La nueva campaña de la firma Lane Bryant ha desatado la polémica en las redes sociales y se ha ganado el respeto y la visibilidad de un sector importante de la población femenina, consumidoras de moda por excelencia. Aprovechando este tirón, y como no podía ser de otra manera si se sigue una estrategia de marketing inteligente, la revista Vogue se ha hecho eco de esta nueva tendencia y se ha posicionado como firme defensora de los cuerpos reales.
#ImNoAngel es el potente eslogan de esta campaña que aboga por la defensa de las mujeres de «cuerpos reales» que ven minada su autoestima por féminas como los Ángeles de Victoria’s Secret. Se trata de una campaña abanderada por modelos de tallas grandes, mujeres voluminosas de grandes y bonitas curvas, que afirman con orgullo y en ropa interior de la talla 48, que se sienten guapas y sexis y que no querrían ser de otra manera.
Pues bien, lo que quiero resaltar en este artículo es que yo estoy de parte de los ángeles, al fin y al cabo alguien tiene que estarlo. Si bien es cierto que estas modelos (Alessandra Ambrosio o Adriana Lima) cuentan con una genética prodigiosa, son mujeres que viven de su cuerpo, su imagen es su profesión y se sacrifican durante todo el año por conseguir el físico que las consumidoras vemos durante unos segundos o a lo sumo minutos en el popular desfile de lencería y que envidiamos secretamente en los catálogos de la marca.
Las expectativas irreales de las mujeres reales
Tan reales son estas mujeres a las que Lane Bryant menosprecia con su campaña, como real es el sacrificio que hacen: una alimentación hipercontrolada y estricta, hábitos horarios muy ajustados, las horas de sueño suficiente y sesiones de ejercicio físico mínimo diario mucho mayores que las que hace la «mujer real» media durante toda la semana.
Por no hablar de las aspiraciones y anhelos, en muchas ocasiones irreales, de la mujer moderna. Solo hay que ver que los gimnasios están llenos de «mujeres reales» que abogan por su cuerpo y sin embargo se matan a correr en la cinta o empalman clases de zumba con bodycombat e incluso spinning, hasta tres horas seguidas e ininterrumpidas de «cardio». Lo que sea para conseguir lucir bikini en verano.
La realidad es que la gran mayoría de estas mujeres reales no necesitan hacer cambios drásticos en su cuerpo por motivos de salud, sino simplemente por presión social. La sociedad actual (y ya desde hace décadas) está diciendo a estas mujeres, que no tienen una talla 48, que no son suficiente tal y como son. Los estándares de belleza femeninos actuales son irreales y por lo tanto las mujeres reales están destinadas a ser infelices.
La solución no está en atacar a los Ángeles de Victoria por tener una genética prodigiosa o por ganarse la vida luciendo ropa interior (algo que muchas mujeres reales hacen gratis en sus cuentas de Instagram), la solución pasa por «atacar» el problema real, los cánones de belleza que se imponen a la mujer (que no al hombre) moderno.
Por otro lado, hay un factor educacional también relacionado con la sociedad moderna, la retribución inmediata. Lo queremos todo aquí y ahora y si requiere esfuerzo, paciencia o sacrificio, nos rendimos.
Muy pocas de las mujeres que defienden la campaña contra los Ángeles de Victoria sacrificaría unas cañas con los amigos o una pizza; no saldrían a correr 10 kilómetros diarios a las 05:48h de la mañana (por poner un ejemplo) si un médico deportivo les dijera que según su biotipo y sus ritmos vitales es esa la hora idónea para realizar ejercicio cardiovascular.
Seamos sinceras, ¿cuántas de nosotras dejaríamos de ver nuestra serie favorita por dormir ocho horas al día, desayunaríamos 75 gramos de pescado blanco cocido con jugo de limón o tres espárragos blancos como snack a media mañana? Pero todas queremos tener los cuerpos del ángel y, si no es posible, entonces digamos que ellas no son mujeres reales y que no merecen el mismo respeto que nosotras.
Es cierto que las mujeres reales con trabajos reales de salarios medios y responsabilidades familiares no cuentan con las facilidades y recursos que tienen estas modelos, también hay que tener en cuenta que ser modelo es su trabajo y mantener y cuidar su físico es su responsabilidad profesional. No queramos comparar peras con manzanas.
Obesidad: la enfermedad moderna
Ups. Esa frase indigna, pero no la saquemos de contexto. Una cosa es no tener la talla perfecta (que, por cierto, ¿dónde está la evidencia científica o ecuación matemática que determina cuál es la talla perfecta?) y otra cosa es tener problemas de salud derivados de exceso de peso.
La salud es belleza. Cuando estamos sanos, nos sentimos bien y nos vemos bien y por consiguiente la gente de nuestro entorno nos ve bien. Lo sano nos parece bonito, independientemente de los cánones de belleza sociales que cambian cíclicamente.
A lo largo de la historia, el hombre ha encontrado bonito lo que en aquel contexto histórico representaba salud, abundancia, fertilidad y la posibilidad de mantener la especie (un concepto biológico que tendemos a olvidar pero que sigue presente en nuestra vida).
En la sociedad moderna occidental, donde abunda la comida y las actividades del hombre son en su mayoría sedentarias –incluyendo el ocio, gracias a las tecnologías–, una de las principales enfermedad de la sociedad moderna es la obesidad.
Según datos del informe realizado por la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición en 2017 y publicados en 20 minutos, el 53% de la población española adulta está por encima de su peso, un 17% padece obesidad, una cifra que se sitúa en el 14% en el caso de los niños. Otro estudio más reciente (mayo de 2018) realizado por la Organización Mundial de la Salud sitúa este porcentaje en el 18%, es decir, alrededor de uno de cada cinco niños padece obesidad.
La obesidad es una enfermedad responsable de patologías tan severas como hipertensión, hígado graso, diabetes, incremento de ataques al corazón y ciertos procesos oncológicos, además de patologías mentales como ansiedad, depresión o inseguridad. Es decir que no estamos hablando simplemente de un factor estético y de ser más o menos guapo según nos parezcamos más o menos a los Ángeles de Victoria.
El mismo estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud sitúa a España como el segundo país con más casos de obesidad y sobrepeso de la Unión Europea, solo por detrás de Reino Unido.
Por eso es importante que no nos dejemos confundir por campañas de mass media con hashtags inspiradores. No se trata solamente de belleza, sino de salud.
Toda persona es hermosa en cuanto a ser humano y merece respeto y consideración. Pero también hay que ser realistas y aceptar que en el momento en que se cruza la línea de la obesidad, y por tanto de la salud, se padece una enfermedad que afecta nuestra salud física y mental.
La reivindicación de los cuerpos reales o el oportunismo de las marcas
Bajo piel de cordero, esta campaña con apariencia humana esconde un auténtico lobo: una guerra de marketing, una lucha entre las marcas por hacerse con la hegemonía de un sector del mercado cada vez más importante.
Los cuerpos reales son un nicho de mercado vacío, una oportunidad descubierta por las marcas y que entre ellas pelean con uñas y dientes. Algunas no han querido, o no han sabido, acercarse a este mercado; otras lo explotan sin piedad porque mientras que las «mujeres reales» no compran ropa de Victoria Secret ya que piensan que no la lucirán como sus modelos, otras marcas se acercan a estas consumidoras con mensajes de aceptación de su cuerpo real para ganarse su afecto y dinero.
Hasta ahora, el tallaje de la ropa femenina variaba según el país pero siempre siguiendo unos patrones estéticos que distan en gran medida de la realidad. Lejos de la extrema delgadez y falta de curvas que se ven en las pasarelas de mayor prestigio y la diastema o dientes separados que tan de moda estuvieron hace unos años, las marcas han decidido escuchar los gritos de la consumidora media que no responde a estos patrones y ofrecer tallajes más acordes a la realidad actual.
Esto no está mal y es tan inteligente desde el punto de vista empresarial como admirable desde el punto de vista ético y moral. Sin embargo, y como suele pasar, esta campaña o tendencia se ha llevado al extremo y ahora parece lícito atacar indiscriminadamente a toda aquella mujer que sí cumpla con los cánones de belleza actuales.
Más hipócrita aún resulta el hecho de que una publicación como Vogue, que vive de las publicidades de estas marcas de belleza, moda y cosmética, y que sugiere y propone looks a sus lectoras, donde un complemento como un bolso puede alcanzar los 1.500 euros, abandere la defensa de la mujer real: ¿qué mujer real puede permitirse un bolso de 1.500 euros? Si ustedes conocen a alguna, por favor pregúntenle cómo lo hace…
La presión estética, ¿una cuestión de género?
Otra cuestión que habría que analizar detrás de esta tendencia es el machismo. Sí, es machista que se critique a Victoria’s Secret y no a marcas de ropa masculinas que utilizan como imagen a deportistas de élite y modelos que más bien parecen dioses griegos.
¿Por qué no surge una campaña contra Emidio Tucci o Dolce&Gabanna? ¿Quién abanderaría una protesta social cuyo eslogan fuese #ImnotaHotMan? ¿Por qué un hombre delgado en bañador es estéticamente aceptable y una mujer tiene que cumplir medidas casi irreales para lucir bikini sin complejos?
El machismo social, el oportunismo de las marcas y la realidad de los problemas de salud son cuestiones que deberían preocupar a la «mujer real» por encima la talla que utiliza o cómo de diferente es su cuerpo en comparación con el de las modelos de una lujosa marca de lencería.
En definitiva, detrás de esta aparente oda a las mujeres reales lo que hay es un oportunismo de las marcas que se aprovechan de las inseguridades femeninas para vaciar los bolsillos de las consumidoras.