Conocida por haber sido el escenario en el que se libraron las batallas por la independencia a manos de los ingleses, hoy Stirling sigue en un segundo plano en las Tierras Bajas de Escocia. Erigida en lo alto de una colina, a 58 kilómetros al noroeste de Edimburgo y habiendo sido, como su vecina Glasgow, otrora capital del Reino Escocés.
Famosa por su castillo del siglo XIV, era conocida como “la llave del reino”, principalmente debido a su gran emplazamiento estratégico . Y no es para menos si echamos la vista atrás y vemos como esta pequeña ciudad bañada por el río Forth albergó los campos donde se libró la batalla que dio la independencia al Reino Escocés.
Ya en el siglo XII fue nombrada Burgo Real. David I de Escocia así lo dispuso y no fue hasta hace algo más de una década, en el año 2002, cuando la Reina Isabel II de Inglaterra decidió, con motivo de sus cincuenta años de reinado, otorgar a esta población de treinta mil habitantes la categoría de ciudad.
En lo alto de la cima
“The Castle Hill”, la colina montañosa sobre la que descansa el Castillo de Stirling, separa a la ciudad de su otro emblema, el Monumento Nacional a William Wallace, y permite también apreciar a lo lejos los frondosos y verdes campos de las tierras de Bannockburn.
Hacia Bannockburn se dirige la mirada del “Robert The Bruce”, quien se eleva dentro de la fortaleza y al que se le atribue la victoria sobre los ingleses en 1313. A su estatua le acompañan el Museo de Regimiento del Ejército Británico y numerosos edificios reales construidos entre los siglos XIV y XVIII.
Lo que pocos saben es que esta fortificación fue el lugar donde se crió María Estuardo, más conocida como la Reina de los Escoceses, y fue aquí donde posteriormente coronó a su hijo Jacobo. De ese tiempo, el castillo conserva aún los aposentos reales, un museo de cocina medieval y gran número de tapices con heráldica escocesa, todo ello reformado para darlo a conocer al público.
Semanalmente este parador hace de sus visitas toda una escenografía viva y ambientada en la servidumbre de siglos pasados. Doncellas y demás personal de servicio medieval amenizan las visitas de pequeños y mayores, e interactúan con ellos, haciendo de la experiencia algo dinámico y original.
Coordinado por Historic Scotland, organismo experto en la gestión cultural oriunda del país, este ejemplo de arquitectura renacentista alberga sobre sus escarpados acantilados un Gran Salón, recientemente reformado y donde tenían lugar los bailes y grandes festejos, así como una Capilla Real, pionera en Escocia al ser la primera iglesia protestante en estas tierras.
La torre del líder
Muy próxima al castillo está la torre maciza de 246 escalones ubicada en la colina de Abbey Craig. Quien la suba, descubrirá en su interior varios niveles ambientados en siglos pasados y de carácter militar medieval. A medida que se asciende, las ventanas saeteras van dejando entrar el fuerte viento y acaban por conformar un mirador único para apreciar Stirling y las colinas de Ochil.
Bajo las órdenes del arquitecto John Thomas Rochead, esta estructura del siglo XIX vio la luz bajo un marcado sentimiento patriótico, que no quiso olvidar al que fuera “Guardián de Escocia”. El Monumento Nacional a William Wallace se acabó de edificar en el año 1869, bajo la batuta de este autor.
Arquitecto que ideó en un estilo victoriano y característico de la época el emblema que serviría además para guardar las reliquias que, se cree, pertenecieron a Wallace, como la espada de más de metro y medio de longitud y que William usara en todas sus batallas.
De Holy Rude a Stirling Bridge
Ubicada en un lateral del castillo, la Iglesia de Holy Rude es otra de las más relevantes estructuras que visitar en esta villa escocesa.
De finales del siglo XV, la ermita de Holy Rude –Santa Cruz–, ubicada en un lado del Castillo de Stirling, es una de las edificaciones que puede presumir, junto con la Abadía de Westminster, de haber albergado y ser testigo de una coronación, la anteriormente mencionada que otorgó el trono a Jacobo VI, hijo de María Estuardo.
Trono que duraba de manera intermitente y que incluso recientemente los escoceses han querido recuperar a manera de referéndum democrático. Por el momento, queda la historia de Escocia que siempre ha conservado los testigos arquitectónicos de antiguas enfrentas. En Stirling, sigue aún en pie su puente, que dio cabida a la batalla de su mismo nombre.
Allá por 1297, la Batalla del Puente de Stirling acababa con los ingleses que combatían bajo el mando del Conde de Surrey. Con una anchura para dar cabida únicamente a dos jinetes, los combates hicieron tirar del ingenio a Wallace.
En una ocasión, cuando los guerreros ingleses fueron al ataque hacia las tropas escocesas, Wallace dio la orden a sus soldados de permanecer parados, esperando a que el enemigo viniera. Mientras los ingleses se acercaban, los escoces comenzaron con el lanzamiento de flechas, lo que provocó numerosas bajas antes de la lucha cuerpo a cuerpo.
Por su parte, el ejército inglés, ante la inminente reducción de efectivos, ordenó rápidamente el envío de un gran número de guerreros como refuerzo, lo que acabó por provocar una saturación de soldados ingleses en el puente, el cual acabó por ceder, provocando el ahogamiento de numerosos ingleses y facilitando de esta manera la victoria a Wallace.
Con el paso de los años, todo este devenir histórico ha sido llevado a la gran pantalla. Encarnando el espíritu patriótico escocés y no exenta de polémica, Braveheart ha dado a conocer al mundo una parte de la historia de Escocia que trajo consigo su independencia. Sus escenarios, como no podía ser de otra manera, fueron reales y fidedignos, con la suerte de mantener erigidas todas sus reliquias arquitectónicas para quien hoy las quiera visitar.