Budva es una ciudad de unos 15.000 habitantes residentes en el área urbana de la municipalidad del mismo nombre. Durante el verano, desde mediados de junio a la primera semana de septiembre, la población aumenta enormemente, llegando a superar las 280.000 presencias. Es decir, la cantidad de personas en la ciudad es multiplicada por veinte. A Budva acuden turistas de todas partes de Europa, pero la mayoría proviene de los países vecinos y de la Europa del este, con una fuerte presencia de rusos, que como porcentaje del total está bajando, pero que aún cuenta. Esto se percibe en los menús de los restaurantes y en la publicidad. Los rusos, además, han hecho grandes inversiones en espacios comerciales, habitacionales y en hoteles, pero esto podría ser ya parte del pasado.
Los precios en Montenegro son relativamente bajos, especialmente por lo que concierne a servicios y productos locales. La infraestructura urbana no soporta cómodamente la enorme población flotante y los problemas que se manifiestan son: el tráfico, los estacionamientos, la cantidad de personas en las playas, la falta de servicios en general y, en particular, la falta de eventos culturales, que puedan ampliar y diversificar a nivel de distracción y entretenimiento la oferta hacia los visitantes y producir a la vez nuevos ingresos. Aparentemente no existe un plan a largo plazo para el turismo y/o el país no invierte recursos en esta actividad.
Como visitante extranjero, me sorprende el comportamiento de los conducentes locales y mi explicación es que ellos pretender que, a pesar de todos los coches en circulación durante la alta temporada, un comportamiento típico de baja temporada sea siempre tolerable y racional, como por ejemplo bajarse del coche en la mitad de la calle a resolver un problema personal y hacer esperar a todos por 5 minutos o estacionar bloqueando el tráfico. Las conexiones por avión son pocas y el transporte público es limitado. En el verano, uno de cada 8 coches en circulación es un taxi y, en la estación alta, acuden a Budva taxista de todas las otras ciudades. Esto se lee en la licencia de los coches que indica la ciudad de proveniencia. El permiso para ser taxista es nacional y no está limitado a una ciudad específica. Esto, por un lado, mejora el servicio y la disponibilidad de taxis, pero obstruyen adicionalmente el tráfico. Pasar de 3.000 coches a 60.000 en una ciudad pequeña es un salto mortal, especialmente si se piensa en los estacionamientos y el espacio disponible en las calles.
Otra observación es la cantidad sorprendente de personas que caminan con sus maletas por la calle, desplazándose de un lugar a otro en busca, por ejemplo, de un hotel. El problema de las reservaciones es también serio y muchas pernoctaciones son administradas privadamente. Esto aleja a los turistas que quieren saber anticipadamente donde van a dormir, en qué condiciones a con que costo. La capacidad hotelera es limitada y no cubre la demanda en los meses de verano. El modelo actual no es fácilmente escalable, como se dice en jergo. Es decir, no permite un aumento rápido del volumen ni de la calidad de los servicios.
Durante las vacaciones, todos los hoteles y restaurantes están llenos y la ciudad cierra casi completamente, cuando la temporada es superada. El gobierno de Montenegro ha publicado una estrategia para el desarrollo del turismo en el país y una cantidad de inversores extranjeros han hecho grandes inversiones en complejos hoteleros, residenciales y en resorts en las áreas de mayor prestigio, como las del golfo de Kotor o en Budva, entre otras.
Los problemas que puedo evidenciar son: la valorización de ambiente urbano y paisajístico, la inversión limitada en las infraestructuras públicas y redes camineras, la falta de oferta diversificada y con contenido a nivel cultural, que posicionan el país en un segmento de turismo relativamente bajo. La falta de educación y poco conocimiento de los idiomas es otra barrera. Localmente se comunican con los eslavos sin mayores dificultades; pero el inglés, el alemán, el francés, el español o el italiano son poco conocidos y los gastos diarios por persona son significativamente más altos si los turistas provienen de Europa occidental. Es decir, estos últimos son en media más rentables, pero la estructura y las habitudes locales están “calibradas” para los turistas de los países limítrofes. Un dilema que no es fácil de resolver. En la estrategia propuesta por el gobierno se habla de una oferta diferenciada que pueda satisfacer las exigencias y preferencias de todos los grupos y segmentos. Pero, por el momento, la realidad muestra otra cosa.
La oferta culinaria en los restaurantes es poco sofisticada y con poca variación. Domina la carne y el pescado a la brasa con verduras de estación preparadas sin mayor fantasía y presentadas en modo poco seductor. Aquí no se come por la experiencia, la sensación, el gusto y la estética, sino por saciarse y estar con los amigos. Todas estas limitaciones impiden una oferta turística más amplia y calificada. La población local tampoco ayuda a conservar un país limpio y presentable, como se hace, por ejemplo, en Croacia. El retiro de la basura con el aumento de la población y la indiferencia general hace que uno encuentre inmundicia expuesta al calor por días sin que esta sea recogida, un indicador del funcionamiento poco efectivo de los servicios públicos.
En pocas palabras, la estrategia para turismo depende muchísimo del desarrollo del país e implica un plan detallado a largo plazo, especialmente porque las deficiencias se presentan a nivel cultural, de infraestructura y de servicios. Si yo fuese un inversor, pensaría tres veces en la viabilidad económica del proyecto y, en estos casos, una de las premisas fundamentales es el continuo aumento del flujo de turistas. Según mi opinión, en estas condiciones no es sostenible. Y un cambio radical requiere tiempo, objetivos claros y planificación.
Una de las alternativas, que queda abierta, es el turismo exclusivo, donde los visitantes llegan en yates y visitan dos o tres lugares, construidos específicamente para ellos: resorts, hoteles de alto nivel y casinos, sin que ellos, los turistas, se mezclen con la gente y distribuyan sus gastos en un área geográfica y poblacional más amplia. Este tipo de turismo es y será controlado por pocas empresas internacionales y su impacto en la economía del país no será importante. Se creará trabajo, los grandes hoteles pagarán impuestos, pero el turismo de estas características abarcará un enclave territorial claramente delimitado y aislado del resto del país y el futuro se juega en el campo del turismo de grandes cantidades, donde la competencia a nivel europeo es fuerte y despiadada. Las ventajas competitivas de Montenegro en el ámbito del turismo son: naturaleza, paisajística, playas, mares, lagos y montañas, precios relativamente bajos, poca criminalidad y el hecho de ser un destino nuevo y desconocido para muchos. Los lados negativos, como ya anticipados, son: la falta de oferta cultural, la infraestructura, los limitados recursos para hospedar y entretener un gran flujo de turistas, un espacio geográficamente limitado y una cultura poco adaptada a los servicios y poco diversificada.
Muchos de los turistas entran en coche por Croacia y el tiempo de espera en la frontera con un sol de 36 grados puede ser de horas. Esta y muchas otras pequeñas cosas ilustran la distancia entre la estrategia turística del gobierno y la dura realidad. En todo caso, concluyo diciendo que una visita al país vale la pena y es mejor hacerla ahora que en unos años, cuando de todo lo característico de Montenegro quede mucho menos. Además, el turismo no puede ser la única carta en la mesa para el desarrollo del país y Montenegro tiene que pensar en la educación, la tecnología y la agricultura ecológica, ya que el país incluye en su constitución la defensa del medio ambiente y quizás habría que pensar mucho más en este aspecto: el medio ambiente, la naturaleza y la agricultura ecológica, atrayendo una forma de turismo sostenible con el país y sus tradiciones.