Pocos artículos se han escrito sobre la discapacidad en África, una problemática tan dura como olvidada que sufren miles de personas en este continente. Me refiero a las personas con minusvalías, tanto físicas como mentales. Esos grandes olvidados de la sociedad africana que, según creen los mismos compatriotas, son víctimas de la brujería o el mal de ojo y por lo tanto los apartan de sus vidas con la convicción de que les darán mala suerte en su camino.
Lo pude comprobar el pasado mes de noviembre en el viaje solidario que realice a Camerún con la ONG Sawa O Pagnya. Se trata de una organización humanitaria que trabaja por la reinserción social de las personas con minusvalías en este país de Centroáfrica y para la cual he realizado un audiovisual, junto a mis compañeros periodistas Javier Andrés Beltrán, Josep García y Víctor Balaguer. Reportaje que ha sido ya proyectado con éxito en Zaragoza.
Cuando los responsables de Sawa O Pagnya nos llevaban a las casas de las familias en las que algunos de sus miembros padecen discapacidad vimos un panorama desolador. Viven en los barrios más deprimidos de Douala, la capital económica de Camerún, una gran metrópoli con más de tres millones de habitantes. Estas familias tienen sus casas en zonas con calles de barro que se inundan en época de lluvias, convirtiendo estas rutas prácticamente en intransitables y en nidos de insectos y suciedad. Sus casas son cuatro paredes, con tablas de madera para dormir, sin cocina ni cuarto de baño. Cocinan en el exterior con las típicas cazuelas de hierro africanas. Sus necesidades deben de hacerlas en letrinas que no reúnen las mínimas condiciones higiénicas.
Cuando vi a esta gente, para mi los grandes olvidados de África y los colectivos más vulnerables junto a los niños de este vasto continente, pensé en los intocables de la India. Hay muchos paralelismos entre los dos estratos sociale: seres marginados, mujeres violadas con niños discapacitados abandonados por los padres y apartados por los mismos vecinos porque están convencidos que son fruto del demonio y acercarse a ellos da mala suerte.
Comenzamos nuestro recorrido en Bepanda, en la periferia de Douala. En una de estas casas de este barrio de los más deprimidos de la capital vive Donald, un joven de 23 años con una gran discapacidad en sus piernas que le impide caminar. Pudimos comprobar como, con sus piernas completamente dobladas y deformadas, tiene que arrastrarse para poderse mover dentro de este entorno hostil, completamente inadaptado para su discapacidad.
A su lado, su madre, Dorette, de 44 años, también sufre una minusvalía. Las condiciones en las que viven son pésimas, deprimentes. No tienen cocina y apenas cuentan con camas en condiciones para dormir. Como en la mayor parte de familias con discapacidad, los padres se desentienden de sus familias y buscan mujeres más productivas. Donald y Dorette no reciben ni un céntimo del padre, que les ha abandonado hace años. Su madre hace milagros para sacar la familia adelante y poder sobrevivir.
Dorette se dedica a asar el pescado fresco que compra en el mercado. Se lo tienen que traer a casa porque para ella es muy complicado recorrer el maltrecho camino que le lleva de su barrio al mercado. Aún así en muchas ocasiones se arma de valor y va ella misma en busca del pescado. Humildemente solo pide un frigorífico ya que si lo tuviera podría conservar el pescado para luego asarlo diariamente y venderlo entre los vecinos . Lo que para occidente es inconcebible, no tener frigorífico, aquí en África resulta todo un privilegio, ya que estos electrodomésticos son caros y es difícil poseerlos en las casas.
Esta familia es un ejemplo de la discriminación que sufren las personas con discapacidad en Camerún, y en África en general. Son los grandes olvidados de las instituciones. Muchos de los niños no tienen acceso a la educación, ni a la sanidad. Como pudimos comprobar a lo largo del viaje solidario, las familias sobreviven con mucho coraje, gracias en mayor parte a la cooperación y ayuda que ofrecen ONGD’s como Sawa O Pagnya.
El grado de pobreza, la malnutrición, la rubéola o la poliomielitis son algunos de los factores que influyen enormemente en la falta de movilidad en los niños y niñas africanos.
Sawa O Pagnya nos llevó a visitar a otra de las familias que sufre el problema de la discapacidad. Así fue como conocimos a Kuemata, un niño que padece una multidiscapacidad en todo su cuerpo. Su madre y su abuela hacen lo que pueden para salir adelante. El padre de familia les abandonó hace varios años. Dando un vistazo por el interior de la casa, comprobamos que viven en unas condiciones completamente infrahumanas. No tienen camas, duermen sobre plataformas de madera, solo hay una mosquitera y la suciedad se vislumbra en cada rincón de este lugar de la periferia de Douala.
Los alrededores de la casa son un nido potencial de enfermedades tropicales, como la malaria, el tifus o la disentería. Aún así, este niño de 10 años no deja de sonreírnos y no pierde la esperanza en un futuro mejor. Confían en la ayuda que les puedan proporcionar organizaciones como Sawa O’ Pagnya.
Nos sorprendió el trabajo que realiza esta ONG con su equipo en Douala, dirigido por William, el coordinador de la organización en Camerún. Trabajan siempre a pie de calle, se meten en los barrios y hacen una labor extraordinaria diagnosticando los problemas de estas familias para luego elaborar proyectos de ayuda humanitaria y cooperación.
Se trata de una ONG pequeña y modesta, que recibe fondos de instituciones españolas para seguir con sus microintervenciones, pero que necesita también la implicación de las instituciones locales de Camerún. Aseguran que es fundamental el apoyo del gobierno camerunés.
Es básico destinar fondos a las escuelas y concienciar desde la infancia de que los discapacitados son capaces de reinsertarse en la sociedad y no son escoria. Son seres humanos con grandes capacidades, dispuestos a contribuir al progreso de este país africano, como el resto de ciudadanos.
Karine es otra de las mujeres con discapacidad que ha encontrado un alivio de esperanza con la ayuda de Sawa O Pagnya. Un fuerte paludismo cuando era pequeña y un fallo en el suministro de medicamentos la dejó paralizada de cintura hacia abajo. No se puede mover por sí misma y necesita la ayuda de su madre o su hermano para sentarse o moverse con su silla de ruedas. La vida le ha dado hermosas aptitudes para la música. Es cantante de Gospel y, con la ayuda de esta ONG, ha editado un CD que será difundido por diferentes lugares de España. Los beneficios contribuirán a mejorar su vida.
Cada día con la ayuda de alguien de su familia, se desplaza a la estación de autobuses de su barrio a vender tarjetas de crédito para móviles. En esta estación, un día encontró a la presidenta de la ONG, Hermine Vanessa, y fue ella quien la animó a grabar su primer disco de gospel.
Nos cuenta que ahora se siente con fuerzas para continuar viviendo y abre su corazón a todos aquellos disminuidos de Douala para que saquen pecho ante las dificultades.
Si la historia de Karine nos conmovió, igualmente nos llegó al corazón cada una de las realidades de los niños y niñas sordomudos que reciben formación en el centro de Formación y Educación de Douala, IDAV. Un centro privado que funciona gracias a las aportaciones de los padres y las organizaciones humanitarias, como Sawa O Pagnya. Pero la realidad de estos niños os la dejo para el siguiente reportaje.