Pergola
Teatro de la Opera