Cada país, como cada persona, esconde y muestra su alma en tantas pequeñas cosas. En el tráfico, en la limpieza de sus ciudades o, al contrario, en la suciedad. En la honradez y la amabilidad. En el respeto de símismos, en la bondad o la maldad. Conocer un país o conocer una persona no es haberlo visto o visitado o saludado, es haberlo observado con calma para dejar atrás lo superficial, el gesto vacío y tocar la esencia, más allá de lo aparente, circunstancial y formal.
El tráfico en Malta es un caos, la gente no cuida el ambiente urbano, pero es amable, abierta y fuerte de carácter en toda su simplicidad. Los malteses han heredado de su historia y también de los ingleses el ser prácticos, disponibles y no tener grandes pretensiones ni vanas superficialidades, como podría ser un italiano. Ellos conservan la habilidad comercial del árabe y la de saber esperar, ya que existe un momento para arar, sembrar y cosechar. Tienen la quietud y perseverancia del pescador, que sabe que con el mar no se puede jugar y además ese deje de isleño, donde todos tienen que convivir cómodamente en un espacio pequeño, que no se puede agrandar.
Los árabes poblaron las zonas centrales de la isla para protegerse de ataques y piratas y construyeron su capital, M’dina, como un fuerte, en la cima de un monte, de donde no se ven las aguas, ni las olas, pretendiendo separar la isla de su mar. Los normandos, que conquistaron Sicilia, después de 30 años de guerra contra los árabes, llegaron a Malta, ocupando las costas para dejar sin salida al imperio del centro, que se quedó sin trono, tierras, mar ni lugar. Los malteses saben que su pasado, presente y futuro está en las azules olas del Mediterráneo que los une y los separa del resto de la humanidad.
Aquí se trabaja y se invierte en futuro cada día, aquí se piensa en África siendo parte de Europa y en Europa siendo su punto más apartado y meridional. Los malteses son un puente entre civilizaciones y culturas. Un puerto de pasaje, un lugar de escala y un oasis de servicios y de paz en un mundo que no sabe aún lo que significa dialogar.