Sin quitarle nada a Roma, capital italiana y sede del Vaticano, Padua, al noreste de Italia, se ha confirmado “capital del turismo religioso”: es una ciudad de arte, de ciencia, de naturaleza, de fe, donde proponer itinerarios espirituales significa también valorizar el patrimonio histórico, cultural y artístico, sin dejar de lado la naturaleza y, por supuesto, la enogastronomía.
“….. Antenor pudo, escapándose de en medio de los Griegos, penetrar en los golfos de la Iliria y llegar con seguridad al país de los Liburnos y a la fuente del Timayo …allí edificó la ciudad de Padua y las moradas de los Troyanos…aquí dio el nombre a su gente y depuso la espada de los troyanos….ahora, sosegado, descansa en plácida paz”.
Es el poeta Virgilio quien hace más de dos mil años celebrara con estos versos la leyenda de la mítica fundación de Padua gracias al héroe troyano Antenor. Sin embargo, más allá de la leyenda, vestigios históricos ubican los primeros asentamientos humanos en la zona nada menos que hace tres mil años en la ensenada del río Brenta, que aun atraviesa la ciudad.
Ya en el año 45 de nuestra era se convierte en municipium romano y uno de los principales centros del Imperio, gracias al comercio, a las fértiles tierras y a los numerosos ríos y riachuelos navegables, Su apogeo duró unos 500 años hasta que Padua fue destruida por los longobardos en 601, pero se reanimó y a partir del siglo XI la ciudad se expande y se empiezan a construir edificios laicos y religiosos, como la catedral (el Duomo), los Palacios comunales, las torres nobiliarias y una gran muralla para proteger la ciudad.
En ese periodo fue construido el “Estudio Patavino o Edificio del Bo”, sede de una de las universidades más antiguas del mundo (la segunda en Italia), el lugar donde antiguamente existía una posada denominada “Hospitium Bovis” que debe su nombre, según la leyenda, al hecho de que estaba cerca de la zona donde se comerciaba ganado (buey es “bove” en italiano). El nombre del edificio ha ido atravesando los siglos y aun hoy los paduanos llaman al edificio “Edificio del BO”, y no por casualidad el símbolo de la Universidad es un cráneo de buey.
Es imperdible una visita a este ateneo (hay visitas guiadas en la mañana y en la tarde) para admirar, entre otras curiosidades, el estupendo Teatro Anatómico renacentista y la cátedra desde donde hacía sus clases nada menos que Galileo Galilei, que vivió aquí antes de trasladarse a Florencia, donde empezaría el ocaso que lo condujo a abjurar de sus descubrimientos tras un proceso de la Inquisición. Habrían de pasar 359 años para que el papa San Juan Pablo II reconociera los “errores cometidos” por la Iglesia y rehabilitara la figura del científico.
En el corazón de Padua, construido también en el siglo XI, nos encontramos con el Edificio “de la Razón”, antigua sede de los tribunales de justicia de la ciudad, al que los paduano denominan simplemente el “salón”, porque el piso principal es solamente una sala de enormes dimensiones, cuyas paredes están totalmente cubiertas de frescos con los signos del zodíaco. A esta sala se llega por cuatro escaleras que desembocan en otras tantas calles con el nombre de los mercados que allí se desarrollaban: de los huesos, de los fierros, de los vinos, de las yerbas.
Padua es la ciudad de San Antonio, Santa Justina, San Leopoldo Mandic, originarios de esta tierra. Ya en el siglo XI la devoción al primero de estos santos estaba tan difundida que inmediatamente después de su muerte, en 1231, se le construyó una iglesia, terminada unos 70 años después; los paduanos llaman a esta Basílica solamente “del Santo”, un lugar de fe y arte, donde está enterrado San Antonio y donde se pueden admirar obras importantes, entre ellas las que el artista Donatello realizó dos siglos después, entre 1444 y 1448, como el Crucifijo, las estatuas y los altorrelieves en bronce del Altar Mayor.
Sin embargo el siglo XII fue el verdadero “siglo de oro” de Padua durante el gobierno de la familia Carrara que dio impulso al comercio, a la Universidad y al desarrollo artístico y cultural. A este periodo se remonta una de las joyas artísticas de la ciudad: la “Capilla de los Scrovegni”.
Para expiar las acusaciones de usura contra el padre, el banquero Reginaldo, cuya “fama” atravesaba las fronteras y tanto era así que incluso Dante en la Divina Comedia lo condenó a las penas del infierno, Enrico Scrovegni encargó al pintor Giotto las pinturas de la capilla de la familia: el artista realizó una de las obras maestras de la pintura universal en el ciclo que realizó entre 1303 y 1305, en el que la narración sacra se encarna en la realidad cotidiana, mientras la historia de la salvación se desliza a través de la vida de Jesús y María, la Pasión y la Resurrección hasta la apoteosis del grandioso Juicio Final.
La Abadía de Santa Justina es otro de los lugares imprescindibles: la tradición cuenta que en el año 304 de nuestra era, cerca del lugar denominado Prato della Valle, una de las plazas más grandes de Italia y de Europa con sus 90.000 metros cuadrados, fue martirizada y asesinada la joven aristócrata romana Justina. Casi dos siglos y medio más tarde, se erigió en ese lugar una Basílica y una capilla: sobre sus ruinas, en el Renacimiento se construyó la actual Iglesia.
Padua es también una ciudad de la ciencia, con dos tesoros que no se pueden dejar de visitar: el Huerto Botánico y el Observatorio Astronómico “la Specola”. Construido en 1545, es el huerto universitario más antiguo del mundo que no solamente sigue en la misma sede donde fue construido, sino que a pesar de los casi cinco siglos que han transcurrido desde su creación, mantiene prácticamente inalterada su estructura.
El momento ideal para visitarlo es la primavera europea, sobre todo los meses de marzo, abril y mayo, aunque cada estación posee un encanto especial gracias a las 6.000 plantas que ocupan las diferentes secciones del huerto: plantas medicinales, tropicales y semitropicales en invernaderos especiales, flora mediterránea, incluso un “teatro botánico”, construido en el siglo XIX como sala de clases.
La planta más antigua es una palmera, denominada “Palma de Goethe”, plantada en 1585. Debe su nombre a que constituyó la inspiración del escritor alemán que en un viaje a Padua en 1786 quedó tan maravillado que la estudió y reflejó sus vivencias cuatro años más tarde en uno de sus ensayos más famosos La Metamorfosis de las Plantas. Desde 1997, el huerto fue declarado por la UNESCO “Patrimonio Mundial de la Humanidad”
En esta ciudad el cielo reviste una característica importante, y no porque sea más o menos luminoso que en otros lugares, sino por la presencia de “la Specola”, el observatorio astronómico ubicado en una torre medieval, construida en el siglo XIII, que originalmente servía como prisión y paredón. Abandonado el lugar durante algunos siglos, en 1761 fue instituido como Observatorio Astronómico, ya que por el hecho de estar ubicados en las afueras de Padua permitía a profesores y alumnos experimentar la teoría en un cielo límpido y transparente.
A pesar de que en la década del treinta del siglo pasado el Observatorio propiamente tal se trasladó a otro lugar con menos contaminación lumínica, aún en este lugar se mantienen oficinas de investigación. Entrar en los dos niveles de esta construcción, a 16 y a 35 metros de altura, produce una sensación como de viaje en el tiempo al subir las escalas y caminar por los silenciosos corredores, bajo los techos ojivales, hasta llegar a la torre donde los ojos se pierden en la lejanía.
Antes de abandonar Padua, hay que detenerse de todas maneras en el café más antiguo y célebre de la ciudad, el “Pedrocchi”, que desde 1831 comparte la suerte de los paduanos: aquí se reunían los estudiantes de la cercana universidad que en 1848 participaron en los motines que conducirían a la unidad de Italia. De hecho, en el primer piso se encuentran los salones rojo, verde y blanco, los colores de la bandera italiana. Y en el segundo piso nos encontramos de sopetón con una sala totalmente decorada con motivos egipcios, mientras el techo representa una bóveda estrellada.
El primer núcleo de lo que después sería Padua se formó en la ensenada del río Brenta y desde ese momento (siglo XII a.C.) hasta nuestros días tanto la historia de la ciudad como del territorio adyacente ha sido determinada por el agua: imperdible un paseo fluvial que parte desde Padua misma, con diversos itinerarios, incluso hasta la capital de la región, Venecia.
El próximo 8 de diciembre, el papa Francisco inaugurará el Jubileo de la Misericordia, que se clausurará el 8 de diciembre de 2016: siempre quedándonos en esta región de Italia, el Véneto, será posible recorrer los “caminos de peregrinación” que no tienen nada que envidiarle al más famoso “Camino de Santiago de Compostela”, y que atraviesan escenarios de enorme belleza y sugestión mística, como el de las montañas Dolomitas, que atraviesan ciudades con siglos de historia, arte y religiosidad como Belluno y Feltre, donde encontramos el santuario de los santos Vittore y Corona, construido en el siglo XI.
Y un último detalle a propósito de la enogastronomía: en la región se come bien en todas partes, ya sea productos del mar que carnes, sobre todo pollos y gallinas, muy famosa la “gallina paduana”, y hay que probar de todas maneras los excelentes vinos blancos de las colinas de la zona.