Cuando una pareja escoge las Islas Seychelles como destino vacacional, sus allegados piensan que los afortunados viajeros han ahorrado mucho dinero o que están celebrando la luna de miel, pero lo cierto es que es más que posible pasar 10 días en estas paradisiacas islas del Océano Índico sin necesidad de romper la hucha y por un motivo tan sano como vivir una aventura en un lugar diferente. De hecho, es fácil encontrarse allí tanto a familias jóvenes con niños o parejas de recién jubilados como tortolitos celebrando su reciente boda. Eso sí, es raro toparse con turistas españoles, dado que los principales visitantes son italianos, franceses, rusos y alemanes.
El paraíso de Seychelles está formado por 115 islas, de las cuales solo 33 están habitadas, siendo tres de estas –Mahe, Praslin y La Digue– las que reciben a la mayoría de los turistas. Se trata de las islas oceánicas más antiguas y las únicas formadas a base de rocas graníticas, algo que se aprecia en playas tan bonitas como Anse Lazio en Praslin –considerada una de las playas más bonitas del mundo, según los expertos en la materia- o Anse Source d’Argent en La Digue, la playa más fotografiada del mundo.
Fue entre 1742 y 1744 cuando expediciones francesas desembarcaron en Mahe y tomaron posesión de las islas en 1756 convirtiéndolas así en territorio francés, algo que duró poco, ya que 1814 se convirtió en colonia británica tras una guerra entre ingleses y franceses. Desde 1903 es una república independiente en la que uno puede entenderse perfectamente con sus habitantes en francés o en inglés. También hablan criollo, la lengua autóctona.
No existe un vuelo directo que conecte España con Seychelles y es aquí cuando uno empieza a proponerse no gastarse el sueldo de un mes en un billete al escoger hacer varias escalas para llegar al paraíso del Índico. Viajar haciendo más de una escala es agotador pero el bolsillo lo agradece y en el fondo el objetivo se alcanza, más tarde, sí, pero de igual forma. Lo más frecuente es viajar vía Abu Dhabi o incluso hacer una primera escala en Francia con Air France, continuar a Abu Dhabi y de ahí a Seychelles.
El segundo paso a tomar para poder controlar el gasto es la elección del alojamiento. Todos tenemos en mente maravillosos resorts en régimen de “todo incluido” en los que los traslados de una punta a otra del mismo se realizan en coches eléctricos tipo boogie con acceso exclusivo a playas privadas donde tomarse una refrescante bebida tropical. Sí, Seychelles tiene estupendos resorts que cubren todos los servicios inimaginables para sus felices huéspedes, pero lo cierto es que a pesar de que el Ministerio de Turismo de Seychelles ha vendido durante años una imagen de turismo de 5 estrellas, cada vez llegan más viajeros que se decantan por las magnificas condiciones de los numerosos apartamentos, alojamientos de “self catering” y bungalós que existen en la zona.
Antes de llegar a Seychelles es mejor reservar con antelación los ferris que te trasladan de isla en isla así como el trayecto en autobús del aeropuerto al puerto desde el que salen dichas embarcaciones. La empresa Cat Cocos se encarga de ello de forma muy eficiente, a pesar de que es bastante probable que, aunque uno pague por su asiento, acaben vendiendo más plazas de las existentes y se tenga que hacer el trayecto de pie mientras la brisa nos golpea. Al fin y al cabo es incluso gratificante. Es imprescindible, eso sí, llevar impresa la confirmación de la reserva que la compañía envía previamente para mostrarla en la atestada oficina en la que se emiten los billetes finales. Si surge algún problema, siempre es posible hacer un cambio de horario previo aviso. Eso sí, antes de embarcar es recomendable cambiar dinero y llevar siempre rupias, la moneda local, en el bolsillo, aunque se admiten euros en la mayor parte de los sitios.
Y a partir de aquí solo queda disfrutar de cada isla con sus particularidades y conocer por el camino gente peculiar o maravillosa.
En La Digue, de tan solo 10 kilómetros cuadrados, se ven pocos coches y la mejor forma de moverse por sus recientemente asfaltados caminos es en bicicleta o en un carro tirado por bueyes. En un solo día es fácil haberse recorrido la isla a dos ruedas, siempre y cuando la bicicleta resista, dado que las que se alquilan no se encuentran en muy buen estado y es muy sencillo pinchar una rueda. Tan fácil como encontrarse en mitad del camino una tortuga gigante que te haga hacer un alto para inmortalizarla en una foto. A pesar de que en esta pequeña isla la mayor parte de las alabanzas se las lleva la famosa playa de Anse Source d’Argent, la realidad es que Grand Anse es todo un espectáculo de blanca y fina arena, aguas cristalinas y vegetación abundante. Es la playa con la que uno siempre sueña cuando se imagina un paraíso bajo el sol y cuenta con un chiringuito maravilloso en el que se ofrece un buffet de deliciosos platos criollos acompañados de una SeyBrew, la cerveza local, o de agua de coco.
Además, esta playa se comunica con otras dos que no se quedan atrás en términos de belleza – Petite Anse y Anse Cocos – a las que se accede tras una divertida travesía de subidas y bajadas por inmensas rocas rodeadas de árboles colosales cuyas frondosas copas tapan el cielo de tal forma que parece que el sol se ha escondido. Lo mejor de estas y tantas otras playas de Seychelles es que la masificación no existe y es fácil encontrarse prácticamente solo disfrutando del intenso sol y de las cálidas aguas. Si no has tenido la suerte de encontrarte por sus caminos con la citada tortuga gigante, podrás ver una colonia de ellas camino de Anse Source d’Argent justo al lado de Veuve Reserve, una reserva que acoge al Papamoscas del Paraíso, un ave única. El alojamiento es muy variado. Se puede optar por una bonita villa como La Domaine de L´Orangeraie, a 300 escasos metros del puerto, o en pequeños apartamentos como Villa Authentique si se quiere disfrutar de una estancia más genuina. Las cenas al aire libre con música en directo e incluso las barbacoas, a las que los huéspedes están invitados, son habituales en este curioso alojamiento de bungalós.
Al pasar en ferri a Praslin desde La Digue, un agradable viaje de poco más de 15 minutos, lo primero que uno piensa es que en esta isla no tiene sentido alquilar una bicicleta. De apenas 12 kilómetros de longitud por 5 kilómetros de ancho, Praslin tiene carreteras muy empinadas por las que circulan los autobuses públicos y numerosos coches. Hasta hace unos años el alquiler de motos a turistas era posible pero se prohibió por el elevado número de accidentes que se producían. La realidad es que lo más acertado es unirse a los locales en esos buses de línea para moverse de un lugar a otro, a pesar de las velocidades que cogen y de la cantidad de gente que puede llegar a subir. Pero por cinco rupias (unos 33 céntimos de euro) no se admiten quejas. Visita obligada en esta frondosa isla el maravilloso bosque primitivo Valle de Mais, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984, en el que crece el Coco de Mer, símbolo de Seychelles y fruto de una palmera endémica cuya forma es idéntica a la pelvis femenina. Además, no puede faltar una tarde en la ya mencionada playa de Anse Lazio, en la que miles de peces de colores esperan junto a las rocas a que los turistas se lancen con sus tubos y gafas a observar sus movimientos.
Quizá más idílica pero menos vistosa es Anse Georgette, cuyo acceso es difícil a no ser que se realice a través del inmenso y espectacular resort Lémuria, tras unos 15 minutos de paseo por sus amplísimas instalaciones de golf inmersas en un espectacular paisaje botánico, que cuidan y respetan como parte de la isla que es. De hecho, este cinco estrellas es responsable del asfaltado de los caminos que circundan estas playas e incluso se encarga de que muchas especies y árboles –incluido el Coco de Mer– sigan creciendo en este paraje. No se debe abandonar la isla de Praslin sin apuntarse a una inmersión de buceo o a una visita en catamarán a las islas colindantes, como Isla Curieuse o Isla de Cousine. Para realmente sentirse tratados como verdaderos reyes y contar con excelentes consejos y ayuda por parte de sus dueños, mi recomendación es Ocean Jewels Resort, a pie de la playa Grand Anse. Paul y Brenda, un joven matrimonio local pero no criollo, hacen que la estancia en sus amplios apartamentos sea mucho más que cómoda. De su mano es posible entrar en el exclusivo resort Lémuria o conocer Jenny’s Bakery y disfrutar no solo de deliciosos bocadillos, bizcochos y galletas, sino también de un trato amabilísimo de los empleados de esta panadería que sirve pan desde 1981 a prácticamente todos los hoteles de la isla de Praslin y algunos de La Digue.
Y llegados a Mahe, tras unos 50 minutos en ferri desde Praslin, nos encontramos con la no muy bulliciosa ciudad de Victoria, capital de Seychelles, excepto por las mañanas en la zona en la que se instala el Mercado de Victoria en el que se pueden comprar toda clase de frutas, pescado o especias, además de, por supuesto, los clásicos suvenir de las islas. Tras pasar varios días en playas, apetece adentrarse en la zona de montaña de esta isla en la que se aprecia, algunos días, una inmensa niebla en la parte más alta, pero que no dista mucho más de diez minutos en coche de la capital. De hecho, en esta isla es fundamental alquilar un vehículo para poder viajar con tranquilidad desde la famosa playa de Beau Vallon, situada al norte y donde abunda el turismo ruso, hasta la tranquila playa de Anse Royale, en la parte más meridional. En esta zona montañosa, por la serpenteante carretera de Sans Soucis, muy cerca de la Fábrica de Té, se encuentra un curioso y hermoso alojamiento llamado “Copolia Lodge” regentado por la francesa Coralie Greyson, encargada de la exquisita decoración colonial de sus 6 bellas habitaciones, con un salón y un comedor constantemente abiertos desde el que deleitarse con unas maravillosas vistas tanto del espeso bosque por un lado, como el puerto que descansa más abajo. Coralie, quien trabajó como sumiller en su bar de vinos de Bruselas durante cinco años, cambió el rumbo de su vida tras estudiar neuropatía y aprender, de la mano de un experto en medicina china, la conexión entre el hombre y las plantas a través de la sabiduría Yi-King (un método de análisis e interpretación oriental que, según la tradición, nos revelan claves de transformación o cambios que pueden ayudarnos a orientar positivamente nuestras expectativas de vida). Esto le llevó a iniciar un largo viaje por decenas de rincones en el mundo con su marido y su hija pequeña con el fin de localizar el lugar en el que asentarse para crear una línea de cremas orgánicas. Cuando pensaba que no existía el idílico lugar en el que comenzar su nueva vida personal y laboral, conoció las Islas Seychelles a través de un amigo y fue un flechazo instantáneo… y hasta hoy. Su línea Yi-King Organic Care está presente en numerosos hoteles de lujo de la zona y, por supuesto, en cada habitación de su mini hotel.
A pesar de que Victoria por la noche se convierte en una ciudad fantasma y que no cuenta con grandes atractivos, si tiene curiosos puntos de interés como la Torre del Reloj, réplica del Little Ben de Londres; la catedral católica, que da dos veces las horas sin que se sepa exactamente por qué; el templo hindú lleno de gran colorido que te hace pensar que has cambiado de país momentáneamente o, por supuesto, el bullicioso Mercado de Victoria, en el que comprar recuerdos para llevar de vuelta a amigos y familiares.
Pero, ¿qué sucede con la restantes 112 islas? Algunas se pueden visitar y otras no, y muchas de ellas acopian curiosidades destacables. Entre las llamadas Islas Interiores, que son las que componen el núcleo del país, cabe mencionar Isla Moyenne que cuenta con el parque nacional más pequeño del mundo, propiedad de la ONG Fundación Moyenne. Tiene una población de más de 2.000 aves, 100 tortugas gigantes y cerca de 20 tortugas carey, que están en crítico estado de extinción. En la Isla Ste Anne se encuentra el Parque Marino, y fue el primer islote colonizado por los franceses en 1770. Esta isla cuenta con una gran zona coralina y un solo hotel –spa abierto recientemente ofrece sus servicios a los visitantes que se quieren alojar allí. Isla Frégate presume de contar con la única población en el mundo de escarabajos tenebrionidos, así como de cerca de 2.000 tortugas gigantes de campo. Algunas otras islas son privadas, otras tantas solo alojan a un número máximo de seis personas y caso aparte es Isla Edén, convertida en zona residencial de lujo con casas a la venta por valor de 2 millones de dólares. Un rincón en el que se dejan ver yates de hasta 100 metros de eslora y que se publicita constantemente desde que uno pone el pie en Seychelles hasta que se va.
Si hay algo que reprochar a estas magníficas islas es que llueve de vez en cuando, lo cual no es molesto dado que se trata de cortas precipitaciones tropicales que llegan tan rápido como se van y que no impiden a los bañistas seguir disfrutando de las playas. En resumidas cuentas, el paraíso existe y además no es tan caro como parece.
Precios orientativos
Alquiler de bicicletas dos días: 13 euros Cerveza: 3,60 euros Hoteles: entre 80 y 195 euros por noche Comida en chiringuito: 23 euros por persona Buceo: 40/50 euros la inmersión Autobús: 33 céntimos de euro Alquiler coche dos días: 40 euros por día
Para más información
Domaine de L’orangeraie: http://www.orangeraie.sc/