Y a 36 segundos del final, el equipo contrario empata. Tiempo muerto, comentario de la jugada, vuelta a la cancha, defensa, rebote, el equipo contrario comete falta a dos segundos del final. Dos tiros libres. El primero, fuera; el segundo... dentro. Suena el silbato de nuevo, dos segundos y, se acaba. Nos volvemos a casa, de nuevo vencedores.
Los partidos de las ligas menores no suelen ser tan emocionantes, pero, a veces, tienen finales de absoluto infarto. Son como los de las grandes ligas, esas que vemos por la televisión de atletas enormes de más de dos metros que lloran cuando ganan una Copa del Rey o un anillo de oro.
Estas ligas son pequeñas, los logros son apenas destacables, los salarios inexistentes pero, lo que sí está vigente y se detecta, es el compromiso. Un compromiso de doce jugadores que dejan de salir un viernes por la noche porque hay que entrenar y al día siguiente hay partido; Que se frustran, gritan y se desesperan cuando una canasta no entra, una jugada no sale o un compañero no le ha pasado un balón en el momento adecuado; Que, incluso lesionados, acuden a la cancha a apoyar a su equipo y a sus compañeros...
Pueden parecer partidos insignificantes, entretenimiento para pequeños y mayores que nada vale. Pero lo que tienen de 'menores', lo suplen con su esfuerzo y ganas a lo largo de la temporada. Los sacrificios propios y los de la familia se ven recompensados con las victorias que poco a poco se van sacando. La unión de los equipos y la compenetración para intentar alcanzar una nueva victoria es mucho mayor. Los más experimentados intentan ayudar a los que se inician en el mundo para que el compromiso sea de todos. "Si te comprometes con el equipo, debes hacerlo al 100%. No sirve estar ahora y mañana no. Además, no sólo adquieres un compromiso contigo mismo, sino que lo haces con el resto de los jugadores, el entrenador, el club...", cuenta un jugador que lleva más de veinte años en este mundo y que añade que "es un sentimiento que no se puede definir".
Solemos ver todos los días noticias sobre equipos y jugadores "comprometidos" con su camiseta y sus colores. Sin embargo, no nos percatamos de que detrás de toda esa parafernalia hay cifras astronómicas por, simplemente, jugar a lo que más les gusta y mejor se les da. Estos chavales también lo hacen, incluso más; no importa si están enfermos, si nieva o truena, que ahí están, apoyando a su equipo en todo lo que pueden, aconsejando o protestando cuando es menester. Ya que, como parece ser, el compromiso no solo se demuestra dentro de la cancha, sino también fuera de ella.